JESÚS LLAMÓ A UN PUBLICANO QUE ERA UN PECADOR PUBLICO-
Iluminación: Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió. (Mc 2, 14)-
Leví el hijo de Alfeo.
En el Nuevo Testamento existen varias personas con el nombre Santiago. Santiago el Menor es mencionado en el mismo en unas cuatro ocasiones, donde se le hace alusión en conexión con su madre María (tradicionalmente identificada con María de Cleofás) y su hermano José, siendo solo en Marcos donde se le menciona como el Menor. Como evidentemente se ha considerado que Santiago, hijo de Alfeo, es denominado allí como "el Menor" para distinguirlo del otro apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, este segundo ha sido llamado el Mayor (quizás porque era más alto) para mantener dicha distinción. Santiago el Menor hermano de Simón, Judas el Tadeo, José y Leví, hijos de María y de Cleofás, (Alfeo) primos hermanos de Jesús.
¿Quién era Leví? ¿Era hijo de Alfeo, llamado también Cleofás?
¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» (Mc 6, 3)- Estas personas eran hijos de María de Cleofás, llamado el Alfeo. En ninguna parte dice que eran hijos de María la madre de Jesús.
Las tres Marías: Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. (Jn 19, 25)-
La hermana de María era Salomé, la madre de Santiago y de Juan, los hijos del Zebedeo. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. (Mt 27, 56)-
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. (Mc 16, 1)-
Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas. (Lc 24. 10)-
El evangelio de hoy.
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano, llamado Leví (Mateo), sentado en su despacho de recaudador de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su casa un gran banquete en honor de Jesús, y estaban a la mesa, con ellos, un gran número de publicanos y otras personas. Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos, diciéndoles: "¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?" Jesús les respondió: "No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan". Lucas 5, 27-32
Si Leví, como lo dice Marcos, era hijo de Alfeo, era conocido de Jesús.
Jesús se le acerca, lo mira y lo llama: “Sígueme”. Leví al sentir la mirada de Jesús experimentó el amor de Dios, la palabra de Jesús tocó hasta lo más profundo de su corazón, se levantó, dejó todo y lo siguió. Luego hizo una gran fiesta para despedir a sus amigo y compañeros de trabajo, su invitado predilecto era Jesús. Que fue acompañado por sus discípulos.
Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos, diciéndoles: "¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?".
Eran las voces de la división, de la confusión, de la manipulación, de la opresión y de la muerte. Querían dividir a su Maestro de los discípulos; querían dividir a la Comunidad. Las voces de los fariseos y de los escribas eran las voces del Diablo que significa el que divide, engaña y manipula. Jesús viene a unir a los hombres con Dios y entre ellos. Jesús destruye el muro que los divide, la enemistad, pero, los hombres levantamos otros muros para seguir divididos.
"¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?"
¿Qué clase de cristianos son ustedes? ¿Qué clase de Maestro tienen ustedes? ¿Por qué se juntan con gente impura? Levántense y vénganse con nosotros que somos fieles a la Ley.
Jesús defiende a los suyos: No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. Jeremías dice: el corazón del hombre es torcido, descompuesto y sin arreglo. (cfr Jer 17, 9) Jesús dice; hay que nacer de Nuevo para que cambie el corazón (cfr Jn 3, 1-5)- Todos somos pecadores y hemos pecado (Rm 3, 23)- Estamos enfermos por el pecado que nos inclina hacia el mal, necesitamos del médico de nuestras almas, Jesús.
“No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Jesús viene por todos, buenos y malos, sanos y enfermos, santos y pecadores. Solo que algunos tienen que perder terreno frente a Jesús para reconocer que todo lo bueno que tienen ha venido de Dios, como regalo para compartir con todos. No nos creamos buenos ni mejores que los demás, y mucho menos, más santos que los otros.
Los sanos, los santos y los fuertes en la Fe son aquellos que han padecido en su vida la acción del Espíritu y que deben de luchar hasta el final (Mt 24. 13)- Y decir con Pablo: Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. 2 de Cor 12, 10)- y decir con el apóstol: “Mi Gracia te basta. Mi amor es todo lo que yo necesito”.
Todo el que es de Cristo, le pertenece, es de los suyos, es su discípulo que lo ama, le sirve y le sigue. Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto. (Jer 17, 8)- El fruto es el Amor, la Paz y el Gozo.
El discípulo de Jesús se hace hijo de Dios, amigo, hermano y servidor de Cristo. Nunca camina solo, Jesús lo acompaña.
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