YO LES ASEGURO QUE UNO DE USTEDES ME VA A ENTREGAR.
Uno de los Doce me entregará en manos de mis
enemigos para que me den muerte. ¿Quiénes son los enemigos de Jesús? Su
adversario, el Príncipe de las tinieblas, Satanás y sus aliados, llamados los poderes
de este mundo: los religiosos, los políticos y los ricos. Entre los religiosos
están los sacerdotes los escribas y los fariseos. El conjunto de todos forman
el Poder de las Tinieblas que se unieron para vencerlo y darle muerte, con la ignominiosa
muere de cruz (Flp 2, 8)-
Otro de los Doce me negará tres veces. 'A donde yo voy, ustedes no pueden ir' ". Simón
Pedro le dijo: "Señor, ¿a dónde vas?" Jesús le respondió: "A
donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde". Pedro
replicó: "Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por
ti". Jesús le contestó: "¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro
que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces".
(Mt 26, 69- 75;
Y el resto de los Doce lo
abandonan de acuerdo a las palabras de Jesús: . “A donde yo voy, ustedes no pueden ir.” Yo tengo que ir
solo y puro a la muerte de cruz para salvar a los hombres. Ustedes después te
Pentecostés también irán, pero ahora, voy solo para entregar mi vida por la humanidad:
“Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder
para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de
mi Padre.” (Jn 10, 18)-
Encontramos dos
sentidos en la muerte de Jesús, uno es histórico con responsables, y otro
salvífico por el cual voluntariamente se entrega. Por un lado, lo matan y por
otro lado, él se entrega a la muerte. Con palabras de Pablo: El cual,
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que
se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Flp 2, 6- 8)-
Jesús ofrece un sacrificio
perfecto a su Padre por la salvación de los hombres: ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a
sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia
para rendir culto a Dios vivo! (Hebreos 9, 14)-
Con su
muerte vence al poder de las tinieblas, al mudo, al Maligno y a la carne; para la
deuda a Dios por nuestros pecados que son perdonados en virtud de su sangre (Ef
1, 7)- Y a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en
vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos
nuestros delitos. Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las
prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la
cruz. Y, una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió
públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal. (Col 2, 13- 15)-
En el cotejo
triunfal hay vencedores y hay vencidos. Al ser de los vencedores
participamos de los sufrimientos de Cristo. Trabajamos con él, caminamos con él
y servimos con él.
Pero llevamos
este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas
no desesperados; perseguidos, mas
no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes
el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestro cuerpo. Pues, aunque
vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a
fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
(2 de Cor 4, 7- 11)-
En Judas
Iscariote, el remordimiento por la culpa de traicionar a Jesús lo llevó a la
horca.
La muerte
de Judas Iscariote fue un suicidio cometido después de que él sintió
remordimiento (pero no arrepentimiento) por haber traicionado a Jesús. Mateo dice que Judas murió ahorcado. "Y arrojando las piezas de plata en el
templo, salió, y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las
piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas,
porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el
campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo
se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre" (Mateo 27:5-8).
El cambio
en Pedro después de negar a su Maestro se arrepintió.
Y de nuevo lo negó con
juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Poco después se acercaron los que
estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues
además tu misma habla te descubre!» Entonces él se puso a echar imprecaciones y
a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro
se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me
habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente. (Mt 28,
71 75)-
El remordimiento no
es arrepentimiento, uno genera culpa y el otro dolor por haber ofendido. Por
eso Pedro predica la conversión y el bautismo: Convertíos y
que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para
remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo;
(Hch 2, 38)- Y el arrepentimiento para el perdón de los
pecados. “Arrepentíos, pues, y convertíos, para que
vuestros pecados sean borrados.” Hch 3,
19)-
Nosotros
cuantas veces hemos traicionado, negado y abandonado a Jesús. Hemos pecado y
con nuestros pecados hemos dado muerte al Príncipe de la Gloria, a Jesús. ¿Cuál
es nuestra respuesta: el remordimiento de Judas o al arrepentimiento de Pedro.?
La
muerte de Pedro, será muerte de cruz.
«En verdad, en verdad te
digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando
llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú
no quieras.» Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a
Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.» Juan 21. 18- 19).-
Sígueme por que me amas. Dios derrama su Gracia en los que lo
aman y lo siguen. Para estos es “Mi Gracia te basta” “Mi Amor es todo lo que tú
necesitas”. (2 de Cor 2, 9)- Entonces Pablo responde con un himno: “Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis
flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en
mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las
angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy
fuerte” (2 de Cor 12, 9- 10)-
i Gracia
te basta” (2 de Cor 2, 9)-
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