LLAMADOS AMAR Y A SERVIR A CRISTO Y A LOS DEMÁS.

 LLAMADOS AMAR Y A SERVIR A CRISTO Y A LOS DEMÁS.



Iluminación: En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. (Jn 12, 24- 25).


El evangelio de Jesús. 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida y enseguida le llevaron a Jesús un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: "¿Ves algo?" El ciego, empezando a ver, le dijo: "Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan". Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie"(Marcos 8, 22-26).

Le llevaron a Jesús un ciego y le pedían que lo tocara.

Un ciego de nacimiento es un alguien que necesita de los demás para casi todo. No puede ver y no puede conocer; no conoce lo verde de los árboles; no conoce el color del arco iris ni la sonrisa de los niños, como tampoco puede ver la lluvia caer. Espiritualmente el ciego no sabe distinguir entre lo bueno y lo malo; no pude rechazar lo malo y hacer lo bueno, pero puede desarrollar posibilidades que otros no tienen. El ciego espiritualmente piesa que vale por lo que tien y se sabe superior a los demás. 

Marcos propone a su Comunidad la curación del ciego como un proceso que dura su tiempo, no es de un día para otro, un proceso que puede durar toda la vida. 

El primer paso es llevárselo a Jesús. El mismo, que hace hablar a los mudos y oír a los sordos (Mc 7, 21). 

El segundo paso es Jesús que lo toma de la mano (Lo levanta) y lo saca de la gente. Lo saca del exilio, del pecado. El tercer paso Jesús le pone saliva en sus ojos y le impone sus manos. Para luego hacerle la pregunta: "¿Ves algo?"  

El ciego, empezando a ver, le dijo: "Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan". 

Se trata de un conocimiento deformado, su fe está desfigurada. “Ayuna para el Señor, pero, es pura dieta”. “Hace de Jesús un parche” y quiere llenar su vaso del vino nuevo sin lavarse” (Mc 2, 19- 22). Jesús no terminado su obra con el ciego. 

Viene un cuarto paso, le vuelve imponer sus manos y hace oración, y el hombre pudo ver completamente bien. Ahora pude ver a Jesús cara a cara-

El deseo más profundo del hombre es ver a Jesús; ver a Jesús es creer en él. El encuentro con él es liberador y es gozoso. Liberador por que nos quita las cargas y gozoso porque nos hace participar de su resurrección y derrama su amor en nuestro corazón. El que experimenta esto puede ver a Jesús. Y  se sabe amado, perdonado y reconciliado. 

Ahora puede conocerlo, no de oídas, sino, de hecho, se ha encontrado con él y vive de encuentros con su Salvador. Sabe que Jesús es el Don de Dios a los hombres (Jn 3, 16). Sabe que es el Hijo de Dios y el Cristo (Mt 16, 16; Mc 8, 31) Sabe que es su Salvador porque lo amó y se entregó por él (Ef 5, 1- 2; Gál 2, 19) Sabe que es su Maestro por que le ha enseñado el arte de amar y el arte de servir. (Jn 13, 34; Mt 20, 25) Ahora también lo reconoce como su Señor (Flp 2, 9- 11) Jesús es el único que puede llenar los vacíos de su corazón (cfr Hch 4, 12).

Ahora puede amarlo de todo corazón y con todas sus fuerzas. El amor es la señal que lo conoce y que lo ama: En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Jn 2, 3- 5) Jesús me amó, me perdonó, me reconcilió y me salvó, yo, también lo amo a él, guardo sus mandamientos y guardo su Palabra (Jn 14, 21- 23).

Ahora también lo sigo. Lo veo, lo conozco, lo amo y lo sigo. Me hago su amigo y su discípulo. Mi alegría es escuchar su Palabra y obedecerlo (cfr Lc 6, 46: Lc 8, 21: Lc 11, 28; Jn 2, 5) La clave del seguimiento es el amor y por amor, “me niego a mí mismo, tomo su cruz y lo sigo “ (Lc 9, 23)

Y ahora mi fe ha llegado a su madurez, yo decido servir a Jesús. Como él lo ha dicho: Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 25- 28).

Ahora podemos comprender que la conversión dura toda la vida y que consiste en “llenarse de Cristo” o “Revestirse de Cristo” (Rm 13, 14) Para caminar con la túnica puesta y las lámparas encendidas (Lc 12, 35) No te desanimes, Jesús camina a tu lado, él lo prometió: “Yo estaré con Ustedes todo los adías, hasta el fin (Mt 28, 20).

El camino, desde el primer paso hasta el último, ha de estar acompañado por la Oración poniendo todas tus preocupaciones en las manos del Señor (Mt 26, 41; 1 de Pe 5, 7).

Todo se manifiesta en el amor y este se manifiesta en el servicio. “El que no trabaje que no coma” (2 de Tes 3, 10) Trabajar en la liberación, en la reconciliación, en la salvación y en santificación de los hombres, la tuya y la de los otros. Esta es la Obra de Dios (Jn 4, 34). Para eso hemos sido elegidos, llamados, formados y enviados, para servir al Reino de Dios y de Cristo.







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