HAZLO TODO EN NOMBRE DEL SEÑOR-
En aquel tiempo, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo. Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos. Marcos 10, 13-16
Los consentidos y predilectos del Señor Jesús, son los niños, los ancianos, los pobres, los enfermos, es decir, son los más débiles. Podemos también invitar a su grupo, a las viudas, a los huérfanos y a los extranjeros. Sin olvidar a los pecadores a los que les invita a invitarlos a ir con él: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.” (Mt 11, 28).
Hacerse como niños que confían y se abandonan en los brazos de sus padres. Esta es la fe que mueve montañas, la que se encuentra en las manos de Dios. A estos son a quienes Jesús libera, reconcilia, salva y santifica; los escucha, los atiende y los conduce hasta lo más íntimo de su Ser. “No basta con ser creyentes o discípulos, hay que poner nuestra confianza y abandonarse en las manos de Dios.
No basta con ayunar, hay que romper con el pecado para estar con el Señor (Is 58, 6; Mc 2, 20; 2 de Pe 1, 4) No basta con creer en Jesús y hacerlo de él un parche (ponerse un crucifijo, una medalla, un escapulario o hacer alguna devoción) Él quiere ser el Centro y el Fin, el Todo de nuestra vida. (cfr Mc 2, 21) No basta con echar Vino nuevo en nuestros corazones, hay que limpiar primero los vasos (Mc 2, 22) Lo anterior es la invitación a “Nacer de Nuevo” nacer de Dios, del agua y del Espíritu. Esto es creer y convertirse a Jesucristo (Hch 2, 37- 38; Mt 4, 17; Mc 1, 15, Jn 3, 1- 5)-
“Dejen que los niños vengan a mí”. No les pongan obstáculos a los más débiles para entrar en la Iglesia, en el Reino de Dios. Ábranles caminos para que pueda, Yo, dice Jesús, bendecirlos, salvarlos y santificarlos. Esa es mi alegría, para eso he venido, a darles Vida eterna (Jn 10, 10). Y mi alegría es estar con ellos (Jn 1 14). Ser cristiano es estar con Jesús y ser con él hombres nuevos, revestidos en justicia y en santidad (Ef 4, 24)- Para que sean hijos de Dios (Gál 3, 26) Sean perdonados de sus pecados y reciban el Espíritu Santo (Rm 5, 1).
No basta con ponerle un parche a las heridas, hay que nacer de Nuevo- Para entrar en el Reino y ser hijos de Dios. Para eso hemos de tener Fe que viene de la escucha de la Palabra de Dios y estar embarazados con la Gracia de Dios (cfr Rm 10, 17) La fe nos deja Luz, Poder y Misericordia. Luz para discernir entre lo bueno y lo malo; entre lo que viene de Dios o de lo que viene de oytra fuente; Poder para levantarse del pecado para ser iluminados con la Luz de Cristo (Ef 5, 14) Y Misericordia para recibir el Perdón y la Gracia de Dios, es decir, recibir al Espíritu Santo: eso es nacer de Dios-.
Y, ¿hora qué vamos hacer?
Responder a la vocación de ser hijos de Dios, en justicia y en santidad, guardando los mandamientos y guardando su Palabra (cfr Jn 14, 21- 23) La Santidad es nuestra vocación (1 de Tes 4, 3) Somos santos en la medida que permanezcamos en el Amor de Cristo, siguiendo sus huellas y conformando nuestra vida con a suya (cfr Jn 15, 9; Lc 9, 23; Jn 12, 26).
El camino que Pablo nos propone para vivir la santidad.
Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con esp1ritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesitades de los santos; practicando la hospitalidad. (Rm 12, 9- 13)-
Para Pablo el Nuevo nacimiento es una vida en conversión, es un pasar de la muerte a la vida; de las tinieblas a luz (Ef 5. 7-8) Es un huir de las pasiones de la juventud para encontrarse con Cristo en fe, esperanza y caridad (2 Tm 2,22) Sólo entonces nuestro corazón será una fuente de amor, de paz y de gozo (Rm 14, 17) El amor brota y nace de un corazón limpio, de una fe sincera y de una conciencia recta (1 de Tim 1, 5), Una conciencia como la de Dios que no se fija en las acciones, sino en la intención del Corazón (cfr 1 de Sm 16, 7). La recta intención es hacerlo todo para la gloria de Dios y para el bien de los demás. Lo que pide un corazón limpio.
No hago las cosas para quedar bien con los demás; no lo hago para presumir, ni para quedar bien ni para que me vaya bien; no lo hago para enriquecerme con la fe de los demás, sino, por amor, a Dios y a la Iglesia; para su gloria y para el bien de los demás.
Todo lo que hagas, hazlo en nombre del Señor, con alegría, libertad y amor. (Col 3, 17)
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