DEL CAMINO DE LA TRISTEZA AL CAMINO DEL AMOR Y DEL SERVICIO.

 

DEL CAMINO DE LA TRISTEZA AL CAMINO DEL AMOR Y DEL SERVICIO.



El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.  Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?" (Lucas 24, 13-35)-

Andas equivocado en este camino, vuelva al Camino que te lleva a la Casa de mi Padre.

Jesús resucitado busca a los pecadores por que los ama, y los busca hasta encontrarlos. Los busca por los caminos de la vida; Caminos torcidos y checos: la tristeza, la malicia, los vicios, las pasiones desordenadas, las enfermedades, fracasos sentimentales y económicos, la muerte de un ser queridos, etc. Quiere que cambiemos de Camino, del ancho al angosto; del camino del desamor al Camino del Amor.

Dios te ama, a ti, así como eres, tal vez por la vida que llevas no puedes experimentar su Amor, pero de que te ama te ama- ¿Por qué no puedo experimentar su Amor? ¿Cuál, es la vida que llevo? Mi vida de pecado; vida mundana y pagana que me priva de la gracia de Dios. Soy un pecador amado por el Señor que me invita a convertirme al Camino que lleva al Amor, a la Paz y al Gozo (Rm 14, 17)-

Acepto que Dios me ama a mí siendo un gran pecador. Ha empezado mi conversión. No estoy solo, Él camina conmigo y me da su Palabra que es Luz que es lámpara para is pies e ilumina mi camino. Lo primero es que Dios no es el dios que yo creía: Un Dios castigador y lejano que ama a los buenos y condena a los malos, y como yo soy malo, a mi Dios no me ama, está esperando que me muera para mandarme al infierno. El encuentro con Él me dice que Dios es cercano y que me ama, está vivo y me he dejado encontrar por Él.

Su Palabra es Luz y me dice que yo no valgo por lo que tengo. No valgo más que los que no tienen y no valgo más que los que tienen. Todos somos iguales en dignidad y Dios ama a los buenos y a los pecadores (Mt 5, 44)- Todo lo bueno que poseo viene de Dios para mi realización y para la de los demás; Dios me llama a ser un servidor de todos.

Su Palabra me ilumina y cambia mi manera de pensar acerca de los pobres y de las mujeres. Los pobres, decía yo, están pobres por borrachos y por perezosos, pero, el Señor me decía están pobres porque no tienen los medios que tu has tenido: la familia, los amigos y los compañeros de camino que te han ayudado. Sobre las mujeres, decía yo, güeritas y morenas, todititas están buenas, para liego entender que la mujer es valiosa y digna y que no valen por los trapos que traen encima o por su cuerpo. Todas merecen mi respeto.

La lectura de la Biblia y la Oración.

La conversión pide las dos: la escucha de la Palabra y la Oración. El Señor me estaba sacando del sepulcro (Ez 37, 12)- Su Palabra es Luz que ayuda a discernir lo que es bueno y lo que es malo; Es Luz para descubrir toda mi pecaminosidad y apoyándome con una Oración pobre y sencilla, podía ir mirando cambios en mi persona; cambios en mi manera de pensar y de hablar, sin tanto esfuerzos, iba desapareciendo una manera de hablar vulgar y corriente para ser amable limpio y vera. Estaba cambiando de actitudes de desprendimiento y de comportamientos en las relaciones con la familia y con los otros.

Así pasaba mi vida, en la lectura de la Palabra y con Oraciones, pero solo. Tres años leyendo la Biblia sin entenderla, hasta que un día, el Señor me abrió la mente y empecé a descubrir el sentido de la Escritura. Mi vida se estaba convirtiendo en una fiesta. Palabra y Oración me estaban convirtiendo a Cristo.

El día más grande de mi vida es el día que regresé a la Iglesia.

El Señor me estaba llamando a un Encuentro personal con Él y con su Iglesia. Mi madre cayó enferma y me decían que no tenía remedio, no se levantará y no caminará. Haz oración por ella. Yo sabía que para orar a Dios hay que lavarse las manos, es decir, el corazón. Cuando yo así pensaba una hermana me llama y me dice ve a confesarte, me llamó tres veces.

Llegué a la Iglesia y busqué un sacerdote que hablara ingles y que no hablara español, había muchos años sin confesarme. Empezó el debate en mi interior. Empecé hacer mi examen de conciencia, que tenía tres años haciéndolo. Vino a mi mente esta Palabra: eres un caso echado a perder, tú ya no tienes remedio, lárgate de aquí.  Me confundí, me levanté y comencé a caminar hacia fuera del templo. Vino otra voz que me dijo: ¿a dónde vas? Ya estás aquí, quédate, y me detuve y me quedé. Vino otro pensamiento que me decía: ¿Te vas hincar frente a un Cura, hipócrita, bien que los has criticado. Me iba levantar para salir del lugar sagrado, pero vino a mi mente un recuerdo que traía desde mi infancia: Para hacer una buena confesión hay que recurrir a la Madre. Y recurrí a María para pedirle ayuda: Señora, yo creo en su Hijo que él murió por mí y que resucitó por mí, pero yo no puedo dejar de pecar. Y en eso vino a mi mente una paloma blanca, ahora entiendo que era el Espíritu Santo. En eso una persona me tocó mi hombre y me dijo: Su confesión, le toca, es su turno. Entré al confesionario con miedo.

Mi primera pregunta al sacerdote, viejo y enfermo, le pregunté: ¿Usted habla español? Me respondió hablo español y otros siete idiomas, escoge el que quieras, Había vuelto a la Iglesia donde se hablan todos los idiomas. Levantó sus manos sobre mi cabeza e hizo una oración y luego me dijo: La Iglesia es una madre cariñosa que espera y anhela el regreso de sus hijos ausentes, bienvenido a su Iglesia, diga sus pecados.

Recibí el perdón de mis pecados y el don del Espíritu Santo como renovación de mi Bautismo. Yo no pude detener las lagrimas y lloré. El sacerdote me dio la penitencia: “Con eso que usted gasta en las noches de parranda, dé que gasta en una noche a una familia pobre.” Eran palabras proféticas, la noche de parranda era mi vida de pecado, l que yo derrochaba eran los dones que Dios me había dado pata mi realización y para la realización de los demás. La familia pobre era la Iglesia a la que Dios me llamaba a servir. Cuando salí del confesionario me daba la impresión que caminaba sobre las nubes, caminaba en el poder de Dios.

Es el día más feliz de mi vida, había actualizado mi bautismo, había recibido el perdón de mis pecados y había recibido el don del Espíritu Santo. Me había apropiado de los frutos de la Redención de Jesucristo. Momentos más tarde al legar a casa, iba yo hacer una oración por mi madre, pero vino a mi mente estas palabras: “Antes de que le pidas algo a mi Hijo, conságrale algo de tu vida.” ¿Qué puedo consagrarle? Y abrí mis labios para decirle: “Señor, Jesús te ofrezco no fumar cigarros ni marihuana por un año”. La respuesta fue muy clara, un año no, toda tu vida. No voy a poder, yo me conozco, y no voy a poder. La Voz que escuche a la altura de mi corazón me llenó de ánimo; “Yo estaré contigo.”

Ya estaba en el Camino del Amor, había regresado a la Iglesia en la que me entregó una pequeña comunidad de Oración que me enseñó a orar, a leer la Biblia y a servir- Para seguir viviendo de encuentros con Jesús resucitado.

El camino de la vida; la oración, la escucha de la Palabra; la hospitalidad, la confesión, la fracción del pan, de la que nace la Iglesia misionera y la Comunidad- Estos son los lugares en los que me he encontrado con el Señor para la Gloria de Dios Padre y para mi bien personal y de la Iglesia.

 




 

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