LA PALABRA DE DIOS ES
PODEROSA Y SALVADORA.
Escucha, Israel: Yahveh
nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que
yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si
estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado. (Dt 6, 4- 7)-
La Palabra de Dios es para vivirse.
Decía,
pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi
Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32)- La Palabra de la Verdad es Palabra del
Dios vivo y verdadero (Jer 10, 10)- En quien no hay mentira ni tinieblas. (1 de
Jn 1. 5, ss) Nadie puede
servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero. (Mt 6, 34)-
Por eso el que dice que conoce a Dios y n guarda su Palabra es un mentiroso y
la Verdad no está en él (1 de Jn 2, 3-4)-
El que
escucha su Palabra y la obedece nace de Dios y está con Dios, es una Nueva Creación,
lo viejo ha pasado y lo que hay es nuevo (1 de Cor 5, 17)- Es un verdadero
discípulo de Cristo Jesús, es un hijo de Dios y es un servidor de sus hermanos.
La persona que posee una fe sincera ha salido de las manos de Cristo como
regalo para la Iglesia y por ende a la Humanidad. Por eso Santiago dice: Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos
a vosotros mismos. (Snt 1, 22)- Y Jesús nos anima al decirnos: “Dichosos los
que escuchan mi palabra y la ponen por obra” (Lc 8.21)- “Dichosos los que
escuchan mi Palabra y la guardan”. (Lc 11. 28)- Pablo nos recuerda: La
palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y
amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos
inspirados, y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. (Col 3, 16-
17)-
La Palabra de Dios es liberadora y
reconciliadora.
La Verdad nos hace libres si la creemos y si
la ponemos en práctica, sino es una fe estéril, vacía y muerta. Nos libera del
pecado que nos hace esclavos, impide nuestra realización y que impide el
crecimiento del Reino de Dios en nuestra vida: Nos libera para amar y para
hacer servir: “Para ser libres nos liberó Cristo” (Gál 5, 1)- Libres para vivir
en comunión con Cristo, para caminar con él y ser uno para él; libres para
pertenecer a Cristo y estar crucificados con él muriendo al pecado y viviendo
para Dios (Gál 5, 25)- Todo el que es reconciliado con Dios ha sido
justificado, sus pecados han sido perdonados y ha recibido el don del Espíritu
Santo; Cristo habita por la fe en su corazón y el Amor de Dios crece y hace su
obra desde su interior. (Ef 3, 17)-
La Palabra de Dios es salvadora y
santificadora.
Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.
(Jn 15, 3)- Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del
todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.» (Jn 13, 10)- Su
Palabra nos lava y nos limpia, nos perdona, nos salva y nos santifica. (cfr Rm
8, 29- 30)- «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en
práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la
lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra
aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. (Mt 7, 24-
25)-
La escucha,
la obediencia y la pertenencia a Cristo nos lleva a poner el Fundamento del
edificio espiritual (1 de Cor 3, 11)- Y construye la Muralla que defiende la
Casa. Tanto el Fundamento como la Muralla es Cristo, y todo se construye en la
escucha, obediencia y pertenencia a Cristo, y todo el que pertenece a Cristo lo
ama, lo sigue y lo sirve.
Para san
Pablo la Palabra tiene una gran importancia que lo hace decir: De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar
gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la
acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de
Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes. (1 de Tes 2, 13)- Y en
la segunda de Timoteo confirma la importancia de la Palabra para nuestra vida
cristiana:
Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste,
teniendo presente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las
Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación
mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil
para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así
el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena.
(2 de Tim 3, 14- 17)- Nos lleva a la salvación y a la perfección en la caridad.
La Palabra de Dios es Luz que ilumina nuestras tinieblas; ilumina
nuestro camino a la Casa del Padre y nos hace distinguir entre lo bueno y lo
malo; nos ayuda a rechazar lo malo y hacer lo bueno (Rm 12. 9. 21)- Es la
estrella de Belén que guio a los Magos a Cristo; ahora nos guía a nosotros por
el camino estrecho a la Libertad, a la Santidad y a la Unidad: El Camino de
Cristo es angosto y estrecho, (Mt 7, 13- 14)- hay que creer y hay que
convertirse (Mc 1, 15)- Hay que cambiar de mesa; de la mesa de los demonios a
la mesa del señor (1 de Cor 10, 21)- Hay que abandonar la cueva de ladrones
para ir habitar en la Casa del Padre (Mt 21, 12)- Hay que cambiar de Reino, del
reino de las tinieblas al reino de la Luz (Col 1, 13- 14) Hay que cambiar de
padre: “Todo el que peca tiene por padre al diablo, hay que cambiar al Padre de
Jesucristo. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y
queréis cumplir los deseos de vuestro padre.” (Jn 8,
44)-
Todo el que es conducido por la Palabra es conducido por el Espíritu
Santo, se hace hijo de Dios (cfr Rm 8, 14). Y por la acción del Espíritu se
hace heredero con Cristo de Dios (Rm 8, 17)-
Dejarse conducir por la Palabra nos pide romper con el pecado para
participar de la Gracia de Dios (cr 2 de Pe 1, 4b) Por la fe que viene de la
escucha de la Palabra de la Verdad nos libera, nos reconcilia, nos perdona y
nos salva. En la escucha y obediencia a la Palabra están implícitos los dones
del Espíritu Santo y las Virtudes cristianas. Tal como lo dice san Pablo:
Por eso,
también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra
caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros
recordándoos en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el
Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para
conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que
conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la
riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la
soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la
eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre
los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo
Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo
en este mundo sino también en el venidero. (Ef 1, 15. 21)-
Permanezcan
en mi Palabra créanla, vívanla, anúncienla-
La palabra de Cristo habite
en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría,
cantad agradecidos, himnos y cánticos inspirados, y todo cuanto hagáis, de
palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por
su medio a Dios Padre. (Co 3, 16- 17).
La fe sin
obras está muerta (Snt 2, 14)-
El fruto de
la fe es la conversión a Dios y al Amor, la Paz y a la Justicia (Rm 14, 17)-
Todo como fruto de la Palabra de Dios, escuchada, creída y puesta en práctica.
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