¡Dichoso el hombre que no
sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni
en el banco de los burlones se sienta, mas se complace en la ley de Yahveh, su
ley susurra día y noche! Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua,
que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace
sale bien ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el
viento. Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos, ni los pecadores en la
comunidad de los justos. Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el
camino de los impíos se pierde. (Slm 1. 1- 6)-
Así dice Yahveh: Maldito sea aquel que fía en hombre, y hace de la carne
su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón. Pues es como el tamarisco en la
Arabá, y no verá el bien cuando viniere. Vive en los sitios quemados del
desierto, en saladar inhabitable. Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no
defraudará Yahveh su confianza. (Jer 17, 5- 8)-
Hemos sido por la redención de Cristo de la Maldición de la Ley.
Cristo nos rescató de la maldición de la ley,
haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: = Maldito
todo el que está colgado de un madero, = a fin de que llegara a los
gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el
Espíritu de la Promesa. (Gál 3, 13- 14)- Jesús muere para el perdón de los
pecados y resucita para darnos vida eterna (Rm 4, 25)-
Mas ahora, en Cristo Jesús,
vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca
por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos
hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su
carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de
los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos
en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la
Enemistad. (Rf 2. 13- 16)-
La Ley, los Profetas y los
Sabios hablan de Jesús. El libro de la Sabiduría, el último libro escribirse
del Antiguo Testamente hacia el año cien antes de Cristo nos describe lo que le
sucede al Justo de Dios, Jesús de Nazaret.
A Jesús lo mataron por envidia
que llevó a los malvados al odio y luego a matarlo.
Los malvados dijeron entre sí, discurriendo
equivocadamente:
“Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos
echa en cara nuestras violaciones a la ley,
nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados. Presume
de que conoce a Dios y se proclama a sí mismo hijo del Señor
Ha llegado a convertirse en un vivo reproche de
nuestro modo de pensar y su sola presencia es insufrible, porque lleva una vida
distinta de los demás y su conducta es extraña. Nos considera como monedas
falsas y se aparta de nuestro modo de vivir como de las inmundicias. Tiene por
dichosa la suerte final de los justos y se gloría de tener por padre a Dios.
Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le
pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de
las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura para
conocer su temple y su valor. Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice
que hay quien mire por él”. Así discurren los malvados, pero se engañan; su
malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el
premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable. (Sabidurίa
2, 1. 12-22).
No tenían sabiduría. Su mente estaba embotada por
su Ego; su corazón estaba endurecido por el odio; no tenían Moral ni amor y se
atascaban en el desenfreno de las pasiones (Ef 4, 17- 18)- Vivían en el reinado
del hombre viejo. No creyeron en Jesús, el enviado de Dios. “Vino a los suyos y
estos no lo recibieron”. Lo rechazaron, lo torturaron, lo crucificaron y lo
mataron. Pero Jesús antes de morir oró al Padre diciéndole: “Perdónalos padre porque
no saben o que hacen” (Lc 23, 34)- Jesús murió por sus enemigos.
Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con
fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por
qué me has abandonado?» (Mt 27, 46)- Para luego
abandonarse en las manos de Dios: Jesús,
dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. (Mt 27, 50)-
Jesús nos había dicho: “Yo soy la Resurrección
y la Vida” (Jn 11, 25)- Con la Resurrección nos dice que todo lo que Jesús hizo
y dijo es la pura Verdad. Con su Resurrección corona toda su Obra redentora. La
Resurrección es la Obra poderosísima con la que Dios convierte el cadáver de
Jesús en un Ser vivo, viviente y vivificador. Jesús resucitado vivifica a los
que creen en él: Resucitó para darnos Vida eterna, para darnos Espíritu Santo.
En la lucha entre el bien y el mal, no somos
espectadores, sino protagonistas; nuestra lucha es entre el Ego y el Amor. El
Ego es el padre de los vicios, y el Amor es el padre de las virtudes. El ego
viene del hombre viejo y el Amor viene de Jesucristo resucitado que invita a
todos a negarse así mismo, cargar la cruz y seguirlo (Lc 9, 23)- Para amarlo y
servirlo. Y aceptarlo como el hijo de Dios, nuestro Salvador, nuestro Maestro y
como nuestro Señor.
Recordemos que Jesús es el Camino la verdad y la
Vida: El Camino es el Amor que echa fuera el odio; la Verdad echa fuera la
mentira y la Vida echa fuera la Muerte. Pablo nos recuerda que demos muerte al
hombre viejo, negándole el alimento, (Col 3, 5)- y le demos de comer al hombre
nuevo para fortalecernos con la energía de su poder y vencer con el bien al mal
(Rm 12, 21)- El alimento del hombre nuevo es hacer la Voluntad de Dios,
alimento que nos transforma y nos hace ser hijos de Dios y poseer una Fe
sincera, férrea y fuerte para amar y servir a Cristo (cfr 1 de Tim 1, 5)-
El arma favorita en la lucha entre el Ego y el Amor
es la Cruz. Que nos hace humildes y mansos de corazón; nos lleva a la pureza de
vida para vencer la inmundicia. hasta alcanzar la santidad que nos lleva a la
Caridad. Todo como fruto de la Fe.
Publicar un comentario