DIOS ES AQUEL QUE CAMBIA LOS PLANES Y PROYECTOS A LOS HOMBRES.
Iluminación: El Reino de Dios ya está cerca, dice el Señor;
arrepiéntanse y crean en el Evangelio. (Mc 1, 15)
Después de
que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el
Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está
cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Caminaba Jesús por la
orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando
las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de
ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Marcos 1,
14-20
Hoy, lunes
del Tiempo Ordinario, Dios nos presenta su Proyecto.
El Proyecto de Dios es Jesús, el Cristo que bajo del Cielo
para redimirnos y para salvarnos. Cristo es el Pan de Dios para todo hombre y
para todos los hombres: En Cristo hemos sido elegidos por amos y para amar (Ef
1, 4) Por medio de Cristo hemos sido destinados a ser hijos de Dios (Ef 1, 5)
Em Cristo y por él hemos sido redimidos de nuestros pecados (Ef 1, 7) Por
Cristo hemos sido santificados (Ef 1, 8) Fuera de Cristo no hay salvación (Hch
4m 12) Cristo es nuestra Esperanza (Tito 3, 7).
Dios nos cambia nuestros planes.
Hay proyectos muy buenos, Hay buenos, regulares y hasta malos.
Los proyectos de Dios siempre superan a los proyectos de los hombres que,
pueden ser tener una familia, tener buen trabajo, tener muchos bienes, divertirse,
tener mucha fama y mucho prestigio etc. Dios irrumpe en nuestra vida, para
seducirnos como lo hizo con Jeremías para hacerlo su profeta (Jer 20, 7) Como
lo hizo con Isaías (Is 6, 6) Como lo hizo con María y con José que aceptaron la
voluntad de Dios para para que Jesús naciera como hombre y dedicarse totalmente
a cuidarlo, alimentarlo y defenderlo. A sus discípulos también les cambio sus
planes de pescadores de peces a pescadores de hombres.
Dios llama a hombres y mujeres, pobre y ricos, judíos y gentiles
que tengan sus proyectos a cambiarlos por los proyectos de Cristo. El primer
paso es “Creer y Convertirse”. Creer el Jesús por medio de la escucha de su
Palabra para poseer la Vida espiritual y permitir que Cristo nazca en nuestros corazones.
El segundo paso es dejar los dominios del hombre viejo para pertenecer al
Hombre nuevo (Ef 4, 23- 24) El tercer paso es el seguir a Cristo como Salvador,
Maestro y Señor. Para ir aprendiendo de él el arte de amar, de servir y de
compartir. (Jn 13, 34; Mt 20, 25- 28; Mc 3, 1- 5).
Lo que significa el arte de ser discípulos de Cristo.
Discípulo o discípula es aquel o aquella que escucha la
Palabra de Cristo y la obedece; acepta pertenecer a Cristo, para amarlo,
seguirlo y servirlo (cfr Lc 9, 23) Y hace la Opción Fundamental por Cristo: “Tomar
la firme determinación de obedecer su Palabra y seguir a Cristo; confía en él
lo obedece y lo ama, lo sigue y lo sirve”. Esto significa romper con la vida
mundana y pagana, por que no se puede servir a dos señores, con alguno se queda
mal (Mt 6, 24) La vida en la carne nos lleva a la corrupción, mientras que la
vida en e Espíritu os leva a la vida eterna. (cfr Gál 6, 8).
Lo anterior pide un “Effata”. Un abrirse a la Palabra de
Dios, a la acción del Espíritu Santo, a la Oración para aceptar que no estamos
hechos, sino, haciéndonos como discípulos de Jesús como hombres nuevos: Servidores
de Cristo y de la Iglesia, y desde ella servir al mundo, es decir, a los
hombres necesitados de amor de Cristo para ser redimidos y liberados, reciban
la Gracia de Dios y entren a la Comunidad de Cristo.
Pablo dice a las comunidades que han creído en Cristo: Y no os acomodéis al mundo presente, antes
bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis
distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.
(Rm 12, 2) La Voluntad de Dios es que aborrezcan el mal y amen apasionadamente
el bien (Rm 12, 9) Y con el bien venzan al mal (Rm 12, 21),
El
la oración de Padre Nuestro Jesús nos enseñó:
“Vosotros,
pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.”
(Mt 6, 0- 10) En la voluntad de Dios caben las dos primeras peticiones:
Santificado sea tu Nombre y venga tu Reino a nuestra vida. Es la invitación de
Dios a cambiar nuestros proyectos por los proyectos de Cristo que son los de
Dios. La Santidad es nuestra vocación ( 1 de Ts 4, 3) ) ¿Quién está llamado a la santidad? Todo hombre, toda mujer y
todo niño de toda época, en todo estado de vida, condición, grado de talento y
profesión. Es la invitación a cambiar del reino de las tinieblas al Reino del
amor y de la santidad, La libertad es nuestra vocación. (Gál 5, 1. 13) La
Libertad pide cambiar de la mentira a la Verdad que nos hace libres (cfr Jn 8,
32).
No mezclemos la vida mundana con la vida de la Gracia,
esto equivale a servir a dos señores; equivale a hacer una mezcla de la que
resulta la tibieza espiritual de la cual dice san Juan: Conozco tu
conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora
bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.
(Apoc 3, 15- 16) y nos sigue diciendo: Yo a los que amo, los reprendo y
corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré
con él y él conmigo. (Apoc 3, 19- 20)
Hacemos entonces la Alianza
con Cristo, Alianza que nos da el perdón de los pecados y el do del Espíritu
Santo, para pertenecer a Cristo, amarlo y seguirlo.
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