ADOREMOS A DIOS EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.

 ADOREMOS A DIOS EN ESPÍRITU Y EN VERDAD. 



Iluminación: En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. (1 de Jn 2, 3- 4)

El relato evangélico. 

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?" (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas). Marcos 7, 1-13

No era tanto por higiene, sino que lo hacían por sentirse impuros e indignos, por eso usaban los ritos y las abluciones para purificarse, lavándose las manos hasta los codos, pero su mente, sus labios y sus corazones quedaban llenos de sangre, el agua no limpia ni purifica los pecados, estos quedan limpios por la sangre de Cristo (Ef 1, 7: Heb 9, 14). Sólo el Bautismo nos lava y no santifica, cuando es correctamente administrado: “él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”. (Tito 3, 5).

La enseñanza de Jesús.

Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres". Marcos 7, 1-13

El culto sin obediencia a la Palabra de Dios, sin justicia y sin misericordia no es agradable a Dios (Is 1, 15- 16) Así lo dice el profeta Miqueas: «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios.» (Miqueas 6, 8). El culto agradable a Dios se hace por amor que nace de una fe sincera, de un corazón limpio y de una conciencia recta (1 de Tm 1. 5) El culto razonable ha de ser vivo, santo y agradable a Dios (cfr Rm 12, 1) 

El culto de labios para fuera no es grato ni agradable a Dios, así lo confirma el evangelio de Mateo: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)

La Adoración a Dios pide “guardar los Mandamientos, obedecer su Palabra y amar al prójimo” (Hn 14, 21. 23; 1 de Jn 2, 2, 3- 5) Lo que pide estar en Comunión con Cristo por la fe; sin fe nada es agradable a Dios (Heb 11, 6) Por la fe en Jesucristo nuestros pecados son perdonados y recibimos el don del Espíritu Santo (Rm 5, 1) Por la fe somos hijos de Dios y hermanos de Jesús, templos vivos del Espíritu e hijos de la Iglesia (Gál 3, 26- 27)

 Lo primero es la Palabra y el Mandamiento.

Después añadió: "De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: 'Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre'. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta". Marcos 7, 1-13


Cada uno de los Mandamientos de la Ley de Dios son palabras santas y divinas que salieron de la boca de Dios. Su sentido es el amor y el servicio a Dios y a los hombres. El que los guarda y obedece entra y abraza la “Voluntad de Dios.” Escucha y obedécela y darás fruto de vida eterna. Te revestirás de justicia y santidad y caminaras en el Reino de Dios (cfr Mt 6, 6-9).

Jesús no vino a abolir la Ley sino a darle cumplimiento. (Mt 5, 17)

Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pablo nos lo recuerda: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: Para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra”. (Ef 6, 1- 3) 

El que ve a sus padres padecer necesidades y nos los ayuda, está ciego y no tiene amor. (cfr 1 de Jn 3, 17).

Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero, (Gál 3, 13) Se hizo maldición para liberarnos de la maldición y de la esclavitud de la ley. Y con su muerte abrió el camino para que viniera a nosotros el Espíritu Santo (Dál 4, 4. 6) Y pudiéramos dar culto a Dios en Espíritu y en Verdad. Para que adoremos a Dios en Cristo por el Espíritu santo. 

La religión que Jesús ofrece e invita a la Iglesia a participar es el Amor. 

La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. (Jn 15, 8- 10) El apóstol Santiago nos dice:

Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana. La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo. (Snt 1, 26- 27) El amor es la señal de que la fe está viva, activa y dando frutos: Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. (1 de Jn 3, 17- 18).



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