AREPENTÍOS Y CONVERTÍOS PARA QUE VUESTROS PECADOS SEAN PERDONADOS.

 

AREPENTÍOS Y CONVERTÍOS PARA QUE VUESTROS PECADOS SEAN PERDONADOS.



Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, nuestro Salvador y Redentor. (Jn 3, 19- 20)-

La conversión pide arrepentimiento, y este pide el reconocimiento de nuestros pecados con los que hemos ofendido a Dios a quien ofendemos porque ofendemos a los que él ama, a nuestros hermanos. La Sagrada Escritura nos pide que no pequemos: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.  Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.  (1 de Jn 2, 1- 2)-

El reconocimiento, el arrepentimiento y la confesión, unidos al propósito de enmienda son necesarios para la reconciliación: Si decimos:

“No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.” (1 de Jn 1, 8- 10)-

La conversión tiene dos caras: Romper con el pecado y hacer el bien.

 

Si os volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, para obrar en verdad en su presencia, se volverá a vosotros sin esconder su faz. Mirad lo que ha hecho con vosotros y confesadle en alta voz. Bendecid al Señor de justicia y exaltad al Rey de los siglos. Yo le confieso en el país del destierro, y publico su fuerza y su grandeza a gentes pecadoras. ¡Volved, pecadores! Practicad la justica en su presencia. ¡Quién sabe si os amará y os tendrá misericordia! (Tobias 13, 6)-

Practicar la justicia y la obediencia a la Palabra son señales de un verdadero arrepentimiento.

Lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. (Isaías 1, 16- 19=)-

El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias. (Slm 51, 19)- Para el que traiga estas disposiciones la Puerta estrecha estará siempre abierta y será bien venido con su carga de piedras para entregárselas a Cristo Crucificado (Mt 7, 13 14)- Es la invitación de Cristo a todos los pecadores que regresan para entrar a la Casa del Padre[um1] :

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11. 28- 30)-

Con el perdón el Señor que es rico en Misericordia nos da el Amor para llenar nuestros corazones del Amor, padre de todas las Virtudes. (Rm 5, 5)- Por eso para Pablo la conversión nos muestra sus dos caras: la renuncia al Mal y la práctica del Bien: “Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro.” (Rm 12, 9;  2 de Tim 2, 22)- Virtudes como la Bondad, la Verdad y la Justicia. Ef 5, 9)- la humildad la mansedumbre y la misericordia (Col 3, 12) La prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, la piedad, el amor fraterno y la caridad (2 de Pe 1, 5- 7)-

Para Pablo la conversión la describe con tres palabras: “Revístanse de Cristo” Usando otras tres palabras: “Despójense del pecado” Para que sean “hombres nuevos.” Revestidos en justicia y en santidad (Ef 4, 24)-

El hombre nuevo no está hecho está haciéndose; camina por el camino estrecho siguiendo a Cristo (Mt 7, 14)- Despojándose del traje de tinieblas y revistiéndose de luz (Rm 13. 13- 14)- Sin seguimiento a Cristo no hay conversión y la fe es estéril (Snt 2, 14)- La fe es la madre de la conversión que nos lleva a llenarnos de Cristo. Y se realiza en nosotros con la ayuda de Dios y nuestra colaboración, con la Gracia de Dios y con nuestros esfuerzos, renuncias y sacrificios. La salvación es un don gratuito e inmerecido de parte de Dios, pero no es barato, pide nuestra colaboración: “Crean y conviértanse” (Mc 1, 15)-

La conversión no es cosa del pasado ni del futuro, sino del hoy, que Dios nos llama a romper con el pecado para participar de su naturaleza divina (2 de Pe 1, 4b)- Y así, participar de la Gracia de Dios para poder dar frutos de vida eterna, según las palabras de mismo Jesús: “Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.” (Juan 15, 4- 6)-

La conversión al Señor dura toda la vida, por eso Pablo pudo decirnos: Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. (2 de Cor 12, 7- 9)-

La clave de la conversión está en la oración a Dios:

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. (1 de Pedro 5, 6- 9)-

 

 

 

 


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