LA PARÁBOLA DEL PADRE DE LA MISERICORDIA Y DE
TODA GENEROSIDAD.
"Todos los publicanos y los pecadores se
acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:
«Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús nos enseñó con parábolas, porque su vida
misma es una parábola. Hoy se sienta a la mesa con publicanos y pecadores para
enseñarnos que estos son llamados a sentarse en la Mesa con el Padre Celestial.
Por eso se hace amigo de ellos para que luego se hagan amigos de Dios.
La parábola del Padre de Misericordia y de toda
Generosidad.
Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. (Lc 15, 11- 13)-
Uno es el pueblo de Israel, el pueblo de Dios, el
otro es el pueblo pagano y gentil. El primero dice: Si amaré, si obedeceré y sí
serviré, pero no lo hizo. Escuchemos a Jesús decirnos: "«Pero ¿qué os
parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: "Hijo,
vete hoy a trabajar en la viña." Y él respondió: "Voy, Señor", y
no fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: "No
quiero", pero después se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad del padre?» - «El primero» - le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os
digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de
Dios." (Mt 21, 28- 31)-
“y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde."
Era
cultura que la herencia la recibía el hijo mayor, el primogénito que a la
muerte de su padre podía repartir la herencia, si quería. Con Jesús hay una
novedad, todos son herederos, los grandes y los menores, juntamente con las
hijas: todos son hijos, todos son herederos, y en partes iguales (Rm 8, 15- 17)-
Exigir la herencia
en vida era una ofensa para el padre y para la comunidad. Pedir la herencia al
padre en vida es como decirle: Muérete para que yo pueda gastar la herencia
mientras tú vives.” El padre repartió la herencia y dejó a su hijo salir de
casa para irse a derrocharla.
“Pocos
días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde
malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo,
sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.” (Lc
15, 13 - 14) ¿Dónde es el país lejano?
¿Dónde es la Casa del Padre? El país lejano es el mundo, donde la vida no es
sagrada, donde se vale por lo que tienes, por lo que consumes. Es la casa donde
no te valoran por lo que eres, sino por lo que tienes, por lo que haces y por
lo que sabes. Allí eres visto y tratado como un algo, como un objeto y te
convierten en instrumento de trabajo o de placer. En el mundo reina y se da “la
inversión de valores” causa primera de las guerras, de las guerrillas de las
mafias, de las matazones, de los secuestros, de los adulterios, de los divorcios,
de los abortos, de los fraudes y de los vicios, entre otras cosas. Aquí reina
el conformismo, el totalitarismo, el relativismo y el individualismo: Unos son
los que tienen, los que saben y los que pueden mandar y gobernar, los otros, la
inmensa mayoría deben hacer lo que otros hacen y obedecen lo que otros dicen.
Viven para sí mismo y no hay preocupación por la vida de los otros.
En
la Casa del Padre, en cambio, es el lugar donde se hablan las lenguas del amor,
de la verdad y de la justicia. Es el lugar donde se reconoce al otro como
persona, se le acepta, se le respeta, se le perdona y se abre al diálogo que
contiene apertura y acogida. En esta Casa se valora por lo que eres: persona,
eres un alguien; un ser valioso e importante sin importar la condición social,
sexo o religión.
Dos
hijos, uno vive en las tinieblas y otro vive en la Luz. Los frutos de ellos son
opuestamente diferentes, contrarios: Unos frutos son buenos y otros son malos
(cf Mt 7, 18- 19) San Pablo nos dirá: Lo que se siembra es lo que se cosecha: "Mirad:
el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra
en abundancia, cosechará también en abundancia." (2 Cor 9, 6)-
Los amigos de parranda lo abandonaron y lo
sacaban de los antros, la razón ya no tenía dinero para, ahora buscaban a
nuevos amigos que pagaran por sus apetencias. El hijo menor, ahora pobre y
desnudo, padeció hambre y todos le negaban el pan, sintió hambre, padeció y se
puso a buscar trabajo.
Entonces, fue y se ajustó con uno de los
ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y
deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie
se las daba. (Lc 15, 15- 16)
Para los judíos los cerdos eran animales impuros, cuidar cerdos era lo peor, y
lo más triste, era, que no le permitían comer lo que los cerdos comían, las
bellotas. Lo que realmente pasaba era que otros eran los que decidían en la
vida del hijo pródigo, otros eran los que pensaban por él, convertido en un ser
manipulable y manejado por los que tenían. Lo único que le quedaba era un poco
de memoria que lo hizo pensar:
Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero
de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo
y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros." (Lc 15, 17- 19) Existen en la vida personas llamadas
convencionales. Que se te acercan para iluminar tus tinieblas, para decirte
andas equivocado, vuélvete al camino, te hacen pensar. Este joven escribe su
rollo, reconoce que se equivocó de camino, reconoce su realidad, hay en su interior
una chispa de esperanza: en la Casa de mi Padre, hay comida y bebida, y yo aquí
me muero de hambre… Volveré… se levantó y se puso en camino.
Y,
levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vió su padre
y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. (Lc 15, 20) Qué hermosas son las palabras del
profeta Oseas: "Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era
para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia
él y le daba de comer." (Os 11, 4)-
El
Padre que es Dios, va a su encuentro, toma la iniciativa, lo estaba esperando
que su hijo regresara. Lo ve venir y va a su encuentro. Es el encuentro entre
la misericordia del Padre y la miseria del pecador. “Lo abraza, lo besa y lo
lava con sus lágrimas.” Pero al hijo no le dice ni una palabra. Es el hijo que
le dice todo su rollo: “El hijo le dijo: "Padre,
pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." (Lc
15, 21) Es a los sirvientes a los que el Padre les habló: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en
su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y
comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto
a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
Pero el padre dijo a sus siervos: (Lc 15, 22- 24) Todo lo hace por mediación de
sus siervos. El profeta Isaías nos habla de vestiduras de salvación: "«Con
gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de
ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto como el esposo se pone
una diadema, como la novia se adorna con aderezos." (Is 61, 10)
Son
los dones del Señor que nos hacen recordar nuestros Sacramentos del Bautismo,
la Confirmación, la Confesión y la Eucaristía. El vestido, el anillo, las
sandalias, la comida, la música y los cantos. “Hagamos fiesta nos dice el
Señor” La fiesta es en el corazón del pecador arrepentido. El Señor entra en
nuestro corazón llevando en sus manos los dones del amor, la paz y el gozo,
precedidos de su Palabra.
«Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver,
cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y
tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." (Lc 15, 25- 27)-
El se irritó y no quería entrar. Salió su
padre, y le suplicaba. (Lc 15,
28) El hijo mayor no se alegró con la
venida y con el regreso de su hermano ¿Por qué? ¿Sentiría envidia, odio y hasta
deseos de que estuviera muerto? La realidad es que no quería entrar a la
fiesta. El Padre en cambio le suplicaba, le pedía de muchas maneras, una y otra
vez que se alegrará con el acontecimiento: Tú hermano está vivo, no está
muerto, lo hemos encontrado vivo y sano.
La
justificación del hijo mayor: Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden
tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y
¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con
prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" (Lc 15, 29- 30) Es
la justificación del que echa encara; del que está y trabaja porque toca, por
obligación, por puro protagonismo, sin amor y sin alegría. Es la respuesta de
un fariseo legalista, rigorista y perfeccionista. Es algo que no realiza que no
es causa de satisfacción. A pesar de lo anterior el Padre le dice las palabras
más hermosas y veraces: «Pero él le dijo:
"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía
celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha
vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."» (vv. 31- 31)
Mientras
que el hermano mayor dice: “ese hijo tuyo” el Padre le responde: “Ese hermano tuyo”
Alégrate porque estaba muerto y ha vuelto a la vida. Hay alegría en el corazón de Dios cuando un
pecador se arrepiente y vuelve, por el deseo de Dios es nuestra vuelta a la
Casa de la cual una vez salimos para irnos a llevar una vida mundana, pagana y
pecaminosa.
La
Escritura no dice que el hijo mayor haya entrado a la fiesta a pesar que el
Padre en persona le había suplicado. No nos dice si al final los dos hermanos
se abrazaron y se reconciliaron. Sólo nos recuerda que Dios ha dado a los
hombres el “libre albedrío” “El fue quien al principio hizo al hombre, y le
dejó en manos de su propio albedrío. Si tú quieres, guardarás los mandamientos,
para permanecer fiel a su beneplácito." (Eclo 15, 14- 15)- Podemos afirmar
que Dios nos ama con amor eterno, pero a fuerzas no nos salva. A todos ama,
pero, no en todos se manifiesta.
La parábola nos
enseña que el Padre, que es Dios, es rico en amor y en misericordia y que
perdona lo mucho y lo poquito, lo grande y lo chiquito, perdona todos los
pecados que se reconocen y se arrepienten de ellos. Y perdona hasta setenta
veces siete. El hijo pródigo no sabemos si se quedó en Casa para siempre o se
volvió a salir para volver al mundo. Sólo sabemos que Dios le organizó una
fiesta en su honor para celebrar su regreso a Casa.
Con amor terno te he amado y te he reservado
Gracia para ti. (cf Jer 31, 3)-
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