DOMINGO
TERCERO DE CUARESMA
La
urgencia de la conversión, por aproximarse del Juicio de Dios, nos hace salir
de nosotros mismos, nos hace salir de nuestro Egipto y cruzar el Mar Rojo para
llegar a la tierra prometida que es Cristo.
La Palabra
de Dios siempre quiere llevarnos a la conversión y la urgencia de este llamado
asume en Cristo una tonalidad particular. Él es la misericordia del
Padre.
El tiempo
de Cristo, es el tiempo de la paciencia del Padre. Un largo tiempo de
esterilidad no impide a Dios de dar posibilidad que surja el higo. La paciencia
de Dios no es debilidad, es amor.
La vocación
de Moisés, a quien Dios encarga obtener la liberación de su pueblo de la
opresión del faraón de Egipto, es una etapa de la historia de Israel nos
revelan la intención y la pedagogía divina para guiar al hombre destinado a
decisiva de la historia de la salvación.
Los
acontecimientos a reencontrar la amistad del Señor.
En la
parábola la higuera, rica de hojas que con su sombra ya valía algo, en realidad
está inútilmente viva, porque no da fruto. Pero le viene concedido aún un
tiempo antes de ser cortada.
La
conversión espiritual tiene que dar frutos, retardar la conversión por flojera,
por cálculo, es una trágica ilusión, porque el tiempo final podría estar cerca.
Hablar así, no es meter miedo ni aterrorizar, sino que amar de verdad.
Tenemos que
convertirnos porque el Reino de Dios está cerca.
Antífona de
entrada Sal 24, 15-16
Mis ojos
están siempre fijos en el Señor, porque él sacará mis pies de la trampa. Mírame
y ten piedad de mí, Señor, porque estoy solo y afligido.
ORACIÓN
COLECTA
Dios de
misericordia y origen de todo bien, que en el ayuno, la oración y la limosna
nos muestras el remedio del pecado, mira con agrado el reconocimiento de
nuestra pequeñez, para que seamos aliviados por tu misericordia quienes nos
humillamos interiormente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los
siglos.
PRIMERA
LECTURA
“Yo soy” me
envió a ustedes.
Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a. 10. 13-15
Moisés, que
apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez
el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se
le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de
la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: “Voy
a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se
consume?”
Cuando el
Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza,
diciendo: “¡Moisés, Moisés!”. “Aquí estoy”,
respondió él. Entonces Dios le dijo: “No te acerques hasta aquí.
Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”.
Luego siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”.
Moisés se
cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios. El Señor dijo: “Yo
he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de
dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por
eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde
aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y
miel. Ahora ve, Yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a
los israelitas”.
Moisés dijo
a Dios: “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios
de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces,
¿qué les responderé?” Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”.
Luego añadió: “Tú hablarás así a los israelitas: “Yo soy” me envió
a ustedes”. Y continuó diciendo a Moisés: “Tu hablarás así a
los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre, y
así será invocado en todos los tiempos futuros”.
SALMO
RESPONSORIAL 102, 1-4. 6-8. 11
R/. El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice
al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al
Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.
Él
perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del
sepulcro, te corona de amor y de ternura.
El
Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos; Él mostró sus
caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel.
El
Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia;
cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que
lo temen.
SEGUNDA
LECTURA
La vida del
pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para que nos sirviera de lección.
Lectura de
la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10,
1-6. 10-12
Hermanos:
No deben ignorar que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos
atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue
un bautismo que los unió a Moisés. También todos comieron la misma comida y
bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca
espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy
pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos
en el desierto.
Todo esto
aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos
arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos
rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del
Angel exterminador.
Todo esto
les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los
que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de
no caer!
ACLAMACIÓN
AL Evangelio Mt 4, 17
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”, dice el
Señor.
Evangelio
Si no se
convierten, todos acabarán de la misma manera. + Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas 13, 1-9
En
cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de
aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus
sacrificios. Él les respondió:
“¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más
pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten,
todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que
murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que
los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se
convierten, todos acabarán de la misma manera”.
Les dijo
también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su
viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace
tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro.
Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”
Pero él
respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de
ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás””.
Credo
Oración
Universal
Instruidos por el ejemplo de Jesús, el Señor, que en el desierto se
entregaba a la oración, oremos también nosotros con insistencia a nuestro Dios:
- Para
que todos los fieles, por medio de las penitencias y prácticas cuaresmales,
sean purificados de sus culpas y vean fortalecida su vida cristiana, roguemos
al Señor.
- Para
que todos los pueblos alcancen la paz, la tranquilidad y el bienestar necesario
y puedan así buscar más fácilmente los bienes del cielo, roguemos al Señor.
- Para
que el Señor conceda su fuerza a los que se ven tentados o se sienten turbados,
infunda el deseo de la conversión a los pecadores y otorgue el consuelo del
cielo a los que están tristes o abatidos, roguemos al Señor.
- Para
que infunda en todos nosotros el deseo de una verdadera conversión, a fin de
que nos preparemos a celebrar debidamente el sacramento pascual de la
penitencia, roguemos al Señor.
Padre santo y misericordioso, que nunca abandonas a tus hijos, sino que
les revelas la gloria de tu nombre, escucha nuestras oraciones y haz que
sepamos acoger tus enseñanzas con la sencillez de un niño y demos frutos de
verdadera y continua conversión. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, por
este sacrificio concédenos que, así como te pedimos que perdones nuestros
pecados, perdonemos también nosotros las faltas de nuestros hermanos. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En verdad
es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque con
nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones,
para dominar nuestro orgullo, e imitar así tu generosidad compartiendo nuestros
bienes con los necesitados. Por eso, con la multitud de los ángeles, te
alabamos diciendo a una sola voz:
Santo, Santo, Santo …
Antífona de
comunión Sal 83, 4-5
Hasta el
gorrión encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus
pichones: junto a tus altares, Señor del universo, mi Rey y mi Dios. Felices
los que habitan en tu casa y te alaban sin cesar.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre,
alimentados en la tierra con el pan del cielo, anticipo de la eterna salvación,
te suplicamos que lleves a su plenitud el misterio que se realiza en nosotros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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