EN ESE MOMENTO SE LE QUITÓ LA FIEBRE Y SE PUSO A SERVIRLES.

 

EN ESE MOMENTO SE LE QUITÓ LA FIEBRE Y SE PUSO A SERVIRLES. 



Ilustración: Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso, Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida. Hebreos 2, 14-18

En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles. 

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles. 

Jesús es invitado a comer a la casa de Pedro que estaba cerca de la sinagoga donde Jesús había estado enseñando y había sanado a un hombre que estaba poseído por un espíritu impuro. En casa no había lumbre en la cocina, ni estaba barrida, parecía sola y abandonada. Entran Pedro y Andrés a la casa y encuentran en un rincón a la suegra de Simón, tirada en un catre, enferma por la fiebre.

Le hablan a Jesús y lo llevan a donde estaba ella. Jesús se acerca. la toma de la mano y la levanta. Se le quita la fiebre y se pone a servirles, queda sana, ahora puede trabajar, caminar y servir.  Jesús por amor y compasión levanta a los caídos y los pone a caminar, es decir, amar y a servir.

¿Qué clase de fiebre era esta?

Los Padre de la Iglesia de los primeros siglos decían que era la fiebre de las concupiscencias que embotan la mente, endurecen el corazón, se pierde el amor y nos lleva al desenfreno de las pasiones (Ef 4, 17- 18) Podemos decir que la suegra de Pedro es figura de la Antigua Ley que no pudo dar al Pueblo vida eterna, no pudo dar Espíritu Santo. Es la madre del fariseísmo que da a luz el legalismo, el rigorismo y el perfeccionismo que no dan amor, ni paz, ni alegría. Es Jesús el que viene a perfeccionar la Ley, a darle se sentido que es el amor y e servicio.

La tomó de la mano y la levantó. “Levántate” tú que duermes y la luz de Cristo te iluminará (Ef 5, 14) Levantarse hace referencia a la resurrección: pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad, del fariseísmo a  Jesucristo. (Ef 2, 4; 5, 3-8; Gál 5, 1; Gál 2, 19- 20; Ef 5, 1-2).

El amor y el servicio brotan de una fe sincera y de un corazón limpio (1 de Tim 1, 5) El encuentro con Jesús nos libera, nos perdona, nos reconcilia y nos da su Gracia para que podamos servirlo, pues en pecado mortal no se pude servir al Señor. De acuerdo a sus propias palabras: “No se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero (Mt 6, 24) Sin una fe sincera no somos agradables a Dios (Heb 11, 6) La fe sincera se manifiesta en el amor y el servicio (cfr Jn 13, 13. 34).

Jesús es el liberador y el sanador del hombre.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él. (Mc 1. 32ss)

Jesús enseña, libera y sana a muchos enfermos, su fama se extiende por toda la región. ¿Qué hace Jesús frente al éxito de su Ministerio?  Todos lo buscan para escucharlo y para ser curados de toda enfermedad. ¿Qué sentiría Jesús? 

Busca el encuentro con su Padre para orar con él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios. Marcos 1, 35-39

 

Los Apóstoles buscan a Jesús, lo encuentran y lo tientan.

Lo encuentran en oración dando gracias al Padre por lo que ha hecho y con un corazón humilde lo alaba y lo bendice. Ellos le dicen: “Todos te andan buscando”. Ayer les hiciste muchos milagros y muchos exorcismos, vente y hazte famoso y rico, el pueblo te busca. Es la invitación de abandonar el Mesianismo profético de Dios a un mesianismo popular, es una verdadera tentación diabólica.

Jesús no los regaña, aún no pueden entender a lo que Jesús ha venido: a liberar a su Pueblo del pecado, sólo les dice: “Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido.” “He venido ara que el pueblo tenga vida en abundancia” (Jn 10, 10).

Jesús envió a sus Apóstoles y a toda la Iglesia a anunciar su Palabra y a enseñar todo lo que él les había enseñado con la promesa de estar con ellos siempre y en todas partes (cfr Mt 28, 19-20)

Todos, obispos, sacerdotes, diáconos y laicos, somos llamados a servir por amor y de buena gana, en Espíritu y no en la carne (Gál 6, 7- 8) Recordemos que no somos dueños del altar, del ambón, ni de la Palabra, ni de la comunidad, tal solo somos servidores o administradores de la multiforme gracia de Dios. Lo que se nos pide es que seamos fieles a la Persona de Jesús, a su Evangelio, a su Obra y a la Oración para que no se nos suba a la cabeza de fiebre de las concupiscencias. (1 de Cor 4, 1; 1 de Jn 2, 15).

Lo que Jesús nos pide es: “Vigilad y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) Orar con humildad y agradecimiento para no sentirnos los dueños, os amos y señores de la Obra de Jesús. Sin oración hasta los más grandes se tambalean y caen. Por eso san Lucas nos presenta las recomendaciones de Jesús:

Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» (Lc 9, 58) No hay lugar para la fama, el prestigio, el poder, para las riquezas o los lujos. Puedes decir que tienes derecho a todo eso. Pero Jesús dice a sus servidores: Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. (Lc 9, 23- 24)

Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme, hagámoslo por amor y con alegría.

 

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