LA INVERSIÓN DE VALORES
NOS DESHUMANZA Y DESPERSONAIZA.
Objetivo: Conocer
y profundizar en la causa del desorden que vemos en la sociedad y en el mundo,
para que podamos comenzar un orden nuevo y demos el verdadero valor a la persona
y a las cosas.
Iluminación.
“Mi pueblo ha cometido un doble pecado: “Me
dejaron a Mí, fuente de agua viva, y se cavaron pozos, pozos agrietados que no
conservan el agua” (Jer 2, 13)
1. Lo que no es
El profeta Jeremías denunció en su momento el
pecado de “idolatría” en el pueblo de Israel, diciendo: “Mi pueblo ha cometido
un doble pecado: “Me abandonaron a mí fuente de agua viva, y se cavaron pozos,
pozos agrietados que no conservan el agua” (Jer 2, 13). Este pecado de
idolatría, hoy día es conocido como la “Inversión de valores”. Que no es otra
cosa que el rompimiento del orden establecido por el Creador. Consiste en ver,
pensar, valorar aceptar y amar de una manera distinta a como Dios lo hace, es
decir, pretender vivir y buscar la felicidad al margen del Plan de Dios, sin Él
y sin los demás. No dudamos en decir que este modo de ver las cosas es un
verdadero rompimiento del diálogo que debe existir entre el hombre y su
Realidad. Con esto a los seres humanos se les complica la vida para dar lugar a
la frustración de la existencia y de la armonía que debe haber en toda sana
convivencia humana.
2. El Orden
en toda convivencia humana
En toda convivencia humana bien organizada y
fecunda, hay que colocar el principio que
todo ser humano
es “persona”, es decir, una naturaleza dotada de inteligencia y de voluntad
libre, y que por lo mismo es sede de derechos y deberes (Pacem in Terris # 9). Todos los seres humanos han de gozar de una igualdad fundamental;
todos y cada uno tienen el derecho natural al debido respeto de su persona, a
la buena reputación, a la libertad para buscar la verdad.
La verdad es que todo ser
humano es un valor en sí mismo. La verdad es que todo ser humano tiene rostro,
tiene dignidad. La verdad sobre el hombre-mujer es que es un ser original, no
es copia de nada ni de nadie. Su desgracia es querer verse como otros se ven,
pensarse como otros se piensan y hacer lo que otros hacen. Pronto se olvida que
es único e irrepetible. Ser hombre significa ser responsable, consciente de sus
derechos y de sus deberes. Responsable es el que vive de frente a sí mismo y de
frente a los demás. Ser hombre significa ser libre con la capacidad de tomar
sus propias decisiones y actuar con alegría, con fuerza y con amor. Ser hombre
significa ser capaz de amar, dándose y entregándose desinteresadamente a los
demás, sin importar quien sea. Ser hombre significa ser capaz de salir de sí
mismo, ir al encuentro de los otros para intercambiar los criterios, palabras,
experiencias, vida.
3. La mentira: fuente y madre de
la Inversión de valores
Muchos son hoy día los
hombres que viven en la mentira, la piensan, la honran, la hablan, caminan en
ella y la defienden. ¿De qué mentira se trata? Hablamos de la mentira que es
fuente de comportamientos neuróticos y hasta esquizofrénicos, y en la que viven
una inmensa mayoría de hombres. La mentira, reduce al hombre de un fin en sí
mismo a un simple medio o instrumento al servicio del “sistema”. Afirmamos que
toda la violencia que se vive en nuestro país y en nuestros hogares está
cimentada en la mentira que hace creer a muchos que el hombre vale por lo que
tiene; que vale por lo que hace o por lo que sabe. Esta mentira genera clases
de personas: de primera, segunda, tercera y mucho más. Genera odio y muerte,
entre los países: es la causa de las guerras fratricidas que han existido a lo
largo de la Historia de la Humanidad. Es más importante el petróleo que las
personas; son más importantes las cosas que los seres humanos y se arremete
contra ellos para destruirlos quitarles lo que tienen y dejarlos abandonados a
su propia suerte, en la pobreza y hasta en la miseria.
No sólo entre los pueblos,
también entre familias y dentro de la familia se vive en la mentira y se
experimentan sus estragos. Es común escuchar decir: “Mi esposo tiene un
carácter fuerte”, ¿Cómo es eso?, Lo que la señora quiere decir es que su esposo
es violento, agresivo, iracundo, cuando se enoja no piensa, no escucha, no
entiende y es capaz de cualquier cosa. Ese es más bien un carácter neurótico,
de alguien que arrastra una historia de dolor y de miseria con él, que hace que
sus comportamientos, más que humanos sean los de una bestia. Permítanme
decirles que el carácter fuerte es amable, generoso y servicial.
4. Podemos hablar de tres
mentiras:
La primera mentira es, creer o pensar que los seres humanos valen
por lo que tienen, o por lo que saben y por lo que hacen. Esta mentira,
genera clases de personas de primera, segunda, tercera y más…. Los que tienen y
los que no tienen; los que tienen más y los que tienen menos. Estas personas
encuentran su valor en las cosas, en los lujos, en el dinero, etc.
La segunda, aplicada a la familia, consiste es creerse
los amos y señores de la pareja. Para estos hombres, la mujer es tan solo
un objeto de su propiedad. Que ella tan sólo está para servirles, obedecerles y
ser su instrumento de placer. Cuidado con que ellos se rebelen en busca de
libertad, se sienten humillados, desplazados, y reaccionan con gritos,
insultos, amenazan, golpean, y se hacen las víctimas. Para estos hombres ellos
son quienes dan valor a los demás. Por lo tanto, exigen que se les rinda tributo,
respeto y sumisión. Pero también la mujer puede que solo vea a su marido y lo
valore como un instrumento de placer o de trabajo.
La tercera mentira es, creer o pensar que es la voluntad de Dios
que vivamos en la miseria: golpeados y maltratados por un destino ciego y
opresor. Creer que unos nacen para ser opresores y otros para ser oprimidos.
Unos para gobernar y otros para ser gobernados. Unos nacen para estar por
encima y otros para estar bajo sus zapatos. Unos nacen para gozar y otros para
sufrir, ¡¡¡qué mentira!!!
Lo anterior me lleva a
afirmar que la fuente de los comportamientos agresivos, de la violencia, la
agresión y la opresión en las familias, me atrevo a decirlo, es la ausencia
de toda “Verdad, la ausencia de Amor y la ausencia de Vida”. A
esta triple ausencia le podemos llamar
“Vacío Existencial”, “caos, confusión, desorden” (cfr Gn 1, 1). En este Vacío, reinan los instintos y
los impulsos, no hay lugar para la voluntad iluminada por la razón.
Recordemos que la Inteligencia y la Voluntad son los pilares que sostienen la
“Dignidad Humana”. Mediante la
inteligencia conocemos y hacemos juicios prácticos. Con la voluntad deseamos y
queremos el bien.
5. ¿De dónde viene el Vacío
Existencial?
Su madre es la “Inversión de Valores”. No hablamos de un Vacío absoluto, sino de una
ausencia de vida, de paz, de alegría, de amor, de libertad, de justicia, de un
sano humanismo. Pero a la misma vez, en ese “Vacío –Caos” encontramos angustia,
depresión, desesperación, desilusión, aflicción, tristeza, miedo, odio,
complejos de culpa y complejos de inferioridad. El Vacío es la casa del
machismo, del totalitarismo, del conformismo y otros… Los profetas del antiguo
Testamento llamaron a la inversión de valores “idolatría”. “Ídolo es lo que
ponemos en el corazón en lugar de Dios” (Jer 2, 13-14).
En el Vacío del Corazón reina
el desamor, la soberbia, la lujuria y todos los demás defectos de carácter. El
Vacío existencial genera personas posesivas, celosas, controladoras; hombres y
mujeres que actúan con prepotencia como si tuvieran derecho sobre la vida de
los demás. Son personas manipuladoras, sus armas favoritas para salirse con la
suya son la mentira, el chantaje, la amenaza, la agresión. Minimizan las
virtudes de los demás y maximizan los defectos de los otros, mientras que de sí
mismos, maximizan sus valores y minimizan sus defectos. No tengamos miedo en
reconocer que toda violencia, tanto en las calles como en los hogares, en los
montes como en las ciudades, tiene como fuente
de origen, el “Vacío Existencial”, que su vez es hijo de la “Inversión de
valores”.
6. ¿Qué es la Inversión de
Valores?
No es lo mismo “pérdida de
valores” que “Inversión de valores”. En ésta, el ser humano, la persona, no es
vista como lo que es: un valor, un fin en sí misma. Afirmamos que, a la
persona, su valor no se lo dan las cosas, ni el dinero, ni los lujos, ni otras
personas, ni siquiera la pareja o los hijos. Pensemos que muchos se creen
superiores a otros por el grupo de amigos que bien pueden ser de cierto estrato
social, no importa, que sean amigos de personajes importantes, no son ellos los
que dan el valor fundamental y esencial a los seres humanos.
Cuando le damos más valor a
los lujos, a las cosas, al dinero, al sexo, cuando ponemos a unos por debajo de
otros, estamos cultivando la Inversión de valores, estamos cavando
nuestra propia fosa. La persona es reducida a un medio que se posee, se usa y
luego se le puede desechar o se le destruye. Para la Inversión de valores la
persona está por debajo del dinero, de los lujos, del sexo, de la empresa; es
vista como un cliente, como un voto, como un algo. El otro, el que no
piensa como yo, el que no está de acuerdo, el que no rinde, el que contradice
es visto como enemigo a la puerta, al que hay que desaparecer.
7. ¿Cómo se vive en el reino de
la Inversión de Valores?
La Inversión de valores
ignora a los que no tienen, no saben, no pueden. El otro es reducido a la nada,
no existe. Podrán vivir en la misma casa, pero la indiferencia los hace ser
invisibles, no se les toma en cuenta. El otro es un cero a la izquierda.
El ser humano es reducido a
cosa, a un simple objeto, a un algo. Una cosa no piensa, no se expresa, no
cuestiona, no se defiende, está ahí. A las cosas se les usa luego se les bota.
El ser humano después de ser
cosificado pasa a ser “instrumento de trabajo o de placer”. La
instrumentalización de las personas es reflejo de una visión utilitarista. El
otro es importante, tiene cierto valor en la medida que me sea útil, que me
sirva.
Después de que los seres
humanos son convertidos en objetos y en instrumentos, al servicio de algo o de
alguien, pasan a ser manipulados, se les convierte en títeres. La
manipulación es la peor ofensa contra la dignidad humana. El hombre es un ser
manipulable y a la vez es un ser manipulador.
Por último, cuando se le ha
exprimido, cuando ya no es útil a la causa, se le desecha, se le tira, se le
bota o se le destruye. Esto lo vemos en la política, en las empresas y entre
las mafias, pero, no pocas veces es visto en las familias y aún en los grupos
religiosos.
8. La inversión de valores
genera hombres inmaduros
La
inmadurez humana es causa y fuente de violencia familiar y social. Pensemos en
un momento en los novios que se conocen, se gustan, se enamoran y se casan...
El enamoramiento se fija en un aspecto de la persona. El enamoramiento
corresponde a la etapa inmadura del amor. Los novios se valoran por el cuerpo
bonito, por el dinero que tienen, por el título que poseen, por la marca de carro,
por una cuenta bancaria, por los trapos que traen encima… pero no se aman con
un amor maduro. El amor acepta a la persona en su totalidad. La persona
inmadura, aquella que es superficial y que fácilmente es arrastrada por el
conformismo, por el totalitarismo, por el hedonismo… y que, además, no se
valora correctamente, al ser portadora de un “trauma, nunca pasa del
enamoramiento al amor. Termina la “luna
de miel” y se entra en el juego de las manipulaciones, humillaciones y
maltrato. Al principio todo era perfecto, las ilusiones y muestras de amor,
cobijaban los defectos a los que no se les daba mucha importancia. Pasa el
tiempo con el enamoramiento, para dar lugar al Vacío Existencial que a su vez
es la matriz donde se gesta la “frustración existencial”, causa y fuente de la
violencia familiar que va dejando heridas graves en las personas, especialmente
en los niños.
9. La frustración existencial
La frustración existencial es
hija del Vacío y nieta de la Inversión de valores, que a su vez hunde sus
raíces en la “Gran mentira”. El ser humano es un ser aún no terminado. Está
llamado a orientar su vida hacia la madurez humana, hacia la Plenitud, hacia
los otros y hacía unos valores que tiene que realizar. La no proyección, lo
convierte en simple bosquejo de persona, en un hilacho humano. Aparecen en su
vida las señales visibles de que no está respondiendo a su vida, ha habido
desviaciones o estancamiento. Tal vez, nunca aprendió a caminar con los pies
sobre la tierra, por eso ha llevado una existencia arrastrada. Aparece el
dominio del mal genio, de los instintos o de los impulsos. Otras veces es
gobernado desde fuera, otros son los que piensan y deciden por él. Los hijos de
la frustración pueden ser:
El aburrimiento.
La enfermedad del siglo. No sé qué hacer con mi vida. En pareja, es común
escuchar: los besos ya no saben a lo de antes. Las relaciones sexuales se hacen
por que toca; todo es obligación: el deber por el deber.
La agresividad:
el reinado de los instintos. La ira, el odio, la envidia, los gritos, los
deseos de matar. Se trata del no diálogo. El hombre aburrido en casa prefiere
seguir trabajando en la empresa, quedarse en la calle o irse un par de horas
con los amigos al bar o a cualquier parte, la familia le aburre, los actos
religiosos le aburren, solo se siente bien en la diversión.
El aislamiento:
la no comunicación, el no diálogo: camas separadas. Frente a las amistades todo
es apariencia; se usan mascarillas, se recurre a la hipocresía para fingir una
sonrisa.
La pérdida del sentido de la vida. Qué desemboca en: la depresión, la desilusión, la
desesperación, el desmoronamiento, el desfloramiento, la aflicción, la
tristeza… personas apáticas y abúlicas.
10.
Los cuatro aliados de la violencia interpersonal porque son fuente de neurosis.
El miedo. El
peor enemigo de la emancipación humana. Miedo al mañana, a la soledad, a la
pobreza, a lo desconocido, a tomar decisiones… miedo a proyectarse en la vida.
Miedo a la autoridad, los abuelos, los padres, después, a los esposos, a los
patrones, al gobierno…
El odio. Es
el desamor que se recibe en casa, especialmente en los primeros años de la
infancia por medio de gritos, insultos, palabras negativas, golpes, desprecios
humillaciones, insultos, abandono, despreocupación, irrespeto, no aceptación,
el resentimiento y el rencor etc. En el odio reina la ira y la indiferencia.
Cuando una persona es gobernada por la fuerza de la ira, pierde el control de
sí misma, no se relaja, no escucha, no razona, no piensa, no dialoga, no
respeta, los otros no importan… y cuando estorban hay que destruirlos.
El complejo de culpa. Es fuente de ansiedad, remordimientos y de angustia,
por lo mismo, de comportamientos neuróticos.
El complejo de inferioridad. El sentimiento de inferioridad hace que se baje la
autoestima y que cualquier desaire se convierta en una ofensa a su persona.
Cuando se posee el complejo de inferioridad la persona se siente humillada, y
busca los medios para sobre valorarse en el hogar, usando el maltrato con la
pareja como mecanismo para sentirse rey y amo absoluto en el hogar. No se le
puede llevar la contraria, porque encontraría la excusa perfecta; sería como
darle la oportunidad para desahogarse por medio del insulto, gritos, golpes,
amenazas, etc.
Los
complejos no permiten ver la realidad, porque enceguecen a las personas. Los
acomplejados, por un lado, para sentirse importantes, necesitan maltratar a la
pareja para sentirse dignos, respetados, reconocidos e importantes. Un ejemplo,
lo tenemos en el hombre machista que se siente amo y señor en su casa. Por otro
lado, la ceguera no permite que la víctima tome sus propias decisiones, piense
por sí misma, cree que nació para sufrir, para ser maltratada, se conforma con
ser así. Otros son los que piensan, deciden, hablan por ella. Es una situación
de miseria humana.
11. El fruto de la violencia
En Aparecida los Obispos nos dijeron:
“Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre
ellos están las comunidades indígenas y afro-descendientes, que en muchas
ocasiones no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas
mujeres que son excluidas, en razón de su sexo, raza o situación
socioeconómica; jóvenes que reciben una educación de baja calidad y no tienen
oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del
trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres,
desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan
sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución
infantil ligada muchas veces al turismo sexual; también los niños víctimas del
aborto. Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan
hambre. Nos preocupan también quienes dependen de las drogas, las personas con
discapacidad, los portadores de VIH y los enfermos del SIDA que sufren de
soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar y social. No olvidamos
tampoco a los secuestrados y a los que son víctimas de la violencia, del
terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana. También los
ancianos, que además de sentirse excluidos del sistema productivo, se ven
muchas veces rechazados por su familia como personas incómodas e inútiles. Nos
duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos,
que también necesitan de nuestra presencia solidaria y de nuestra ayuda
fraterna. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores
más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y
opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en
su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se
está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los
excluidos no son solamente “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables” (DA
65).
Frente a esta situación
queremos empeñarnos en la construcción de una sociedad, de una iglesia y de
unas familias que tengan como columnas la “Verdad, el Amor y la Vida”, pilares
de la “Civilización del Amor”, la cual permite cultivar lo realmente humano que
Dios ha puesto en el corazón del hombre: la verdad, la belleza y la bondad. Una
comunidad en la que los oprimidos, los explotados, los marginados sean
incluidos; se les valore por lo que son, personas con una dignidad que debe ser
respetada y promovida.
12. El
Proceso de regeneración
No soñemos, la recuperación y la restructuración de una persona que se
encuentra en ruinas, no es automática, no es por arte de magia, no hay recetas,
“no se le puede poner un parche nuevo a un vestido viejo” (Mc 2,21). Hablemos
de tres valores fundamentales que, sin ellos, la persona humana no pasa de ser
un simple bosquejo de persona. Se nos puede haber endurecido el corazón y haber
embotado la mente; pudimos haber perdido la vergüenza y la moral, haber
derrapado en el desenfreno de las pasiones y haber tocado fondo, no obstante,
todo eso, es posible ponerse de pie para comenzar el proceso que nos lleva a nuestra
“madurez humana” y a la “Casa del Padre”, el camino puede ser difícil, pero es
posible con nuestra colaboración y la ayuda del Señor. No sólo con la ayuda de
Dios, y no sólo con nuestra colaboración, tiene que ser con los dos: Dios y el
hombre.
13.
¿De qué valores se trata?
El primero, es el valor de la
introspección: hacer un alto en la vida para entrar dentro. El hombre tiene un adentro y
un afuera, quien solo se queda fuera se deshumaniza y despersonaliza. Quien
quiere vivir dentro sin salir fuera, igualmente se deshumaniza. El hombre se
hace persona entrando y saliendo para volver a entrar y volver a salir, para
vivir de encuentros interpersonales. Muchos son los que hacen de su existencia
una carrera loca cayendo en el desenfreno de la vida, mientras que otros caen
en el pozo del individualismo, viven para sí mismos… sin conocer la
solidaridad, la compasión, el amor y el sabor de la donación y de la entrega.
El segundo valor, es el
autoanálisis. Se entra dentro para poseerse, tener control de sí mismo y conocerse. No
me conozco de oídas, es decir, por las palabras de otros. El conocerse a sí
mismo, pide despertar las potencias del alma: Memoria, inteligencia y voluntad.
Pensarse para conocerse. Con la inteligencia puedo hacer juicios prácticos y
darme cuenta que me he equivocado, que he cometido errores. Puedo encontrarme
conmigo mismo y darme cuenta que estoy vacío que he desfigurado mi rostro.
También redescubrir mis valores, mis cualidades y mis mejores potencialidades
para responder a la vida y sus preguntas: ¿Quién soy, de dónde vengo, para qué
estoy aquí y para dónde voy? El gran Sócrates nos ha dicho: Hombre conócete a
ti mismo. Gracias a esta reflexión se puede decir: soy violento, soy
conflictivo, soy manipulador; puedo encontrarme con mis miedos, complejos,
resentimientos y más. Por otro lado, la
experiencia del encuentro con el yo enfermo y débil, y aún a pesar de lo
anterior, puedo decir de mí mismo: soy persona, soy valioso, soy importante y
soy hijo de Dios. Ha comenzado un cambio en la manera de pensarme, de sentir de
mi mismo, ha comenzado mi conversión.
El tercer valor es la proyección. Pide salir de uno mismo
para ir al encuentro de la realidad. La palabra experiencia se compone de tres
vocablos: ex = salir; peri = ir hacia; encia = realidad. Salir para ir al
encuentro de “Mi realidad”. Como persona me invita a salir del “individualismo
y del relativismo” para vivir de encuentros con los demás (los otros, familia,
sociedad), con Dios, con la naturaleza y con unos valores que están en mi
interior como anhelos o suspiros esperando que yo los descubra, los libere y
los haga resplandecer mediante el uso de su ejercicio. El ser humano es un ser
en proyección, su vida está orientada hacia lo que todavía no es, pero que
tiene que llegar a ser. Una persona madura, plena, libre, abierta a la verdad.
Aquí es donde se entiende el refrán popular: caminante no hay camino, el camino
se hace al caminar. No se vale arrastrarse, se debe caminar con los pies sobre
la tierra, es decir, con dominio propio y con dignidad.
14. La exigencia del proceso
El proceso es lento, fatigoso y lleno de obstáculos porque se posee una
mente servil; mente de esclavos. No obstante, es posible levantarse. El proceso
tiene un punto de partida: la irrupción de la luz en las tinieblas del corazón.
Una sacudida, un acontecimiento, una palabra, un ejemplo que nos presente la
vida, todo esto con el fin de despertar la conciencia e iniciarse en el proceso
de humanización y personalización.
Digamos que no se vale volver la mirada atrás: No se puede vivir en el pasado,
te convertirías en estatua de sal. En Venezuela es común escuchar: “Pa´ trás,
ni pa´ agarrar impulso”. Jesucristo nos dijo: “Quién pone su mano en el arado y
mira hacia atrás, no es digno de mí” (Lc 9, 62).
Afirmemos que no se vale desviarse ni a la derecha ni a la izquierda (Josué 1, 7). Desviarse
significa entrar a la opresión y a la esclavitud de una sociedad masificada y
masificadora, viviendo como otros viven o haciendo lo que otros dicen, bajo el
yugo del conformismo y del totalitarismo, del consumismo y del hedonismo.
Orientemos la mente, la voluntad y el corazón hacia el Bien, hacia Dios, hacia los
pobres, hacia un ideal que bien pudiera ser la familia, el estudio, un valor a
realizar…Para formar nuestro carácter amable, generoso y servicial.
Pero, digamos con certeza que la exigencia primigenia es elegir el camino
que Dios
nos propone: Jesucristo, Buen Pastor que busca a la oveja perdida hasta
encontrarla (cf Lc 15, 4).
15. ¿Quién
nos va a conducir?
El guía lo llevamos dentro,
es conocido como la “Conciencia Moral”.
El lugar donde Dios se comunica con el hombre con el fin de despertar su
conciencia e invitarlo a salir de una situación de enfermedad, de esclavitud de
opresión para cultivar lo realmente humano que hay en su interior. Despertar a
los dormidos para que acepten la invitación de volver a la casa del Padre. "Despertar las
conciencias implica respetar en cada persona lo que le es propio por naturaleza
y lo que la gracia de Dios ha venido a redimir. Despertar las conciencias para
que cada persona pueda asumir su responsabilidad ante sí mismo, ante su familia
y ante la sociedad, es un desafío de la hora presente en el que la Iglesia,
Madre y Maestra, experta en
humanidad, puede contribuir con su poder específico". Esto ocurrirá, ciertamente, cuando cada cual
reconozca, en la debida forma, los derechos que le son propios y los deberes
que tiene para con los demás. Más todavía: una comunidad humana será cual la
hemos descrito, cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten
los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones; cuando estén movidos
por el amor, de tal manera que sientan como suyas las necesidades del prójimo y
hagan a los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo
haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíritu humano (Monseñor Carlos Talavera).
¡¡¡Ánimo, nos espera el abrazo del
Padre!!!
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