QUÉ TENEMOS QUE HACER PARA NACER DE NUEVO
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me
voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando
él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la
justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no
creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me
veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está
juzgado. Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. (Jn
16. 7- 12)-
Cuando el Espíritu Santo venga le mostrará al mundo lo referente al pecado,
al juicio y en la referente a la rectitud. La obra del Espíritu Santo es
mostrar al mundo el Rostro de Jesús para que creyendo en él se salve; su obra
es actualizar la obra de Jesús en nuestra vida para que nos apropiemos de os
frutos de la Redención: El perdón, la paz, la resurrección, el don del Espíritu
Santificador y el don de la Comunidad.
¿Cómo llega el Espíritu Santo a nuestra vida?
Por la escucha de la Palabra de Dios: Por tanto,
la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo.
(Rm 10.17)- Por la fe en Jesucristo somos justificados, es decir, nuestros pecados
son perdonados y recibimos el don del Espíritu Santo (cfr Rm 5, 1)- Hay en
nosotros una nueva vida, hemos pasado de la muerte a la vida, del pecado a la
gracia, hemos nacido de Dios.
La enseñanza de Jesús es fundamental y esencial.
Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal
entre los judíos, que fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro,
sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer
los signos que tú haces, si Dios no está con él".
Jesús le contestó: "Yo te aseguro que quien no
renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios". Nicodemo le preguntó:
"¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por segunda
vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?"
Le respondió Jesús: "Yo te aseguro que el que no nace del agua y del
Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es
carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te haya
dicho: 'Tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere y oyes su
ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido
del Espíritu". (Juan 3, 1-8)-
¿Qué
tenemos que hacer para nacer de nuevo?
Lo primero
es escuchar la Palabra de Cristo que luz que ilumina nuestras tinieblas para
salir de ellas y entrar en la Luz. (Slm 119, 105; Jn 8, 12; Col 1, 13; Ef 5, 7-
9)- Con la escucha de la Palabra se inicia nuestra conversión-
Lo segundo
es reconocer nuestros pecados que nos privan de la gloria de Dios (Rm 3, 23)-
Nos divide, nos confunde, nos manipula, nos oprime, esclaviza y nos paga con la
muerte (R, 6, 23)- Si decimos que no tenemos pecado hacemos pasar a Dios por
mentiroso (1 de Jn 1, 8- 10)- Todos, judíos y gentiles somos pecadores (Ef 2,
1- 3)-
En tercer
lugar, es el arrepentimiento; sin el cual no hay conversión. Arrepentirse es el
volverse a Dios con un corazón contrito y arrepentido (Slm 51, 19)- Es el dolor
moral por haber ofendido a Dios; por haberlo desobedecido y haberse alejado y
haberle dado la espalda para irse a un país lejano (Lc 15, 11s)- Si mi arrepentimiento
es sincero, tengo la esperanza de no pisar la cárcel. Sin arrepentimiento no
hay perdón.
En cuarto
lugar, es el hacer un propósito de enmienda, no volver a pecar; me propongo hacer
la Voluntad de Dios, darle la espalda al mundo y rompiendo con el pecado. Lo
que equivale amar a Dios, guardando su Palabra y guardando sus Mandamientos.
En quinto
lugar, es ir al Juicio, pasar por la puerta estrecha que es Cristo Crucificado
(Mt 7, 13- 14)- Entregarle nuestra carga, nuestra pecaminosidad para recibir su
Perdón y su Yugo que es su Amor, su Espíritu Santo. Al recibir el Perdón de
nuestros pecados se da en nuestro corazón el Nuevo Nacimiento, Cristo habita
por la fe en nuestro corazón (Ef 3, 17)- Somos una Nueva Creación (2 de Cor 5,
17)-
Y, ¿ahora que hacer? Escuchemos a Pedro decirnos:
Rechazad, por tanto, toda
malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como
niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella,
crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. (1
de Pe 2, 1- 3)- Para poder participar de la Pasión de Cristo, que esa sea nuestra
penitencia: Amar y servir a Cristo y a su Iglesia.
Llevar una
vida resucitada para vivir como Jesús vivió.
Llevar una vida abierta a la
Voluntad de Dios: Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal,
adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en
más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con esp1ritu fervoroso;
sirviendo al Señor con la alegría de la esperanza; constantes en la
tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesitades de los
santos; practicando la hospitalidad. (Rm 12, 9- 13)-
La Vida
resucitada pide llevar una “Espiritualidad bíblica”.
Es decir, dejarnos conducir
por la palabra de Dios que equivale a dejarnos conducir por el Espíritu Santo
para que, por la acción del Espíritu, se actualice en nuestra vida la Obra
redentora de Cristo y nos revistemos con el traje de la Luz, de Amor, de Verdad
y de Vida, es decir, nos revistemos de Jesucristo (Rm 13, 14)- Abiertos a la
Voluntad de Dios al amor y al servicio.
En esto
sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le
conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado
a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Juan 2, 3- 5)-
Entonces la madre y los hermanos de Jesús llegaron a donde Él
estaba, pero no podían acercarse a Él debido al gentío. «Tu madre y Tus
hermanos están afuera y te quieren ver», le avisaron. Pero Él les respondió:
«Mi madre y Mis hermanos son estos que oyen la palabra de Dios y la hacen».
(Lc 8, 21)-
Lo que nace
de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu.
No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo
que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne
cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará
vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la
cosecha si no desfallecemos. (Gál 6, 7- 9)-
Los frutos de la carne y del Espíritu son:
Ahora bien, las obras de la carne son
conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios,
discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
En cambio, el fruto del Espíritu es amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de
sí; contra tales cosas no hay ley. (Gál 5, 19- 23)-
Pues los que son de Cristo Jesús, han
crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana
provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente. (Gál 5, 24- 26)-
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