LA SEMILLA DEL REINO ES LA PALABRA DE DIOS QUE ES VIVA Y EFICAZ.

 LA SEMILLA DEL REINO ES LA PALABRA DE DIOS QUE ES VIVA Y EFICAZ.



Iluminación: La parábola de la semilla que crece por sí misma –exclusiva de san Marcos– junto con la del granito de mostaza ponen en evidencia que el Reino de Dios tiene una íntima fuerza interior. Este dinamismo madurador ha de ser humilde y gozosamente reconocido por cada uno de nosotros. En los orígenes de nuestra salvación no es un proyecto nuestro lo que más cuenta, sino la insondable e imprescindible «gracia de Dios», que normalmente alcanza sus metas valiéndose de medios pobres y, por lo mismo, absolutamente insuficientes. (ARQUIDIOCESIS DE GUADALAJARA)


El relato del evangelio.

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra; que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por si sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de cosecha”.


Les dijo también: “¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”. (Marcos 4, 26-34)

San Pablo nos habla del crecimiento del Reino de Dios en nuestro corazón: Yo planté, Apolo regó; más fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. (1 de Cor 3, 6- 7) Se siembra y se riega con la Palabra de Dios. Que ha de ser escuchada y aceptada, hay que creer en ella y convertirse Para que el Reino aparezca en nuestra vida (Mc 1, 15).

El libro del Genesis nos dice el proyecto de Dios: “Cultiva y protege” (Gn 2, 15) Isaías nos recuerda que para dar fruto la Palabra tuvo que morir (Is 55, 9) Jeremías nos dice que barbechemos nuestro corazón (Jer 3, 4) Barbechar equivale a arrancar el monte, aflojar la tierra y regarla para luego sembrar en ella- Lo que pide que Dios quiere que el hombre sea un colaborador, y no un simple espectador, para entender las palabras de Pablo: “El que no trabaje que no coma” (2 de Tes 3, 10) Juan en su evangelio nos dice: “Si el grano de trigo no muere, estéril se queda” (Jn 12, 24) Es un morir al pecado para pasar por la Puerta estrecha que es Cristo Crucificado para entregarle nuestra carga y recibir su yugo que es suave y ligero (Mt 7, 13- 14; Mt 11, 28-29).

Los medios para ayudar a la planta de la fe, la esperanza y la caridad, y por ende, para ayudar a Reino de Dios a crecer en nuestro interior, son los medios que Dios nos ha dejado. Medios que son a la vez, lugares de encuentro para encontrarnos con Jesús. Estos medios son para aflojar la tierra dura del corazón. Para regar la planta para que no se seque y muera; Para podar la plata y arrancar la cizaña; Abonar la tierra de nuestro corazón para que y tenga fuerza para crecer y alcance a dar frutos de vida eterna.
Los medios son la Oración íntima, cálida y extensa: “Conviérteme Señor y me convertiré, hazme volver y volveré-” La Oración afloja la dureza del corazón para que la Palabra nazca y eche raíces en nuestro corazón. El agua es la Palabra de Dios para permanecer verdes con vida y dar frutos en  abundancia. Jesús nos lo dijo: Permanezcan en mi Palabra, serán mis discípulos conocerán la Verdad y esta los hará libres (cfr Jn 8. 31. 32) Luego vienen la Liturgia de la Iglesia, especialmente los Sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía. La confesión es para el perdón de los pecados y liberar los malos espíritus. La Eucaristía es el abono para que crezca y de frutos. Otro medio son las Obras de Caridad que son fruto y abono. Obras llamadas también Obras de Misericordia que son manifestaciones de los frutos del amor y del servicio. (Jn 13, 34; Mt 20. 25- 28; Jn 13, 13).
La Palabra viene como Luz que ilumina el embotamiento de la mente, la dureza del corazón, el vacío de amor y el desenfreno de las pasiones (Ef 4, 17- 18) Palabra que al escucharla nos lleva a la fe para prepararnos el camino que saliendo de los terrenos del hombre viejo nos lleva a los terrenos del Hombre Nuevo (Ef 4, 23- 24) Nos lleva al Reino de Dios para revestirnos con la Túnica de Jesús y encender las velas para que salgamos de las tinieblas y entremos en la Luz de Jesús- (cfr Lc 12, 35; Ef 5, 7- 9).
La Palabra es Luz que nos ilumina el Camino para que creamos que Dios nos ama, nos perdona, nos salva y nos da Espíritu Santo a nosotros pecadores. Tan solo nos pide que reconozcamos nuestra pecaminosidad, nos arrepintamos, hagamos un propósito de enmienda para luego pasar por la Puerta Estrecha que es Cristo Crucificado y nos apropiemos de los frutos de la Redención, el perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo, y así nacer de Dios en el Reino de los Cielos.
La señal que hemos pasado de la muerte a la vida, del pecado a la gracia es el Amor; amor a Dios y al Prójima. Tal como lo dice san Juan: En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Jn 2, 3- 5).

San Pablo le añade: Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con esp1ritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesitades de los santos; practicando la hospitalidad. (Rm 12. 9- 13) 


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