DEJEMONOS
CONDUCIR POR EL ESPÍRITU SANTO QUE ESTABA EN LOS PROFETAS.
El mismo Espíritu que estaba en
Jesús que actuaba en él y lo guiaba, es el mismo Espíritu que habitaba en
María, en los Apóstoles, y que habitaba en los Profetas, los escritores y no
escritores, Él los iluminó e inspiró para escribir la Voluntad de Dios. La
acción del Espíritu Santo en los profetas, es el mismo que actúa hoy en
nosotros.
Los Profetas hablaron contra el
culto, contra los sacerdotes, contra los políticos, contra los ricos y contra
el mismo pueblo. Ellos descubrían el mal, lo que se estaba haciendo contra la
Verdad de Dios y a la misma vez, anunciaban los caminos de liberación y
renunciaban a lo que era propio, también se equivocaban, como Jonás que
desobedeció al Señor, por eso, al dar la espalda a Dios se hundió en el mal, se
lo tragó el Mal.
Isaías
dijo: “Mi pueblo me honra con sus labios, pero su corazón no me pertenece” (Is 29 ,
13) El profeta habla contra la falsa religión: "Oíd una palabra de Yahveh, regidores de Sodoma.
Escuchad una instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. «¿A mí qué, tanto
sacrificio vuestro? - dice Yahveh -. Harto estoy de holocaustos de carneros y
de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, cuando
venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de
mis atrios? No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta
detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad. Vuestros
novilunios y solemnidades aborrecen mi alma: me han resultado un gravamen que
me cuesta llevar. Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por
no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de
sangre llenas:" (Is 1, 10- 15)
Las palabras del Profeta son palabras de Dios, el Espíritu Santo habla por medio del profeta,
por eso les sigue diciendo: "lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías
de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien,
buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano,
abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren
vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos
como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la
tierra comeréis." (Is 1, 16- 19)
¿Qué es lo que realmente nos está diciendo
el profeta? Nos
dice que, con las manos vacías de amor, con las manos manchadas con sangre, con
un corazón lleno de escoria, nuestras oraciones no son gratas ni agradables a
Dios. Por eso nos llama al arrepentimiento para que Dios nos perdone y podamos
hacer obras que a Él le agraden. Que nuestro culto a Dios esté acompañado por
una Moral que nos invita a poner en práctica la Palabra de Dios, hacer el bien,
a practicar la justicia, la bondad y la verdad. No tengáis miedo a Dios, él
perdona lo mucho y lo poquito. Él se complace en la Obediencia y no en nuestros
sacrificios.
Pero el mensaje del Profeta es completo, no es a medias, habla
con valor:
"Pero si rehusando os
oponéis, por la espada seréis devorados, que ha hablado la boca de Yahveh.
¡Cómo se ha hecho adúltera la villa leal! Sión llena estaba de equidad,
justicia se albergaba en ella, pero ahora, asesinos. Tu plata se ha hecho
escoria. Tu bebida se ha aguado. Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos.
Cada cual ama el soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia,
y el pleito de la viuda no llega hasta ellos. Por eso - oráculo del Señor
Yahveh Sebaot, el Fuerte de Israel -: ¡Ay! Voy a desquitarme de mis contrarios,
voy a vengarme de mis enemigos. Voy a volver mi mano contra ti y purificaré al
crisol tu escoria, hasta quitar toda tu ganga." (Is 1, 20- 25)
Con esto el profeta nos está diciendo que se
abarató la fe, se abarató la Gracia de Dios, la religión y el culto son
falsos. Dios nos pide purificación y generosidad, obediencia y pureza de
corazón. Miremos ahora al profeta Jeremías que estaba en crisis de fe, duda de
Dios y de su Obra: "¡Ay de mí, madre mía,
porque me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país! Ni les debo,
ni me deben, ¡pero todos me maldicen!
Di, Yahveh, si no te he servido bien: intercedí ante ti por mis enemigos
en el tiempo de su mal y de su apuro. ¿Se mella el hierro, el hierro del norte,
y el bronce? Tu haber y tus tesoros al pillaje voy a dar gratis, por todos tus
pecados en todas tus fronteras, y te haré esclavo de tus enemigos en un país
que no conoces, porque un fuego ha saltado en mi ira que sobre vosotros estará
encendido.
Tú lo sabes. Yahveh, acuérdate de mí, visítame y véngame de mis
perseguidores. No dejes que por alargarse tu ira sea yo arrebatado. Sábelo: he
soportado por ti el oprobio. Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba;
era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón, porque se me llamaba por
tu Nombre Yahveh, Dios Sebaot. No me senté en peña de gente alegre y me holgué:
por obra tuya, solitario me senté, porque de rabia me llenaste." (Jer 15,
10- 17)
"¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable,
rebelde a la medicina? ¡Ay! ¿Serás tú para mí como un espejismo, aguas no
verdaderas?
Entonces Yahveh dijo así: Si te vuelves porque yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si
sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Que ellos se vuelvan a ti, y
no tú a ellos. Yo te pondré para este pueblo por muralla de bronce
inexpugnable. Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues contigo estoy yo para
librarte y salvarte - oráculo de Yahveh -. Te salvaré de mano de los malos y te
rescataré del puño de esos rabiosos." (Jer 15, 18- 21)
Para que el
profeta sea la boca de Dios tiene que volverse al Señor, separar lo precioso de
lo vil, entonces Dios lo convierte en pan de vida, en muralla de bronce, le
harán la guerra, pero no podrán con él, porque el Señor está con el profeta.
Jeremías tenía muchos enemigos: los sacerdotes, otros profetas, los políticos,
los ricos y parte del pueblo; todos lo contradecían, rechazaban sus palabras y
querían matarlo. Era tildado como falso profeta, un traidor a la patria. Y todo
porque denunciaba al pueblo sus pecados y su falseada religión.
Escuchemos a otro
profeta, Amós: “Serán devastados los altos de Isaac, asolados los santuarios de
Israel, y yo me alzaré con espada contra la casa de Jeroboam.» (Amós 7, 9) Amós
es un hombre de Dios, un agricultor y ganadero, del reino del sur, fue llamado
y enviado a predicar la palabra, al norte, al santuario de Betel. Profetiza que
habrá un castigo: los santuarios serán desolados y el rey y su familia serán
destituidos, Dios ha levantado la espalda contra el Jeroboam que había mandado
hacer dos becerros de oro.
El sacerdote de Betel, Amasías, mandó a decir a Jeroboam, rey de Israel:
«Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; ya no puede la tierra soportar
todas sus palabras. Porque Amós anda diciendo: "A espada morirá Jeroboam,
e Israel será deportado de su suelo."»
Y Amasías dijo a Amós: «Vete, vidente; huye a la tierra de Judá; come allí
tu pan y profetiza allí. Pero en Betel no has de seguir profetizando, porque es
el santuario del rey y la Casa del reino.»
Respondió Amós y dijo a Amasías: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de
sicómoros. Pero Yahveh me tomó de detrás del rebaño, y Yahveh me dijo: "Ve
y profetiza a mi pueblo Israel." Y ahora escucha tú la palabra de Yahveh.
Tú dices: "No profetices contra Israel, no vaticines contra la casa de
Isaac." Había profetas al servicio del templo, otros al servicio del rey,
había otros que eran laicos, a esos pertenece Amós, no pertenecía a ninguna
escuela de profetas, no vivía del profetismo. Como profeta dice lo que va a
pasar y lo que dice se cumple, es un verdadero profeta. Hablaba con autoridad,
no buscada quedar bien con el rey, ni con los políticos, ni con los
terratenientes, ni contra los sacerdotes, no con los comerciantes, ni con el
pueblo.
«Por eso, así dice Yahveh: "Tu mujer se prostituirá en la ciudad,
tus hijos y tus hijas caerán a espada, tu suelo será repartido a cordel, tú
mismo en un suelo impuro morirás, e Israel será deportado de su
suelo".»" (Amós 7, 10- 17)
Amós dice
las palabras de Dios, lo que va suceder: el reino del Norte va al exilio, el
sacerdote morirá lejos de su tierra y su esposa será prostituida ante sus ojos
y toda su familia, caerá a espada. Esto sucede el año 722 a. de C. bajo la
espada de los Ninivitas.
En la época de Elías, en el siglo IX, había
profetas videntes, agoreros, nigromantes, adivinos, y otros más. Contra todos luchó el Profeta. Eran 430
profetas que comían a la mesa de la reina Jezabel. Ella ofrecía culto a los
baales. Por eso cuando Elías los venció y los mandó matar como señal de que
todo lo que es falso debe desaparecer, la reina juró matar al profeta que tuvo
que huir al desierto hasta llegar a la montaña de Dios (1 de Re 18,ss) Elías es
conocido como el padre del profetismo de Israel, su discípulo, por instrucción
de Dios, fue Eliseo, un hombre de Dios. Lo anterior está de acuerdo al libro
del Deuteronomio que dice:
"Cuando hayas entrado en
la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a
cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en ti nadie que
haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación,
astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o
adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una
abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja
Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti. Has de ser íntegro con Yahveh tu
Dios." (Dt 18, 9- 13)
El católico o cristiano que dice que tiene fe debe evitar todo
superstición; todo tipo de magia, hechicería, brujería o invocación de muertos,
como también la lectura de la mano y los horóscopos, porque todo eso es
abominación, es decir es pecado contra los Mandamientos de la Ley de Dios. Que
nuestra fe sea íntegra, firme y fuerte para no dar penas y ser explotados. La
Biblia inspirada por el Espíritu Santo nos advierte: No visites esos lugares ni
a esas personas que engañan a la gente o están al servicio del Malo.
Cree en Jesucristo, él es el vencedor de la muerte y del pecado y recibirás
de él don del Espíritu Santo, para que sea tu Maestro interior, tu guía y tú defensor.
El mismo Espíritu que habitó en los profetas y en Jesús es el que está
en nosotros.
“Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que
el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo,
no le pertenece; más si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto
ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. (Rm 8, 9- 10)
En efecto, todos los que son guiados
por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de
esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos
adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a
nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos,
también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos
con él, para ser también con él glorificados. (Rm 8, 14- 17).
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