LA VOLUNTAD ETERNA DEL PADRE ES QUE ESTEMOS LIMPIOS
DE LA LEPRA.
Hermanos: Oigamos lo que dice el Espíritu Santo en
un salmo: Ojalá escuchen ustedes la voz del Señor, hoy.
No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión y el de la prueba en el
desierto, cuando sus padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella
generación y dije: “Es un pueblo de corazón extraviado, que no ha conocido mis
caminos”. Por eso juré en mi cólera que no entrarían en mi descanso. Hebreos 3,
7-14
La dureza de corazón va acompañada de una mente embotada por la malicia,
por un corazón vacío de amor y por el desenfreno de las pasiones. (Ef 4m 1718)
La malicia es el Ego, padre de todos los vicios que nos esclavizan y deshumanizan
y despersonalizan. La fuerza de los vicios está en la mentira. Vicios como la
pereza, la lujuria, la avaricia, la gula, la intemperancia, la soberbia, el egoísmo,
la ira, la envidia, el rencor y muchos más. Como son los enemigos de la fe como
el totalitarismo, el conformismo y el individualismo.
El relato bíblico.
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso
para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se
compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: sana!”
Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero
para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo
prescrito por Moisés”. Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que
Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera,
en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes. Marcos 1,
40-45
La envidia y la murmuración llevan a la lepra del
odio.
No así con mi siervo Moisés:
él es de toda confianza en mi casa; boca a boca hablo con él, abiertamente y no
enigmas, y contempla la imagen de Yahveh. ¿Por qué, pues, habéis osado hablar
contra mi siervo Moisés?» Y se encendió la ira de Yahveh contra ellos. Cuando
se marchó, y la Nube se retiró de encima de la Tienda, he aquí que María estaba
leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María y vio que estaba
leprosa. Y dijo Aarón a Moisés: «Perdón, Señor mío, no cargues sobre nosotros
el pecado que neciamente hemos cometido. (Núm 12, 7- 11)
Cristo es el sanador de la lepra del pecado.
En virtud de su sangre perdona nuestros pecados y lava nuestros
corazones de los pecados que llevan a la muerte (Ef 1, 7; Heb 9, 14) El salario
del pecado es la muerte, pero Dios nos da la vida en Cristo Jesús (Rm 6, 23) Lo
contrario a la muerte es la vida espiritual, don de Dios en Cristo Jesús. La
lepra del pecado es contagiosa, contamina, divide, manipula, engaña, oprime y
mata. Escuchemos la Sagrada Escritura decirnos: Rechazad,
por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de
maledicencias. (1 de Pe 2, 1).
La mentira es la fuerza de la malicia; la
envidia es tan fea que para no verse tan fea se pone mascarillas y nos convierte
en pura fachada. Las mascarillas son los pecados de la lengua: el chismo, la
crítica, la murmuración, la calumnia y los falsos testimonios. La boca habla de
lo que hay en el corazón (Lc 6, 45) Con las palabras sucias podemos enlodar,
contaminar y envenenar a los demás. Por eso Pablo nos recomienda hablar con
toda verdad: Toda acritud, ira, cólera, gritos,
maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros.
(Ef 4, 25. 31)
Los movimientos de la fe para
sanar la lepra.
Ir a Jesús, postrarse ante él y entregarle nuestra verdad: estoy
leproso, soy un pecador. Jesús toca a los leprosos,
los abraza y los atrae a él con cuerdas de ternura y de misericordia para
decirles: “Quiero queda sano.” Esta es la Verdad eterna de Dios. «Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28- 30)
Lo contrario a la lepra del
pecado es la Fe y el Amor, es decir, es Cristo que viene a encender en nuestros
corazones el fuego de su Amor (Lc 12, 49) El Amor de Dios es Luz, es Poder, es
Vigor y es Fuerza para sanar y fortalecer nuestro corazón para luchar contra el
mal haciendo el bien (cfr Ef 6. 10- 12; Rm 12, 21) Por eso podemos decir que lo
contrario a la lepra de los vicios es la Virtud que nacen de la Fe y el Amor.
Que, a su vez, nacen de la escucha de la Palabra para ser portadores de Vida
espiritual (cfr Rm 10, 17). Escuchar la Palabra y ponerla en práctica nos da
una fe sincera, llena de confianza, obediencia, pertenencia a Cristo, amor y
servicio, todas son señales que la lepra ha ido desapareciendo de nuestra vida.
Somos libres porque caminamos en la Verdad que nos hace libres (cfr Jn 8, 32).
Para ser libres nos libertó
Cristo (Gál 5, 1) ¿Libres de qué? Y ¿libres para qué? Libres de la lepra para
poder amar y servir a Cristo, a la Iglesia y a los hombres. Escuchemos la
Sagrada Escritura decirnos:
Y al extender vosotros
vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria,
yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad
vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a
hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al
huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así
fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren
rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. (Is 1, 15- 18)
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