EL CAMINO DE LA FE CONSISTE EN SEGUIR
A CRISTO PARA AMARLO Y SERVIRLO.
La experiencia de la fe. La fe nos revela el destino
del viaje, Cristo es nuestra Meta. Pero, no se sabe lo que va a suceder. No da
cartas de recomendación. No existen las garantías que nos va a ir bien. Por
esta razón la fe exige confianza en el que llama o en el Aquel que envía. La fe
exige largas esperas. Hay realidades que todo creyente debe saber. Mediante la
escucha y la respuesta a la Palabra, nos ponemos de pie, salimos fuera, para
iniciar el camino de éxodo, haciendo camino. Todo lo que debo saber es que debo
salir, empaque y vamos. Lo primero está en obedecer. Arranca y no te preocupes,
motores en marcha. No pidas explicaciones. Por el camino iremos viendo las
maravillas del Evangelio. Tampoco pidas
cartas de recomendación: La fe es confianza en el Señor que llama. El Evangelio
no me garantiza que no voy a tener tropiezos o problemas, lo que se me pide es
ponerme en marcha, por el camino se me darán las instrucciones. La fe no hace
preguntas: obedece y echa andar. La
fe no pide presupuestos, ni firmas. Para
el hombre de fe, sólo Dios basta.
La fe
es muy difícil para el hombre moderno tan acostumbrado a exigir derechos y
explicaciones. Busca saberlo todo. Tener todas las seguridades. Exige tener
claridad, seguridad, información...gastos pagados, refacciones extras, etc.
Quiere saber cuánto le va a producir su inversión... y si no, no invierte, no se arriesga. No así para Abraham, el padre
de la fe. ¿Qué se lleva? Una mujer vieja, un burro y un sirviente. Pero además
en su corazón lleva la seguridad y la firmeza que le da su fe en una promesa: "Te
haré padre de una gran descendencia."
La vocación de Abraham (Gn 12,
1-3) Abraham,
el amigo de Dios, fue aprendiendo, que Dios no da las cosas hechas, sino que
las va realizando por el camino, en la medida de la disponibilidad de aquellos
a los que gozosa y gratuitamente invita a participar en la aventura de la fe.
Qué manera tan única y genuina de tratar Dios a sus amigos. Abraham se vio llamado muchas veces... pero... también fue probado
muchas veces. Cada momento, cada día, cada hora, cada situación tenía su propia
prueba, tenía su propio desafío. Enfrentarse a la vida, responder a las
exigencias que la vida cristiana nos presenta, sufrir o padecer la acción del
Espíritu es un acto de fe
La Vocación de David. (16, 1-
13)
"Dios le dijo a Samuel: " Ungirás a aquel que yo te diga". ¿Qué
vemos? Datos incompletos, peligros, desafíos. Samuel llega a la casa y se
encuentra con un chorro de jóvenes y para colmo aquel a quien Dios ha elegido
ni siquiera se encuentra en la casa. El profeta hizo lo que pudo, hasta
equivocarse siete veces,... pero también estuvo atento a nuevas instrucciones.
En su interior escuchaba una advertencia: "Ese no es". Una y otra
vez, escucha el aviso, hasta que finalmente escucha la voz interior que le
dice: "Ese sí es", úngelo y entonces tú misión se verá cumplida. La
voz interior es la vocación, la voz de Dios.
La Vocación Pablo de Tarso. (Hechos 9, 1ss) Camino de
Damasco recibe instrucciones: Levántate, ve y te enseñaran lo que debes hacer.
Por lo pronto tú no lo sabes, estás ciego. A su tiempo se te revelará. Por lo
pronto: "Levántate, ve y se te dirá". Esa es la esencia de la fe.
Esto me anima a decir que la vocación es una experiencia de fe: Una orden de
Dios recibida en el corazón. Dios está empeñado en cumplir su promesa: "Yo
te bendeciré". "yo te haré participe de mis dones, de mis frutos, de
mi vida, etc.” Amemos la vocación.
Amemos la fe: salgamos a la aventura de un futuro desconocido, con la
disponibilidad de dejarlo todo. Digamos con san Pablo: “Soy apóstol de
Jesucristo por voluntad del Padre” "Estoy seguro que el Señor me ha
llamado". "Y yo sé en quien he puesto mi confianza".
Aspectos que hacen perder la
fe.
A) Querer caminar sin haber
hecho una opción por Cristo. La opción por Cristo es posterior al encuentro con él
en la fe: aceptarlo como mi salvador personal y rendirse a su voluntad haciendo
de su Evangelio la norma de la vida. Es una opción que puede renovarse muchas
veces, las que sean necesarias, ya que somos peregrinos y fácilmente perdemos
de vista a Jesús. Lo que sigue es fácil de verlo en nuestra vida y en la vida
de los demás: “Hundirse en el lodo” como Jeremías o como muchos que hoy vemos
en las calles dando lástima. Es fácil descubrir el vacío de Cristo en nosotros
y en los demás, se nota. Cuando comenzamos a querer llenar el vacío de
insatisfacción con caprichos, gustos, sexo, licor, altarcitos, pendejaditas,
etc. Más tarde o más temprano aparecerá el vacío existencial. No olvidemos que lo esencial del
cristianismo, de la vocación y de la vida se llama Jesús. Lo demás es
añadidura. ¿Dónde está la novedad de Jesús? No en sus palabras, no en sus
milagros, está en su ser. No se
entiende un cristianismo sin Jesús. Cristianos sólo hay uno, se llama, Jesús.
Llénate de su presencia, de su amor, de su vida, de su verdad y verás que lo
demás es paja, que tan solo sirve para encender el fuego.
Si cristianos sólo hay Uno, y
¿nosotros qué? Somos cristianos por
aproximación, por participación, por comunicación. Soy cristiano en la medida que vivo en Jesús, con Jesús y por
Jesús. Soy cristiano por mi
proyección de vida, por mi opción y mi compromiso por Jesús. Cristiano es el
que se deja conducir por el Espíritu Santo y deja llenar su corazón de amor
para compartir el “pan con alegría” El
mundo dice que el cristianismo está en crisis. Mentira, el cristianismo
nunca ha estado en crisis, quienes hemos estado en crisis somos nosotros los
cristianos cuando queremos vivir sin Jesús. Podemos ser cristianos de misa
diaria, tener algunas devociones piadosas, pero la verdad es que mientras no
hagamos una opción seria y radical por Jesús, seremos hierba fácil de sacudir,
hombres fáciles de manipular, seres engañados, pero a veces también nos podemos
convertir en engañadores y manipuladores del pueblo de Dios.
B) la deficiente estructura espiritual
(Ef. 3, 15) "Qué el Espíritu Santo fortalezca en ustedes el
hombre interior". Cuando existe la no preocupación por adquirir una
fortaleza interior capaz de resistir los vientos, las tempestades y nortes que
son muchos y fuertes, fácilmente se cae en la mediocridad, la tibieza o en cualquier
modalidad de pecado. La estructura interior podemos equipararla a una
estructura material. Pensemos que sería de este edificio si no tuviera buenos
cimientos o tuviera deficiencias en las columnas o en las trabes. Todo se vendría
abajo. Lo mismo puede suceder con nuestra religión sí no le ponemos atención a
lo que se llama la estructura espiritual. Esta es la mezcla de elementos
estables que no dejan caer el edificio. ¿Cuáles son esos elementos? No son los
actos de piedad, esos nos engañan. No son las devociones ni los altarcitos,
estos también nos engañan, no son los carismas del canto o de la guitarra, eso
puede ser pura bulla. Para comprender lo que sí es, hemos de responder a estas
preguntas:
¿Cómo
es mi espiritualidad? Mi manera de vivir la vida en Cristo. La manera de vivir
el llamado a la santidad como hombre o mujer, casado soltero. ¿Cómo es mi vida
sacramental? Confesión, Eucaristía, Matrimonio. ¿Cómo es mi vida de oración,
personal y comunitaria? Cuidado con los extremismos: vida de oración sin acción
es iluminismo, como también obras sin oración pueden llegar a ser puro
activismo, puede llevar a la ideología. ¿Cómo es mi vida de reflexión y
vivencia de la Palabra? Para ponerla en práctica y revestirnos de vida y de
amor a la cruz. Vida de conversión, de servicio o de caridad al prójimo. ¿Cómo
es mi vida familiar, mis relaciones familiares y sociales?
C) La pérdida de identidad. ¿Voy
perdiendo mi ser, mi hacer y mi opción primera? No hay coordinación en mi vida
y en mi actuar: no soy el que debo ser y no hago lo que debo hacer. Recuerda lo
que dice el libro del Eclesiastés: “hay un momento para cada cosa”. ¿Cómo me
presento? ¿Qué es una crisis de identidad? Es no saber para donde voy. Es
confundir las causas con los efectos. ¿Cómo se nota? ¿Cuáles son los síntomas
de una persona alborotada? Son varios, trataré de enumerar algunos de ellos:
Cumplir
porque toca, de mal modo, para quedar bien. Eso es fariseísmo, rigorismo,
legalismo, perfeccionismo. Dedicarse a labores diferentes a su estado de vida.
Casados que quieren vivir como solteros eso es des- adaptación. Es un
inadecuado estilo de vida. La pérdida de convicciones. Decir una cosa y hacer
otra. Esto es desintegración, divorcio entre fe y vida. Equivocadas
motivaciones para vivir en las apariencias. Gastando lo que no se tiene,
comprando lo que no se necesita, haciendo fiestas con dinero prestado para
buscar fama y prestigio. La ausencia de un espíritu sacrificado, libre y
creativo para amar y para servir.
Yo no
puedo hacer lo que la gente hace, no por miedo, sino por amor al Señor, por
amor a mi vocación, por amor a la Iglesia. Necesito mortificar mis gustos, mis
instintos mis caprichitos. No puedo ser esclavo de la moda, del alcohol, del
sexo; tengo que decir adiós a una vida mundana, pagana y pecaminosa.
La opción por Cristo en cambio, se expresa con
actitudes concretas: Mi vida, mi entrega, mi servicio son para el Señor y lo
que hago, con alegría y por amor. La opción por Cristo me va ayudando a
encarnar mi nueva identidad, me da madurez. En mí hay gérmenes de vida nueva,
llamada vocación al servicio. Sé fiel responde al llamado.
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