CELEBREMOS NUESTRA PASCUA CON PANES AZIMOS DE
VERDAD Y DE PUREZA.
La humildad. virtud poderosa, echa fuera la
soberbia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia. (1 de Pr 2,
1)- Es hija de la fe, y es sede de la Esperanza, y es fuerza de la Caridad. El
hombre humilde reconoce sus pecados y se sabe pecador, pero, también reconoce
que todo lo bueno que posee, es don de Dios, y no presume lo pone al servicio
de los demás. El hombre humilde es hijo espiritual de la Verdad, por eso es
libre para amar y para servir, es un ser desprendido, sin apegos y con la
disponibilidad de salir fuera para extender la mano y levantar a los caídos o
para compartir sus bienes con los más necesitados. Es un ser abierto a la Voluntad
de Dios.
Es capaz de vivir en comunión
con los demás. Donde hay humildad hay caridad.
La multitud de los que habían creído tenía un solo
corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada
de lo que tenía. Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio
de la resurrección del Señor Jesús y todos gozaban de gran estimación entre el
pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas, los
vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego
se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, levita nacido en Chipre,
a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa hábil para exhortar),
tenía un campo; lo vendió y puso el dinero a disposición de los apóstoles. Hechos 4,
32-37
La humildad nos hace ser sinceros, honestos,
íntegros, fieles y desprendidos, es un ser servicial.
El humilde puede tener riquezas materiales, pero, es
pobre espiritualmente, porque no pone su confianza en ellas: su confianza está
puesta en el Señor, es bendito (Jer 17, 7)- Es un hombre justo que está plantado
a la orilla de un río, sus raíces están sumergidas en el agua, sus ramas están
siempre verdes y dando fruto los doce meses del año. (cfr Jer 17, 9)-
El relato
evangélico.
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: "No te
extrañes de que te haya dicho: 'Tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla
donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así
pasa con quien ha nacido del Espíritu". Nicodemo le preguntó entonces:
"¿Cómo puede ser esto?" (Juan 3, 5- 6)-
Nicodemo era un líder religioso, miembro del
Sanedrín y maestro del pueblo de Israel. Desde su encuentro con Jesús se hizo
su discípulo, aunque en secreto, por miedo a los judíos. Recibió de Jesús la
enseñanza sobre el Nuevo Nacimiento, nacer de lo Alto, nacer de Dios. "¿Cómo
puede ser esto?"
Jesús le respondió: "Tú eres maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Yo te
aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que
hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les
hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les hablo de las celestiales?
Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en
el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que
ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida
eterna". (Juan 3, 7-15)-
Bajó del Cielo y está en el
cielo, con estas palabras le está diciendo: “Vengo de Dios y estoy con Dios (Jn
1, 1)- Para luego decirle: “Cuando yo sea levantado en alto atraeré a todos
hacia mí.” Para que Jesús suba al cielo, primero tiene que subir a Jerusalén
para ser el Siervo de Dios y ser levantado en alto en la cruz, redimir y morir
por los pecadores y ser levantado del sepulcro por su resurrección, para luego
ascender al Cielo y sentarse a la derecha del Padre y recibir el Nombre que está
sobre todo Nombre y ser glorificado, con la misma gloria que estaba revestido
desde antes de hacerse hombre.
Pablo describe lo anterior en el
Himno Cristológico de Filipenses:
El cual, siendo de condición divina, no
retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando
condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su
porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y
muerte de cruz. Por lo cual
Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al
nombre de Jesús=toda rodilla se doble=en los cielos, en la tierra y en los abismos,
=y toda lengua confiese=que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios
Padre. (Flp 2, 6- 11)-
Ser levantado en alto en la
Cruz, en la Resurrección y en la Ascensión.
Murió para el perdón de nuestros
pecados, resucitó para darnos Vida eterna y ascendió para darnos Espíritu
Santo. Es el paso de este mundo al Padre, es su Pascua, a la que él nos invita
a entrar por la fe y permanecer en ella. Es aceptar a Jesús como Salvador,
Maestro y como Señor, para morir con él ser sepultados con él, resucitar con él
y ascender con él para sentarnos a la derecha del Padre en la unión con Cristo
Jesús.
Esto
significa Nacer de los Alto. Nacer de Dios: Ser perdonados, reconciliados,
salvados y santificados. Tal como lo dice el evangelista san Mateo: «Venid a mí
todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.» (Mt 11, 28- 30)-
Cristo es nuestro Descanso, y
entramos en él, cuando nos apropiamos de los frutos de la redención: el perdón,
la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo; lo que es lo mismo que
morir con Cristo, resucitar con él y ascender con él.
La ascensión para nosotros es
seguir a Cristo mediante el cultivo de las Virtudes cristianas, en justicia y
santidad (Ef 4, 24) En bondad, verdad y justicia (Ef 5, 9)- En fe, esperanza y
caridad (1 de Te 1, 3; 1 de Tes 5, 8)- En piedad, amor fraterno y caridad (2 de
Pe 1, 7-8)- Lo que significa revestirnos con el traje de la Luz, revestirnos de
Jesucristo. Sin las virtudes no hay cruz y no hay resurrección en nuestra vida,
estamos desnudos y desprovistos de los dones de Dios.
Celebremos nuestra Pascua: Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con
levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad.
(1 de Cor 5, 8)-
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