LA PREGUNTA DE JESÚS A SUS DISCÍPULOS.
Iluminación: Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día. (Mc 8, 31)
El antes y el después en el Ministerio de Jesús.
Marcos 8. 31 y Mateo 16, 16 y Lucas 9, 20, dividen el Ministerio de Jesús en dos, en un antes y en un después. Antes totalmente dedicado a la predicación. Hacer milagros y exorcismos, después estará dedicado la formación de sus discípulos, para que continúen su Obra cuando se haya ido. Jesús descubre que la muchedumbre, lo siguen por sus milagros: “Les he dado de comer hasta saciarse” (Jn 6, 26) Pero, realmente no han creído en él. Entre la gente hay mucha, que han venido de parte de la Religión del Templo, son espías, toman nota de lo que hace y dice, le han preguntas capciosas, y Jesús toma una conclusión: “Me van a matar”
La pregunta de Jesús a sus discípulos.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesárea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos le contestaron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas".
Entonces él les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías". Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.
Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: "¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres". (Marcos 8, 29-33)
La gente tenía Jesús como uno de los profetas y como profeta hablaba con autoridad, pero, la pregunta que Jesús quiere escuchar es la de sus discípulos. La respuesta no se puede pedir prestada, ni copiar, ni rebuscarla en los libros, Ha de ser personal y ha de venir como experiencia, fruto de los encuentros con Jesús. Encuentros liberadores, gozosos y gloriosos. Sentirse amados, perdonados, reconciliados y salvados por Jesús, el Redentor de los hombres.
La respuesta es de Pedro, que en nombre de los Doce y de toda la Iglesia dice: "Tú eres el Mesías". En san Mateo añade: “El Hijo de Dios” (Mt 16, 16) La respuesta de sus discípulos puede ser variada, pero con el mismo sentido: Tú eres mi Redentor, mi Libertador, mi Salvador, mi Maestro y mi Señor. El único que puede llenar los vacíos de mi corazón y darle sentido a mi vida (cfr Hch 4, 12).
Me has liberado del dominio de mis impulsos y de mis instintos; me has salvado de mis pecados; me has enseñado el arte de amar y el arte de servir; eres mi Dueño, y yo te pertenezco te amo y te sirvo. Todo lo hiciste porque me amas y por eso te entregaste por mí, para que yo participara de tu Vida, de tu Perdón y de tu Espíritu-
Jesús empieza la formación de sus discípulos:
“He tomado la firme determinación de subir Jerusalen. “Allá será mi Graduación como el Siervo de Dios.” “El que quiera graduarse conmigo que me siga” (Jn 12, 26; Lc 9, 23) Voy a padecer, voy a sufrir, voy a morir, pero, al tercer día resucitaré. Y lo decía con toda claridad.
Las palabras de Jesús llenan de miedo a los discípulos, porque ese no era el Mesías que ellos esperaban. Un Mesías triunfalista, victorioso y rico, y no el pobre, humilde y sufriente. Es decir, el Mesías de Dios y no él del pueblo- Pedro, toma la iniciativa, lo toma de la mano y lo saca de entre los discípulos y lo regaña: ¿Te volviste loco? “No vuelvas hablar así” ¿Qué vas a padecer, que vas a morir y que vas a resucitar? Pedro amaba a Jesús, pero no entendía los proyectos de Dios, por eso Jesús le responde con toda firmeza y con toda autoridad: "¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres".
Satanás significa el que pone obstáculos, el que estorba. Jesús le llama Satanás a Pedro porque le está estorbando; le está poniendo obstáculos. Le está cambiando los planes de Dios por los planes del mundo.
¿Cuántas veces le hemos puesto obstáculos a Jesús?
Obstáculos para no nacer, para no morir y para no resucitar; obstáculos para no crecer en la Gracia de Dios y en el conocimiento de Cristo; obstáculos para no convertirnos; para no amar y para no servir. “Mi Padre siempre trabaja y yo también, dice Jesús” ( Jn 5, 17) Y yo me la paso poniéndole obstáculos con mi egoísmo, con mi pereza, con mi lujuria, etc.
Recordemos el camino de la purificación:
El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Flp 2, 6- 8)
No tengamos miedo caminar con Jesús por su Camino estrecho y pasar por su Puerta estrecha, no estamos solos, él camina con nosotros, es su Promesa (Mt 7, 13- 14; Mt 28, 20) Es la invitación que él nos hace a morir con él, ser sepultados con él y resucitar con él, para pasar con él la Vida eterna. (Rm 6, 3- 5).
Recordemos a san Pablo.
Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; i nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo. (2 de Tm 2, 9- 11)
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