LA PRUEBA ES LA SEÑAL QUE ESTAMOS SIGUIENDO A CRISTO.
Iluminación: No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual el mundo está crucificado para míy yo para el mundo. (Gál 6, 14)
Jesús está dedicados formar a sus discípulos.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará". Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones. Marcos 9, 30-37
Para servir al Señor hay que nacer de Nuevo. nacer de Dios.
No basta con ponerle un parche nuevo a un vestido viejo, en la actividad se rompería el vestido y se echaría a perder tanto, lo viejo como lo nevo. (cfr Mc 2, 21) No se puede echar el Vino nuevo en odres viejos, a vino nuevo, odres nuevos (Mc 2, 22). Jesús enseña y forma, pero no obliga ni engaña ni manipula. Educa con paciencia y con toda claridad.
Jesús sigue con su enseñanza: Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutían por el camino?" Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: "Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos".
Jesús sabe de qué vienen hablando de la ambición que había en el corazón de sus discípulos, pero, él quiere que ellos lo digan, que salga de sus corazones, los invita a que sean partícipes. La enseñanza de Jesús es sobre el servicio; el arte de servir para vencer la ambición del poder. Él enseña con su Palabra y con su Testimonio: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida por muchos” (Mt 20, 28). “El que quiera servir que me siga” (Lc 9, 23) “El que quiera estar conmigo que me siga (Jn 12, 26). A dónde yo voy ahora ustedes no podrán ir, pero, un día podrán ir (Jn 13. 33) El camino es nacer de Nuevo para que se hagan como niños.
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: "El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado". (Mc 9, 35- 37).
El que se decida servir al Señor que se prepare para la prueba.
Hijo mío, si te propones servir al Señor, prepárate para la prueba; mantén firme el corazón y sé valiente; no te asustes en el momento de la adversidad. Pégate al Señor y nunca te desprendas de él, para que seas recompensado al fin de tus días. Acepta todo lo que te sobrevenga, y en los infortunios ten paciencia, pues el oro se purifica con el fuego y el hombre a quien Dios ama, en el crisol del sufrimiento. (Sirácida 2, 1-13)
Aférrate a Cristo; ten paciencia, confía en él; espera en él y confía en su misericordia. ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado? ¿Quién perseveró en su santo temor y fue abandonado? ¿Quién lo invocó y fue desatendido? El Señor es clemente y misericordioso; él perdona los pecados y salva en el tiempo de la tribulación. (Sirácida 2, 12- 13).
Lo primero después del encuentro con Jesús es ser llevados al desierto.
En el desierto se prolonga y se continua la experiencia de Dios. El desierto es el lugar de la victoria de Dios; es también llamado el lugar donde habitan los demonios. Es el lugar para hacer la “Opción Fundamental por Cristo” Y tomar la firme determinación de seguir, amar y servir al Hijo de Dios, para lo cual se ha de vencer a los demonios, atarlos o echarlos fuera para luego irse a invadir los terrenos del diablo y liberar a los oprimidos por el Maligno (cfr Hch 10, 38).
La prueba es la señal que estamos siguiendo a Cristo.
“Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear.” (Snt 1, 2- 4).
Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo. (1 de Pe 1, 6- 7)-
La finalidad de la prueba es la santidad.
Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo. (1 de pe 14-16).
La prueba o crisis espiritual pide algunas condiciones.
La primera es purificar la intención por la que seguimos a Jesús. Pide una recta intención, un corazón limpio y una fe sincera (1 de Tm 1, 5) Busquemos a Jesús por o que Él, es y no por lo que tiene.
Segundo fuera toda idolatría, no hagamos ídolos, de las cosas, de las personas, del poder, del tener, del placer o de las ideologías.
En tercer lugar, no desviar nuestro corazón ni a izquierda ni a derecha y hacia atrás.
En cuarto lugar, remar hacia adentro, para que nuestra fe crezca y madure, hasta dar frutos de vida eterna. Los frutos son el amor, la paz y la justicia (Rm 14, 17; Ef 5, 9).
Durante la prueba recibimos la visita del Ángel de la purificación, se trata de la visita del Señor. Lo triste es que hay veces que no lo reconocemos y le cerramos la puerta de nuestro corazón al Señor que nos visita (Cfr Apoc 3, 20) Lo podemos reconocer en la Oración y podemos hacer dos preguntas y hacerle un ofrecimiento:
Señor, ¿Qué me quieres enseñar? Has dejado la oración, la Palabra y los sacramentos; criticaste a alguien; estás descuidando a tu familia. Hiciste algo malo….
Señor, ¿Qué quieres que yo haga? Vuelve a la oración ,a mi Palabra y a los sacramentos, sé más responsable, vuelve a la comunidad…
Señor me ofrezco a ti como una hostia viva, santa y agradable a Dios (Rm 12, 1). Al estilo de María, la Madre que dijo: “Hágase en mí según su Palabra” (Lc 1, 38) Y la prueba pasa y deja huella: crecimiento en la fe, la esperanza y en la caridad.
La señal que ha habido victoria es el Amor, lo contrario es seguir arrastrando la cobija y seguir esperando otra visita del Señor, para no reconocerla.
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