LES LEYES DEL REINO.
Iluminación: Porque
ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo.
Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así
que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la
vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos. (Rm 14, 7- 9)
Lo que todo cristiano y todo misionero debe saber
es que el Reino de Dios crece en el mundo según un dinamismo establecido por el
mismo Dios. Todo el que se integre al Reino y quiera desarrollar su dinamismo
ha de acoger y respetar sus leyes internas. Estas leyes fueron explicadas por
el Señor Jesús a través de sus parábolas.
Ø La ley de la gratuidad. El reino crece por su sola fuerza. Hay que tener confianza absoluta en
que la semilla fructificará por sí sola. Basta sembrarla con valor, paciencia y
perseverancias (Cfr Mc 4, 26- 29)
Ø La ley de la acogida. La Palabra de Dios no da fruto automático, ya que éste depende también
de la respuesta del hombre. El Reino es una realidad que se propone y, por
tanto, puede ser aceptada, rechazada y descuidada.
Ø La ley de la gradualidad. El Reino de Dios empieza siempre de forma sencilla y humilde, para
después, siguiendo un ritmo obscuro, pero creciente de maduración, alcanzar
unos resultados inesperados (Mc 4 19. 13,20). No hay que escandalizarse porque
comience pobre, sencillo y humilde, hay que respetar sus procesos de
crecimiento con paciencia y esperanza.
Ø La ley de la contradicción. El Reino será juzgado por muchos como impiedad, subversión o locura, y,
por eso, será llevado a la cruz. Sólo si es capaz de aceptar la crisis, la
oposición y la muerte, brotará como una realidad nueva (Cfr Jn 12, 23- 28). El
discípulo no es más que su maestro, ni el siervo es más que su señor. Bástale al discípulo ser como su
maestro, y al siervo como su señor” (Mt 10, 24).
Ø La ley de la donación. En el Paraíso de Dios se encuentra el “Árbol de la vida” (Apoc 2, 7)
del cual el misionero ha de alimentarse para que pueda ser capaz de darlo todo
y para poder poseer la “Perla Preciosa”. En el Reino nadie vive para sí mismo,
tanto en la vida como en la muerte somos del Señor y para el servicio (Cf Rm
14. 8) El Señor no pide poco, tampoco pide mucho, él lo pide todo (cfr Mt 5,
44- 45). No es válido dejar algo en reserva; no es válido convertirse a medias;
no puede regatear la entrega, la donación, no se puede perder el tiempo,
dejaríamos de ser útiles para el Reino (cfr Lc 9, 59- 62).
La fuerza del reino de Dios es una gracia
humanizadora y trasformadora que irrumpe por la fe en el corazón de los hombres
para llevarlos a su Plenitud en Cristo. Fuerza que nos pone de pie, nos saca
fuera de situaciones menos humanas para hacernos más humanos, más personas y
mejores personas, capaces de “vivir en comunión y participación”, ser hombres y
mujeres para el servicio a la “comunidad fraterna”. Puesto que en el reino de
Dios nadie vive para sí mismo (cfr Rm 14, 8).
Oración: «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la
tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no
nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. «Que si vosotros perdonáis a
los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre
celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará
vuestras ofensas. (Mt 6, 9 15)
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