SEÑOR SOLO TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA.
Desde
entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar
con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?”
Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna, y nosotros hemos creído que tú eres el Santo de Dios”. Palabra del
Señor. (Jn 6, 55. 60-69)
1.
El relato evangélico
En
aquel tiempo Jesús dijo a los judíos: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre
es verdadera bebida”. Al oír estas palabras muchos discípulos de Jesús dijeron:
“Este modo de hablar es intolerable, ¿Quién puede admitir eso?”. Dándose cuenta
Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto les escandaliza? ¿Qué
sería si vieran al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es
quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho
son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En
efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de
traicionar): Después añadió: “por eso les he dicho que nadie puede venir a mí,
si el Padre no se lo concede”.
2.
La explicación
del texto.
Jesús ha llegado a la revelación final del por qué el Padre Dios lo ha
enviado al mundo: Para dar vida al mundo. Y esa vida nos la comunica en la
medida en que comamos su Carne y bebamos su Sangre. Ese es el deseo eterno de
Dios, darnos Vida, y para eso, nos ha dado a su Hijo, y para eso, inventó la
Eucaristía. Tan solo nos pide creer en su Enviado, su Hijo amado. Su Palabra
suscita en el hombre, por la escucha la fe bíblica, que se ha de convertir en
norma para su vida, en luz en su camino, hasta llegar a decir con Jesús. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi
Padre y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34) Sólo entonces la Palabra podrá
darnos en nosotros frutos de vida eterna. Jesús quiere dar vida a cada hombre,
para que podamos como él ser capaces de fraccionarnos, de darnos a los demás
como alimento que da vida al Pueblo de Dios.
3.
La vuelta del corazón a Dios.
Pueblo
de Dios es el grupo de hombres y mujeres que han creído en Jesucristo, escuchan
su palabra y lo siguen, rompiendo las ataduras o dejando atrás todo aquello que
es incompatible con la vocación de ser hijos de Dios, y a la vez, abrazando el
compromiso de servir al Señor en los demás a quienes Dios ama y quiere salvar. La conversión del corazón nos invita a
abandonar los ídolos y volvernos al Dios vivo y verdadero para amarlo y
servirlo con generosidad, donación y entrega. (cnf 1ª de Tes 1, 9)
Ídolo
es todo aquello que ocupa en el corazón el lugar de Cristo. Cuando el hombre ha
tenido la experiencia personal de Dios mediante el encuentro con Cristo; cuando
ha probado lo bueno que es el Señor; después de un poco caminar en la “vida
nueva”, el Señor lo invita al compromiso de hacer “Alianza con él, y, a romper
la amistad con el mundo. Cuando se pretende servir a Dios y al Mundo se cae en
la infidelidad, en la tibieza espiritual y por último en la idolatría. Tomar la
decisión, libre y consciente de seguir a Cristo nos pide una doble certeza: la
certeza de que Dios nos ama y la certeza de que también nosotros lo amamos, es
entonces cuando podemos decir con Josué: “Mi
familia y yo hemos decidido servir al Señor”. (Josué 24) Aceptemos la
invitación amorosa que Dios nos hace a seguirlo, sirviéndole.
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