EL QUE QUIERA SER EL PRIMERO QUE SEA
EL ÚLTIMO Y EL SERVIDOR DE TODOS.
Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes
de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen
con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a
ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el
primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo
del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como
rescate por muchos.» (Mt 20, 25- 28)
1.
El relato evangélico.
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que
nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: El Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días
después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y
tenían miedo pedir explicaciones.
Llegaron
a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el
camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido
sobre quién era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y
les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos.
Después
tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “el que
reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que reciba a mí,
no me recibe a mí, sino aquel que me ha enviado”. (Mc 9, 30- 37)
2.
Explicación del texto.
“Porque iba enseñando a sus
Apóstoles”. Muchos son los que dicen hoy día que Jesús tenía
enseñanzas secretas para sus discípulos. ¿Será eso una realidad? ¿Será una la
enseñanza de Jesús para sus discípulos y otra para la gente que se acercaba a
él para oírlo o para ser curadas? Leamos con sencillez la Escritura; con fe y
espíritu de conversión, y nos daremos cuenta que la “enseñanza” de Jesús es
una, única, y es para todos los que crean en él y se abran a su acción amorosa
y liberadora. Por el “Encuentro personal” con Jesús vamos por la acción del
Espíritu al discipulado. El discípulo es aquel que tiene un maestro. Jesús
Maestro, elige a sus discípulos y los invita a seguirlo, a dejarse enseñar por
él. Podemos ser creyentes y no ser discípulos de Jesús. Como creyentes podemos
ser personas religiosas, piadosas, estudiosas de la Biblia y no haber hecho una
“Opción por Jesucristo” que nos llama a la perfección cristiana” por la caridad
(cf Mt 5, 48; Lc 6, 36)
3. ¿De qué discutían por el camino?
¿Qué
buscaban los discípulos? Buscaban los primeros lugares; ser los primeros;
discutían sobre el poder carismático de Jesús; no habían entendido. El hombre
que se decide a seguir a Jesús, lo acepta como su Salvador, como su Maestro y
como su Señor para que pueda estar el camino de hacerse discípulo. La vida del
discípulo está marcada con actos concretos que lo identifican con su Maestro y
le ayudan a conformar su vida con él. El llamado es para todos. Todos somos
llamados a ser discípulos de Dios. Le enseñanza de Jesús es la misma, pero se
vive según el estado de vida y el llamado recibido.
Muchos
son los que dicen hoy día que el “Cristianismo” está en crisis. Los que estamos
en crisis somos los cristianos que nos negamos a identificarnos con el Maestro.
Que no queremos tener “identidad cristiana” y conformar nuestra vida con el
Pobre de Nazaret. Los muchos conocimientos, los buenos sentimientos, los
títulos humanos o eclesiásticos, los buenos deseos o buenos propósitos, no son
suficientes, y, no nos dan la identidad cristiana. Lo que realmente nos
identifican como cristianos es “el amor fraterno”, la caridad cristiana que se
expresa y manifiesta el servicio que implica “Guardar los Mandamientos” (cf Jn
14, 21).
4.
Hacerse como niños.
“Tomando a un niño lo puso en medio de
ellos, lo abrazó, y les dijo: el que recibe en mí nombre a uno de estos niños a
mí me recibe”.
¿Qué
significa para Jesús hacerse como niños? ¿Qué significa tener alma de niño?
Jesús mismo se hizo niño, nació como hombre para servirnos con corazón pobre y
humilde, haciendo siempre la voluntad de su Padre. El camino para hacer niños
es el camino del nuevo nacimiento: dejar de ser fariseos para hacerse
publicanos que buscan los últimos lugares, para luego hacerse como niños. Estos
dos hombres fueron al templo a orar, sólo uno de ellos salió justificado, es
decir, perdonado y renovado para comenzar una vida nueva (cfr Lc 18, 10- 17)
El
niño es dependiente de alguien, de sus padres, sus familiares, sus amigos.
Confía en los que le aman. Jesús quiere que sus discípulos sean como niños en
sus manos, que se dejen moldear por él, para que un día sean como él:
servidores de los demás. Hacerse niño es hacerse discípulo de Jesús para tener
alma de servidor que no se busque a sí mismo.
5.
El Hecho en cuanto tal.
Muchos
son hoy día los que dicen que Jesucristo fue un “revolucionario”. ¿Un
revolucionario más? ¿Un revolucionario como los que surgen de vez en cuando
entre nosotros? ¿Revolucionario violento, vengativo, movido por las malas
pasiones? Por supuesto que no. Los revolucionarios de este mundo, siendo
realistas, no son más que buscadores de fortuna, fama, poder o prestigio.
“Ambicionan lo que no pueden alcanzar, y entonces, combaten y hace la guerra”
(Snt. 3, 16-4,3) Es cierto que Jesucristo, estoy de acuerdo, fue un
revolucionario. Él inició, una revolución, la única capaz de cambiar el Mundo:
“La revolución del servicio” a la que él designo y dejó como mandamiento:
“lavar pies”. “Ustedes me llaman Maestro
y Señor, y en verdad lo soy; si pues. Yo siendo maestro y Señor, les he lavado
los pies, hagan ustedes lo mismo” (Jn 13, 13- 14).
El
Mundo cambiaría si hombres y mujeres, camináramos por las calles, por los
barrios, poblados o ciudades con una toalla en la mano y una cubeta de agua en
la otra buscando a quien lavarle los pies. Buscando ayudar a otros a tener una
mejor calidad de vida o ayudando a crecer en la fe. Jesús: dijo: “Vayan por todo el mundo y hagan discípulos
míos, bauticen en el nombre de Padre del Hijo y del Espíritu Santo y enseñen a
obrar todo lo que yo les he enseñado” (cf Mt 28, 20)
Hacer
discípulos siendo a la vez discípulos…enseñando a obrar, obrando, es decir,
hacer, vivir, poner en práctica lo que creemos al estilo del Maestro. Esto es
dar vida al mundo, a la familia, a la Iglesia…En la “revolución del amor y del
servicio, las armas son las “armas de Dios” llamadas también las “armas de la
Luz”. (Rm 13, 12-14) Estas armas son la bondad, verdad, la justicia, el perdón,
la Palabra de Dios, la fe, la oración (cf Ef 5, 9; 6, 12ss) Estas armas son
poder, energía de Dios que nos ayudan a resistir al Diablo y a lo que Pablo
llama “el día malo” y después de haber vencido en todo, permanecer firmes (Ef
6, 12ss).
A los
revolucionarios por Jesús se les llama “discípulos”, “misioneros”, “testigos
del Evangelio”. Todos somos llamados, pero, no siempre respondemos al designio
de Dios. El precio que hemos de pagar para poder dar vida al Mundo es “la
cruz”. No habrá servidores auténticos del Reino de Dios, sino queremos
participar de la cruz de Jesús. Los que
quieran ser primero, estar por encima, tener los mejores y primeros lugares,
que se bajen de su pedestal para ir al último puesto: “Los últimos serán los
primeros”, es decir, buscar ser servidores y no, ser servidos. Los que quieran
ser grandes, que se hagan pequeños y los que quieran reinar que se pongan a
lavar los pies. “Déjense lavar los pies”, por el Maestro y Señor, para que
puedan luego, lavárselos a otros, especialmente a los menos favorecidos. El
modelo es el Maestro: “Jesús siendo de
condición divina, no se aferró a su igualdad con Dios. Sino que se despojó de
sí mismo, tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta
la muerte y muerte de cruz” (Fil 2, 5ss)
“Si
alguno quiere ser el primero que sea el último y el servidor de todos.” Esto
es el “Cristianismo”. ¿Servidores de quién? Y ¿servidores de qué? Servidores de
Cristo, el Siervo de Dios, que con su muerte de cruz y con su resurrección nos
ganó el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, para que nosotros
sigamos sus huellas. Servidores de todos al estilo del Buen Samaritano…los
enfermos, los presos, los extranjeros, los presos, los débiles moralmente, los
pobres, las viudas, los huérfanos, la familia, la Iglesia, la Patria…Llamados a
ser servidores de la verdad, de la vida, del amor, del bien común, servidores
de todos, en todo lo que ayuda al hombre a realizarse como hombre, como
cristiano y como discípulo de Jesús, Nuestro Señor. Para que nuestro servicio
sea de calidad, según el servicio de Jesús, purifiquemos nuestro corazón de
egoísmos, envidias, búsquedas de intereses personales para que no seamos
servidores de la intriga, de la venganza, de las malas pasiones para que no
seamos instrumentos de división y no demos muerte en vez de vida.
El
servicio de calidad nos pide prepararnos, tener conocimientos, ser
profesionistas, sólo que eso no basta. Es necesario, tener caridad para
humanizar nuestro servicio. Le servimos a hombres y mujeres de carne y hueso,
personas, “creadas a imagen y semejanza de Dios”. Para que nuestro servicio sea
humano y cristiano ha de ser de calidad y debe tener como fundamento a Jesús,
Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6). Servicio en el “amor fraterno” es un camino
seguro de realización que nos humaniza y nos hace mejores hombres y mujeres.
Tratemos al otro como hermano, como a un hijo de Dios, en nombre del cual
servimos. En Cristo, es decir, en nombre del amor, no por obligación, ni por
quedar bien, sin buscar halagos, no por que toca, sino, porque “Somos siervos
vuestros por Jesús” (2 Cor 4, 5). Cuando servimos por obligación o porque toca
ese servicio no nos realiza, solo nos cansa. Sirvamos con sentido, no seamos
serviles; tanto el servilismo como el proselitismo son enemigos del servicio
verdadero; sirvamos en amor y con amor, y lo demás “nos viene por añadidura”.
Lo demás… es el reino de Dios, y sólo los que se hace como niños entran en él.
Reino que pedimos cuando rezamos el “Padre Nuestro”.
6.
Aplicación a nuestra vida.
Todos
comenzamos a servir en la carne, es decir, con defectos y en medio de muchas
debilidades. Gracias a la acción del Espíritu Santo y a nuestras decisiones,
nuestro corazón se va limpiando y purificando, vamos alcanzando la perfección
cristiana, mediante la cual disminuye “el reinado del mal” y aparece el
“reinado de las virtudes cristianas” en nuestras vidas. Es la conversión del
corazón que nos trae una fe sincera, una conciencia recta y una gran
disponibilidad para servir a Dios en los demás, en todos.
Cómo
discípulos de Jesús tengamos en cuenta lo esencial del llamado: “Estar con él”
para después “ser enviados” (cf Mc 3, 14). Estar con Jesús, a sus pies,
escuchando su palabra con la disponibilidad de ponerla en práctica. Estar con
Jesús significa vivir en comunión con él para poder llegar a tener sus mismos
sentimientos; sus mismos pensamientos y sus mismas preocupaciones; sus mismas
luchas y sus mismos intereses. Sólo entonces podemos tener de manera habitual
la disposición de hacer la voluntad de Dios y de amar al prójimo hasta dar la
vida por él.
Oración.
Pido a Nuestro señor que ilumine la mente de todos, fortalezca nuestra voluntad
y dilate nuestro corazón para que podamos servidores según su corazón. Amén.
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