HACE OÍR A LOS SORDOS Y HABLAR A LOS MUDOS.
Iluminación: De todos los animales salvajes creados por el Señor Dios, la serpiente era el más astuto. Un día le dijo a la mujer: “¿Es cierto que Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?” La mujer respondió a la serpiente: “No. Sí podemos comer los frutos de los árboles del jardín, pero de los frutos del árbol que está en el centro, Dios nos ha prohibido comer y nos ha dicho que no lo toquemos, porque, de lo contrario, moriremos”. (Génesis 3, 1-3)
Cuídense de los tres demonios que nos llevan al Vacío.
El primer demonio es el engaño: La serpiente le dijo a la mujer: “Eso de que ustedes van a morir no es cierto. Al contrario, Dios sabe muy bien que, si comen esos frutos, se les abrirán los ojos y serán como dioses, pues conocerán el bien y el mal”. (Gn 3, 4-5)
La mentira es la fuerza de mal, y tiene por padre al diablo que es un mentiroso y un asesino, en él no hay verdad y no hay vida (Jn 8, 44) Con su palabra divide, confunde, engaña, manipula, aplasta y mata.
El segundo demonio es la parálisis: Entonces los frutos de aquel árbol le parecieron a la mujer apetitosos, de hermoso aspecto y excelentes para adquirir sabiduría. Tomó de los frutos y comió; y después le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Al momento se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se cubrieron con ellas. Oyeron luego los pasos del Señor Dios, que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y se ocultaron de su vista entre los árboles del jardín. (Gn 3, 6- 8)
El pecado rompe la comunión con Dios, con uno mismo, con los demás y con la naturaleza, ahora se esconden de Dios, le tienen miedo y huyen de su presencia. Y sin Dios nada bueno podemos hacer (Jn 15, 5) Somos estériles. Sin fruto y sin vida, el pecado paga con la muerte (Rm 6, 23) Le endurezcamos el corazón al Señor y ahora queriendo hacer el bien no podemos, es el mal el que se nos presenta (Rm 7, 15- 21).
El tercer demonio es la frustración. Este viene del Vacío existencial, vacío de Dios y vacío de amor. Los hijos de la frustración son Legión: el aburrimiento, el alcoholismo, la drogadicción, el sexo desordenado, la agresividad, la depresión, la angustia, el aislamiento y la perdida del sentido de la vida. Nuestra vida se convierte en Caos, en Vacío en Tinieblas.
Se pierden nuestras mejores posibilidades: “Teniendo ojos no ven; teniendo boca no hablan; teniendo oídos no escuchan; Teniendo manos no trabajan, teniendo pies no camina; teniendo mente no piensan; teniendo voluntad no deciden; teniendo corazón no aman. Hemos entrado en un proceso de descomposición humana.
Pero, no todo está perdido. Hay una Promesa, la del “Proto evangelio”. Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.» (Gn 3, 15), ese día, el día de Cristo, podrás volver al Paraíso y comer de los frutos del Árbol de la Vida (Apoc 2, 7). Podrás volver a sentarte a la Mesa del Señor y comer del Pan del Cielo. (1 de Cor 10, 21)
Todo lo hace bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Marcos 7, 31-37
Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Jesús lo toma de la mano y lo saca fuera de la gente: fuera del exilo, fuera de la Egipto, fuera del pecado. Luego le mete los dedos en los oídos y le pone saliva en su lengua, con eso nos indica que la Voluntad de Dios es que el hombre escucha y hable. Jesús ha venido a restaurar al hombre caído. Luego con su Palabra lo sana: “Effata” que significa ábrete. Ábrete a la Palabra de Dios, a la fe, a la oración, a la acción del Espíritu Santo, y se dio la apertura y la soltura: se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua.
Ahora puede escuchar a Dios y el clamor de los hombres. Escucha la Palabra de Dios en su corazón: No hagas cosas malas, haz cosas buenas, arrepiéntete y alégrate (cfrRm 12, 9; Lc 15, 7) Puede escuchar las Palabras de Cristo que lo invita al arrepentimiento: “Vengan a mí los que están cansados y tráigame su carga” (Mt 11, 28) “Ama a tu enemigo y reza por él (Lc 6, 27-28) Ahora puede escuchar las palabras de Dios. Palabras que animan, exhortan, reconcilian, consuelan, liberan, sanan, salvan y corrigen.
Sus labios han sido purificados y ahora rechaza de su boca las palabras sucias y groseras por que su boca habla lo que hay en su corazón por eso sus palabras son amables, limpias y veraces, y “No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención.” (Ef 4, 30) Ya no habla las lenguas de los demonios: Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. (Ef 4, 31). A esto Jesús dice: Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.» (Mc 7 , ) Y luego añade: "Mi pueblo me honra con sus labios pero su corazón no me pertenece". (Mt 15. 8)
Ahora es un hombre nuevo y "Hace de la escucha de la Palabra de Dios su delicia, y su alegría está en ponerla en práctica" (Lc 8, 21) “Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.” (Ef 4, 32).
Ahora puede escuchar a Cristo que lo invita a amarlo y a seguirlo.
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