MARIA MADRE DE
LA ESPERANZA MESIANICA.
Iluminación: Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en
él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo
al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Un 3,
16- 17)
María es la
Madre de Jesús, Jesús es Cristo y Cristo es Dios. (Rm 9, 5) Comencemos este Año
de la mano de la Madre de la Jesús y de la Iglesia.
La Esperanza
Mesiánica tiene dos columnas que la sostienen: la Promesa y el Cumplimiento. Cristo
es el cumplimiento de todas las promesas del Antiguo Testamento. Cristo es
nuestra Esperanza viva (1 de Pe 1, 3).
La Promesa
sobre Cristo.
Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro
vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de
nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas
y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en
vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh,
lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.» (Ez 37, 12- 14)
El cumplimiento
de la Promesa es Cristo.
Pero, al llegar la plenitud
de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la
filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! (Gál 4, 4- 6).
Cristo es la Palabra que viene como Luz a iluminar las tinieblas del corazón y para conocer el Camino que nos lleva al Padre (Jn 8, 12) Jesús de Nazaret en vida nos hizo promesas que cumple como Cristo resucitado. Cristo es nuestra Fe, nuestra Esperanza y nuestra Caridad. La Esperanza es un Alguien que nos habla de algo: de Nuestra Esperanza:
Podamos
hablar de cinco promesas de Jesús a su Iglesia, en las que la Iglesia espera y confía. La Esperanza viene de la Fe, de Cristo Jesús.
1)
La primera promesa: Y yo a mi
vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del
Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y lo
que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» (Mt 16, 18- 19) Es Cristo el que promete.
Yo estaré con Ustedes para
defenderlos, protegerlos y conducirlos. (Mt 28, 20) Jesús ha cumplido esta
promesa, nunca ha abandonado a su Iglesia, ha sido Fiel a su Promesa.
2)
La segunda promesa: «Venid a mí
todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.» (Mt 11, 28- 30).
Ir a Jesús para entregarle la
carga del pecado equivale a pasar por la puerta estrecha y aceptar a Jesús como
nuestro Salvador- La Puerta estrecha es Cristo Crucificado dando su vida para sacarnos
del pozo de la muerte y perdonar nuestros pecados y darnos Espíritu Santo. (Rm
5, 1) Jesús murió para el perdón de los pecados y resucitó para darnos vida
eterna (Rm 4, 25)
3)
La tercera promesa perdonar los pecados. Jesús
perdona lo mucho y lo poquito, lo grande y lo chiquito. No hay pecado que no
perdone, si se reconoce, se arrepiente y se confiesa. Perdona hasta setenta
veces siete (Mt 18, 22) Así lo había dicho el profeta: Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados
como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí,
cual la lana quedarán. (Is 1, 18)
4)
La cuarta promesa es
manifestarse en nuestra vida: El que tiene
mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será
amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» (Jn 14, 21) Yo me
manifestare en aquel que crea en mi y ponga en mi su confianza. Dios no quiere
que los suyos se pierdan por eso los busca hasta encontraros (Lc 15, 4) ¿Cómo
se manifiesta en los suyos?
Los libera,
los saca de las tinieblas y los lleva a la Luz; los saca de la muerte y los
leva ala vida; los libera de la idolatría y los leva a la libertad interior.
Los perdona y los reconcilia para que vuelvan a ser hijos de Dios y hermanos
entre ellos. Los salva y los santifica para que sean una Nueva Creación, hombres
nuevos (2 de Cor 5, 17; Ef 4, 24) Y los promueve para que sean sus servidores: “Dónde
abundó el pecado sobre abunda la Gracia de Dios”. (Rm 5, 20)
5)
La quinta promesa es la Vida Eterna: "Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve
sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y
me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a
verme." (Mt 25, 34- 36)
La Vida
Eterna consiste en: Esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado,
Jesucristo. (Jn 17, 3)
San Pablo sintetiza las cinco promesas en la acción del Espíritu Santo
en nuestra vida: En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son
hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el
temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace
exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar
testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos:
herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser
también con él glorificados. (Rm 8, 14- 17)
El Espíritu
Santo es la Promesa de Jesús a su Iglesia: Sino que por haberos dicho esto
vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os
conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el
Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al
mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo
referente al juicio. (Jn 16, 6- 8)
El Espíritu
Santo actualiza la Obra Redentora de Jesús en nuestra vida para que continuemos
lo que Jesús hizo por todos en su vida
terrena: Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se
alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como
el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les
dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23).
“No estaréis
solos, Yo estaré siempre con Ustedes”
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