NACER DE DIOS ES NACER DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU.



Iluminación: En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. (Jn 12, 24- 25)

A darle muerte al hombre viejo (Col 3, 5)

Morir al pecado es negarse así a sí mismo para dar lugar a la Voluntad de Dios que no quiere que el hombre peque, por que se hace daño (cfr 1 Jn 2, 1- 2) Morir al pecado es huir de la corrupción, de la malicia, de las pasiones juveniles, del adulterio y de todo aquello que atenta contra el crecimiento del Reino de Dios en nuestro corazón. Con palabras de Pablo es dejarse crucificar con Jesús para morir con él al pecado (cfr Gál 5, 24; 2 de Tm 2, 22; 2 de Pe 1, 4). 

El pecado es ofensa y desobediencia contra Dios.

Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. (Is 1, 15- 18).

Jesús, la Palabra d Dios, dio fruto porque murió-


Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros. Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié. (Is 55, 9- 11).


El llamado a la conversión para recibir el perdón y el don del Espíritu.

Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; (Hch 2, 37- 38).


Dios perdona los pecados que se reconocen y se arrepienten de ellos. 

Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas. (Hch 3, 18- 21).


Jesús mismo llama a la conversión y al arrepentimiento. 

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28- 30)

Para la conversión es volver a Nacer de Dios. 

Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. (Jn 3, 3- 5)


El Camino del Nuevo Nacimiento.

Lo primero es escuchar la Palabra de Dios que es luz que ilumina nuestras tinieblas. Estar embarazados con la Luz, el Amor, la Verdad y la Vida de Cristo. Es la Luz de Cristo, es la Luz del Espíritu Santo (cfr Jn 8, 12). El embarazo nos lleva al Nacimiento. 

En segundo lugar, con la Luz del Espíritu Santo reconocemos nuestros pecados, todos, los grandes y los pequeños. El que dice que no tiene pecado hace aparecer a Dios como mentiroso y la verdad no está en él (1 de Jn 1, 8- 10) Todos somos pecadores y hemos pecado (Rm 3, 23).

En tercer lugar, es el arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento consiste en el dolor por haber ofendido a Dios, porque hemos ofendido a los que él ama incondicionalmente. “Un corazón contrito y arrepentido tú no lo desprecias”. (Slm 51, 19) En virtud de la sangre de Cristo Dios perdona todo pecado por el cual hay arrepentimiento. 

En cuarto lugar, es el propósito de enmienda. “No volveré a pecar, no obstante, y soy débil he de hacer este paso. “Señor creo en Ti, pero aumenta mi fe” “Ayúdame, Señor para que yo no vuelva a ofenderte”. 

El quinto lugar, es entrar por la Puerta Estrecha; Cristo Crucificado (cfr Mt 7, 13- 14) Entregarle a carga a Jesús, ponerla a los pies de su Cruz para que él redima nuestros pecados y lave nuestros corazones de los pecados que llevan a la muerte (cfr Hebb 9, 14).

Como católico el encuentro con Jesús es en el Sacramento de la Confesión o Penitencia. Cómo acercarme al  Sacramento? 

Con una actitud de fe en la Iglesia. Creo que la Iglesia recibió de Jesús resucitado el Ministerio de la reconciliación: Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 22- 23).

El segundo lugar, con una actitud de esperanza. Voy al juicio donde Cristo está echando fuera al Diablo (Jn 16, 9) Si voy a ese juicio con un corazón arrepentido, tengo la esperanza de salir libre, perdonado y reconciliado. Dios es misericordioso y compasivo y perdona lo mucho y lo poquito. 

Em tercer lugar, llevo la actitud de la caridad. Con el corazón arrepentido llevo el deseo de amar a Dios, guardar sus mandamientos y guardar su Palabra (cfr Jn 14, 21- 23) Llevo el deseo de hacer la Voluntad de Dios, siempre y en todas partes. 

Al pasar por la Puerta estrecha me apropio de los frutos de la redención: el perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo, se da el Nuevo Nacimiento, he nacido de Dios. 

Y, ¿ahora qué? Ahora a crecer en la Gracia y en el conocimiento de Dios (2 de Pe 3, 18) Y en su primera carta nos dice: Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencia. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. (1 de Pe 2. 1- 3).

La Penitencia es aceptar con alegría participar de la Pasión de Cristo. 











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