EN LA ESCUELA DE JESÚS
SE APRENDE AMAR Y A SERVIR.
Objetivo. Comprender la necesidad incorporarse
a la escuela de Jesús para hacerse sus discípulos misioneros, seguir sus
huellas, configurarnos con Cristo y ser transformados en testigos de su Amor.
Iluminación. “Con los ojos fijos en Jesús, el
Autor y Consumador de nuestra fe” (Hb 12, 2) Vamos aprendiendo paso a paso a
ser con él, instrumentos valiosos en las manos de Dios Amor, para irradiar lo
que llena nuestro corazón en el rostro de los hombres.
La fundadora del
Movimiento de los focolares, Chiara Lubich, nos legó un itinerario, que, puesto en práctica, es
capaz de hacer de la Familia y de la misma Humanidad, una Comunidad de Vida y
de Amor para ir entendiendo que lo que importa es amar. A este itinerario lo
llamó: el arte de amar. Lo podemos
aplicar en siete pasos.
1.- AMAR POR
PRIMERO.
La primera característica que mejor distingue el amor
de Dios Padre es su absoluta gratuidad. La salvación no se compra ni se vende.
Su Amor se contrapone radicalmente al amor del mundo. Mientras este último se
basa en la correspondencia y la simpatía (amar a los que no nos aman o nos son
simpáticos), el amor del Padre Celestial es del todo desinteresado; se da a
todas sus criaturas independientemente de la respuesta que pueda llegar. Es un
amor cuya naturaleza es tomar la iniciativa comunicando todo lo que
posee. En consecuencia, es un amor que construye y que transforma. El
Padre Celestial nos ama no ya porque seamos buenos, espiritualmente bellos y
por eso merecedores de atención y benevolencia; sino al contrario, amándonos
crea en nosotros la bondad y la belleza espiritual de la gracia, haciéndonos
ser amigos e hijos suyos.
El amor verdadero, es el primero en amar. O sea que no espera ser amado para luego
amar, sino que comienza siempre como hizo el Eterno Padre que envió a Jesús a
morir por nosotros, cuando éramos pecadores (Rom 5, 6), ¡nosotros no amábamos a
Dios! Y El fue el primero en amarnos (1 Jn 4, 10). El auténtico amor cristiano
es el primero en amar. Prueben, háganlo, verán que revolución surge a su
alrededor viviendo un amor de este tipo. Escuchemos la Palabra de Dios.
“En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que
Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio
de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su
Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4, 10). Solo Dios
ama incondicionalmente, los amores humanos son interesados y condicionados,
razón por la que el Apóstol nos exhorta a tener los mismos sentimientos de
Cristo Jesús (Flp 2, 5) “que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con
su pobreza” (2 Cor 8,9).
Dios ha tomado la iniciativa, nos ha amado por primero, sin
que hayamos tenido mérito alguno para que comprendamos que la “salvación” es un
don gratuito e inmerecido que no se compra ni se vende. San Pablo en el himno
Cristológico nos dice: “Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear
el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1,
4). Elegidos por amor desde la eternidad sin méritos personales. Somos una
manifestación del amor de Dios que tomó la iniciativa para llamarnos a la
existencia y nos ha dado destino: ser adoptados como hijos suyos, llamados a
pertenecer a Jesucristo y a formar parte de su pueblo santo (Rom 1, 7).
Dios es Amor y es, el Totalmente Libre para crearnos de la
nada, para enviarnos a su Hijo, (Jn 3,16) darnos Espíritu Santo (Rom 5,5) y
hacer de cada ser humano un “hombre nuevo”, responsable, libre, creativo y
capaz de amar (2Cor 5, 17; Gál 5, 1.13). Dios no exige a nadie lo que antes él
no nos ha dado, pero, la hermosa noticia es que nos amó primero, y nos llama al
Amor gratuito. Digamos que la vida del hombre se divide en dos, el antes de
conocer a Cristo y el después de encontrarse con él. Nadie da lo que no tiene,
sólo cuando se ha tenido la experiencia de salvación y liberación, el amor de
Dios es derramado en nuestros corazones para que amemos como Dios nos ama:
inmensa e incondicionalmente. Ahora podemos tomar la iniciativa y amar por
primero, salir de nosotros mismos e ir al encuentro de los otros para
irradiarlos con el amor de Cristo.
Amar por primero pide salir fuera para ir en la búsqueda de
“los hijos pródigos”: de los que nos han ofendido o se han distanciado. No hay
que esperar, si la montaña no viene a ti, ve tú a la montaña. Si ha habido
enojos o malos entendidos, no den lugar a los resentimientos, al odio, a las
venganzas, es el momento de escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica:
“Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual, con su
prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no
pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al
diablo” (Ef 4, 25- 27) “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el
mal” (Rom 12, 21). El Amor es una fuerza creativa que nos libera, nos
reconcilia, nos sana, nos promueve. Nos ayuda a ser cada vez más amables,
generosos y serviciales.
2.- AMAR A TODOS.
Otra característica del amor de Dios Padre es su
universalidad. Dios ama a todos indistintamente. El tiene como medida la
ausencia de todo límite y toda medida. Por otra parte, este amor suyo no
podía ser gratuito y creativo si no estuviese totalmente proyectado allí donde
hay una necesidad o un vacío que colmar. Precisamente por esto el Padre
Celestial ama también a esos hijos que son ingratos o rebeldes o están
alejados; es más, se siente particularmente atraído hacia ellos (Chiara Liubic).
Amar a los que nos aman, nos ha dicho el Señor Jesús es muy
difícil: “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los
pecadores aman a los que les aman” (Lc 6,32). El Señor invita a los suyos
a ser compasivos y misericordiosos para con todos (Lc 6, 36), que nadie se
sienta excluido porque la voluntad de Dios nos ha sido revelada: "Dios,
nuestro Salvador... quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,3-4). Cristo vino por todos,
y no sólo por el pueblo de Israel. El murió por todos, para que los pecados de
todos fueran perdonados (Ef 1, 7). Cuando se comprende que el amor de Dios es
universal comenzamos abrir nuestra mente y nuestros ojos para aceptar a los
demás como hermanos, y a extender nuestra mano para compartir con ellos los
dones que el Señor nos ha dado para nuestra realización y para ayuda de los
otros, especialmente de los menos favorecidos. Los peores enemigos de nuestra
salvación y por lo tanto de la dinámica del amor, serían entonces el
“individualismo y el relativismo” que hacen decir: “estando yo bien los demás
allá ellos” y “Cuánto tienes, cuánto vales”.
Para el Apóstol Pablo, todos, judíos y gentiles, pobres y
ricos, hombres y mujeres somos contemplados con la misma mirada divina: “Mas
ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis
llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que
de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, y
anulando en su carne la Ley con sus mandamientos y sus decretos, para crear en
sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo. De este modo, hizo las paces y
reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en
sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que
estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Por él, unos y otros tenemos
libre acceso al Padre en un mismo Espíritu”. (Ef 2, 13- 18)
La universalidad del amor nos pide tener la mirada de Dios y
pensar a todos como Dios los piensa, para reconocer a todos como personas
valiosas, importantes y dignas. Aceptar a todos y respetarlos
incondicionalmente.
El amor evangélico nos lleva a amar a todos, sin excluir a
nadie y a comportarnos como verdaderos hijos del Padre Celestial, es decir,
imitando su amor, sobre todo en las características que hemos puesto de
relieve: la gratuidad y la universalidad. Entonces, trataremos de ser los
primeros en amar con un amor generoso, solidario, abierto a todos,
especialmente hacia aquellos vacíos que podamos encontrar a nuestro alrededor.
Trataremos de amar con un amor desapegado de los resultados. Nos
esforzaremos en hacernos instrumentos de la liberalidad de Dios, haciendo
partícipes a los demás de los dones naturales y de gracia que hemos recibido de
Él. Dejándonos guiar por esta Palabra de Jesús, veremos con ojos nuevos y con
un corazón nuevo a cualquier prójimo que pase a nuestro lado, cualquier ocasión
que la vida diaria nos ofrezca. Y allí donde nos encontremos trabajando
(familia, colegio, ambiente de trabajo, hospital, etc.), nos sentiremos
impulsados a dispensar este amor que es propio de Dios y que Jesús trajo a la
tierra, el único capaz de transformar el mundo (Chiara Lubich).
3.- HACERSE UNO.
El
amor verdadero ama al otro como así mismo y sabe hacerse uno con los otros. Por ejemplo, si uno
sufre saber, sufrir con él; si uno está alegre, saber estar alegre con él. Por
ejemplo, si vas a una boda con mala cara estás equivocado. Hay que gozar con el
que goza. O si vas a ver a un enfermo, no se te ocurre reírte o pensar en otra
cosa. No, hay que sufrir con él, hay que vivir lo que el otro vive
(ChiaraLubic).
Hay que hacerse uno con el
otro. Por lo tanto, no es un amor sentimental, es un amor concreto. Hacerse uno
con el otro a la luz del Amor es hacerse solidario cargando con sus
debilidades, haciendo propio el problema del otro; tener disponibilidad para
compartir según su necesidad y de acuerdo a las propias necesidades (Rom 15,
1). “Quien ve a su hermano pasar necesidad y no le ayuda es peor que un pagano”
(1 de Jn 3, 17) Hacerse uno con el enfermo, con el secuestrado para ayudar a
pagar su rescate, con el padre desempleado que no puede pagar la inscripción de
la escuela de sus hijos. No esperemos que vengan a pedirnos, tomemos la
iniciativa y salgamos a buscar con quien hacerse uno por amor y nunca para
quedar bien.
4.- VER A JESUS EN EL
OTRO.
El otro, los otros, el enfermo, el pobre, el extranjero,
etc., son lugares teológicos en donde podemos encontrarnos con Dios. Ver a
Jesús en el otro implica poseer la mirada de Jesús para vernos como él nos
mira, con amor, respeto, admiración. Lo primero es dejarse encontrar por el
Señor Jesús que busca a las ovejas perdidas hasta encontrarlas (Lc 15, 4), es
decir, las ama hasta el extremo (Jn 13, 1). Hoy se habla de darle sentido a la
vida. Es decir, orienta tu vida hacia Dios. Búscalo de todo corazón y él se dejará
encontrar por ti (Jer 29, 13). El hombre busca a Dios y él busca al pecador, el
encuentro es posible porque Dios se deja encontrar, se hace el encontradizo,
como el caso de la mujer samaritana, (Jn 4. 1ss) y Zaqueo (Lc 19,1ss). Lugar
por excelencia para encontrarse con el Señor es el propio corazón (Mt 6)-
Después de encontrar a Dios en nosotros mismos, ahora vayamos
a buscarlo en los demás. Si no somos capaces de encontrarlo en los otros,
significa que tampoco lo hemos encontrado en nosotros, seguimos vacíos, ciegos
y sordos. Reconocer a Cristo en el rostro de los pobres es un signo profético
de crecimiento y madurez humana que supera el reconocer al otro como persona y
poder amarlo con el amor de Cristo, aceptarlo como hermano y cargar con sus
debilidades. El otro es de mi misma naturaleza, me pertenece y yo le pertenezco
a él, somos miembros unos de los otros (Rom 12, 5)- Hijos de un mismo Padre
(Gál 3, 26) Hermanos unos de los otros, somos una fraternidad (Mt 9, 23)
llamados a servirnos unos a los otros (Jn 13, 13). Somos entonces, una
Comunidad de hombres y mujeres con los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2, 5)-
5.- AMAR AL ENEMIGO. El amor cristiano, el que nos ha
traído Cristo, no tiene fronteras. No podemos encerrarlo en círculos familiares
ni egoístas. Jesús nos pide amar a
Dios y al prójimo. "Nadie
tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Pero, sabemos de un amor más grande: “Perdónalos Padre porque no saben
lo que hacen” (Lc 23, 34) El verdadero amor cristiano ama también al
enemigo y se abre al perdón sin límites: “Perdona
setenta veces…” (Mt 18,22), es decir siempre. Perdonar es amar con el mismo
amor con el que Cristo nos amó y dio su vida por nosotros. Los discípulos de
Jesús son llamados a amar también al enemigo, y hacer el bien, y reza por él
(Lc 6, 27). Este amor al enemigo es la revolución típica de nuestro
cristianismo, yo no he encontrado esto en ningún otro lado. Amar al enemigo es
algo típicamente cristiano, es típico del cristiano. La única revolución capaz
de salvar al mundo. Escuchemos al fundador de esta revolución decirnos:
“Pero
a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos; haced bien a los que
os aborrecen; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os vituperan”
(Lc 6, 27-28)-
6.- AMARSE RECIPROCAMENTE.
Jesús quiere que el amor
verdadero sea recíproco. Por eso nos dejo su Mandamiento:
“Ámense los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34). Que uno ame al otro y viceversa, de modo
tal que se llegue a la unidad, esa unidad de la cual Jesús habló en su
testamento, en su oración sacerdotal. Es justo el Mandamiento Nuevo que vino a
la tierra con Jesús: “Ámense mutuamente como yo los he amado.” Porque El quiere
que nosotros imitemos a la Santísima Trinidad, como se aman las Personas en la
Trinidad. Que también entre nosotros cristianos nos amemos de esta forma. El amor recíproco está cimentado en dos columnas: la apertura y la
acogida, para que el amor sea auténtico. “Effata”, significa abrirse a la
acción de Dios y de los hermanos. “Effata” significa entonces dejarse amar por
los otros, dejarse servir y ayudar, es sentarse a la mesa con ellos para
compartir lo que generosamente pueden ofrecer. Para que se dé un encuentro
interpersonal hay que remover las barreras de soberbia, egoísmo, autosuficiencia.
Hay que bajarse del “árbol de grandeza” como Zaqueo, (Lc 19,1-10). Hay que
bajarse por la acción del Espíritu Santo del “caballo” como Pablo en el Camino
de Damasco (Hch 9). Dejarse amar por los pobres es reconocer y aceptar que
también ellos son sujetos de la Evangelización. Evangelizar es amar… y dejarse amar.
7.- AMAR CON OTROS.
En el Reino de Dios, nadie se realiza solo (Rom 14, 8).
Necesitamos de los otros y ellos necesitan de nosotros. Buen servidor no es el
que hace muchas cosas, pero las hace sin los demás. El arte de amar nos enseña
a servir con otros, caminar con ellos y aprender de los demás, dejando que
también aprendan de nuestros aportes. El hombre se realiza amando y el amor se
expresa en la donación, entrega y servicio. Si negamos a otros la oportunidad
de amar, sería negarles la oportunidad de realizarse, y a la vez, nos
empobreceríamos al despreciar su ayuda. “Ya estamos completos”, es una mentira.
Todos somos importantes, y tenemos algo que los demás necesitan, ellos a la
vez, poseen algo que nosotros podemos necesitar.
Seamos personas abiertas al “Compromiso Cristiano”. El
compromiso es el “ser enviados con otros a favor de otros” para ayudarles
hacerse más y mejores personas. Para poder vivir en camino sinodal, vivir con
otros. Es poner en práctica el evangelio de Jesús que nos invita al “Amor
reciproco” al darnos su Mandamiento Regio: Ámense los unos a los otros como yo
los he amado” (Jn 13, 34). Este es el Amor que hace unidad, libera y hace
fraternidad. El “Amor recíproco” es lo que nos identifica como “discípulos de Jesús,
amigos suyos, pueblo de su propiedad” (Rom 1, 7; Gál 5, 24). Somos de Cristo
por que nos amamos y nos servimos unos otros. Busquemos siempre el bien de los
demás, como el Señor Jesús lo hizo, en eso está la gloria de Dios.
La finalidad de todos es la Gloria de Dios y el bien
de la Iglesia. Llevemos una vida empapada de oración con fe, filial, humilde, agradecida
e intercesora. Para que dediquemos una vida en favor de los enfermos, los
pobres al estilo de Jesús.
AMAR ES DARSE, DONARE Y ENTREGARSE A UNA PERSONA PARA QUE SE
REALICE COMO LO QUE ESTÁ LLAMADO A SER, UNA PLENITUD DE PERSONA, VALIOSA,
IMPORTANTE Y DIGNA.
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