LA CUARESMA ES UN TIEMPO DE CONVERSIÓN A DIOS.
Esto dice el Señor: "Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos. (Joel 2, 12)
La conversión exige saber que Dios nos ama a pesar que somos pecadores. Por eso decimos que la cuaresma es una “peregrinación” desde lo íntimo del “Yo” hasta Aquel que nos amó y se entregó por nosotros, Cristo Jesús, Para que entre a vuestra vida, y si ya ha entrado que avance hasta nuestras profundidades y se siente en el centro de nuestro corazón. Peregrinación del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de a esclavitud a la libertad, de la aridez a las aguas vivas, de la muerte a la vida. La conversión es el cambio del Yo a Cristo y de él al Nosotros. De lo mío al nuestro.
Es la Comunidad la que hace la invitación.
El pecado de uno hace daño a todos, y el pecado de todos, divide a los hombres, los confunde, los engaña, los oprime y los mata. Pues todos pecaron y están privados de la gloria de Dios (Rm 3 23) Con sus pecados abandonaron a Dios y se construyeron aljibes que no contienen el agua (cfr Jer 2, 13). Han caído en la idolatría y se encuentran vacíos de amor y de valores del Reino.
Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia. Quizá se arrepienta, se compadezca de nosotros y nos deje una bendición, que haga posibles las ofrendas y libaciones al Señor, nuestro Dios. (Jl 2, 13- 15)-
Los gritos de la Cuaresma han de escucharse hasta los confines de la tierra. Los gritos son las voces de la Comunidad que hablan las Palabras de Dios. Que habla a nuestros corazones para mostrarnos nuestros pecados y llamarnos al arrepentimiento. (cfr Os 2, 16; 2, 21- 22)
Toquen la trompeta en Sión, promulguen un ayuno convoquen la asamblea, reúnan al pueblo, santifiquen la reunión, junten a los ancianos, convoquen a los niños, aun a los niños de pecho. Que el recién casado deje su alcoba y su tálamo la recién casada. Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: 'Perdona, Señor, perdona a tu pueblo. (Jl 2, 15s)-
Y el Señor que es rico y en misericordia, aunque los pecados de su pueblo eran tan rojos como el carmesí, los dejó más bancos que la nieve; aunque eran más que las arenas del mar, los puso en un saco y o arrojó al fondo del mar del olvido (Is 1, 18- 19) Los sacó del pozo de la muerte y los llevó al Reino del Hijo de su Amor (Co 1, 13- 14) De la sepultura a su Patria (Ez 37, 12) Para que se apropiaran de los frutos de la redención: el perdón, a paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo para que sean hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y templos vivos del Espíritu Santo.
Ahora, redimidos por Cristo, los que han creído en él son hombres nuevos, son una nueva creación (Ef 4, 24; 2 de Cor 5, 17) Donde abundo el pecado, ahora, sobre abunda la misericordia de Dios (Rm 5, 20)-
Y el Señor se llenó de celo por su tierra y tuvo piedad de su pueblo. (Jl 2, 18)-
Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados - y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, (Ef 2, 4- 6)-
Los profetas hablan en nombre de Dios, amenazan con castigar al pueblo, pero si el pueblo se arrepiente de sus pecados, Dios los perdona y se olvida de sus delitos. Pero. A la vez, el profeta en nombre de Dios, promete una lluvia de bendiciones, pero, el pueblo se desvía del camino del Señor, no hay bendiciones. Por eso, no te desvíes ni a izquierda ni a derecha, camina con tus ojos fijos en Jesús, Palabra de Dios (Hb 12, 2).
Jesús viene a nuestros corazones a destruir los obas del diablo, (Hch 10, 38) Viene a hacer polvo nuestros ídolos para que libres del pecado podamos amarlo y servirlo de todo corazón. Así lo dice la escritura: Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, (1 de Tes 1, 9)-
Cristo en persona nos invita a la conversión: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28- 30)-
La conversión cristiana consiste en Revestirse con la Túnica de Cristo y caminar con las lámparas encendidas (Lc 12, 35) Con palabras de san Pablo: “Despojaos del hombre vejo y revestirse de Jesucristo, el Hombre Nuevo ( cfr Ef 4, 23- 24)- Revestirse de Amor, Verdad, Vida, Libertad, Justicia y Santidad (Jn 14, 6; Ef 5, 9). Sin conversión no hay perdón y no hay seguimiento, y sin esto no hay Gracia de Dios.
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