CRISTO JESÚS ES LUZ DEL MUNDO.
“Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” (Jn 9, 5). Jesús ha venido del Padre a realizar la obra de Dios: mostrar al mundo el rostro de amor, de perdón, de bondad, y de misericordia de Dios. Lo revela con sus palabras y con su testimonio, es decir, con su estilo de vida. Las palabras y las obras que emanan de Jesús son luz verdadera que dan vista a los ciegos, hacen hablar a los mudos y caminar a los cojos. “Todo lo hizo bien”, “Todo lo hizo para la gloria de su Padre y para el bien de la humanidad”.
“El que
me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). Solo podemos seguir a Jesús si antes hemos
creído en él. Creer en Jesús es la voluntad del Padre y es el camino para ver
el rostro de Dios, escuchar su voz, amarlo y servirlo (Jn 5, 38). Quien cree en
Jesús pasa de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz (cfr Jn 5, 40).
Solo cuando Cristo se hace experiencia de vida en nosotros y nuestros pecados
son perdonados, nuestras ataduras han sido rotas, y él, generosamente nos ha
sacado de la sepultura del pecado mediante un encuentro personal con él;
encuentro en la fe, en la esperanza y el amor, podemos realmente seguir a
Jesús. En el encuentro con Jesús nos adhiere a él, y en él. Y por él entramos
en comunión con Dios, tenemos de su “luz” y somos luz, “sin él, nada podemos hacer” (Jn 15, 7).
1.
Ustedes
son la luz del Mundo
“Ustedes
son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni
se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se le pone en
alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo procuren
ustedes que su luz brille delante de la gente, para, que viendo el bien que
ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo” (Mt 5, 14- 16).
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas (el mundo
malo) no pueden sofocarla, pues los hombres prefieren las tinieblas (Jn 3, 19).
¿Por qué muchos hombres no se acercan a Cristo? Para no ser iluminados; para
que sus pecados no queden al descubierto. Jesús dice a los fariseos: “Yo los conozco a ustedes y sé que no tienen
el amor de Dios” (Jn 5, 42). Quien se acerca a Jesús con un corazón
dispuesto a recibirlo es revestido de luz. Jesús ilumina su mente, hace brillar
su gloria sobre su rostro, rompe las ataduras, le ensancha el corazón y
despliega sus alas para que camine en la verdad, practique la justicia y viva
en la libertad de los hijos de Dios (cfr Gál 5, 1).
2.
Creer o
no creer
“Vino a los suyos,
pero, ellos no lo recibieron” (Jn 1, 12), “prefirieron las tinieblas a la luz” (Jn 3, 19). Lo entregaron en
manos de gente malvada para darle muerte. Judas después de vender a su Maestro
a los sumos sacerdotes, lo entrega a los soldados, a los guardias y a la chusma
para que lo arresten (Jn 18, 1ss). Juan con una sola frase nos describe la hora
de las tinieblas: “Era de noche” (Jn
13, 30); y Jesús al ser arrestado declaró: “Ésta
es vuestra hora y el poder de las tinieblas” (Lc 22, 53). Hoy, nosotros nos
unimos a esa hora cuando nos negamos a creer en Jesús; cuando nos negamos a
salir del pecado; cuando no practicamos el bien y nos sumergimos en la tibieza
espiritual. De noche no se puede trabajar; no hay crecimiento del Reino de Dios
en nosotros: Se vive como si Dios no existiera, se vive en tinieblas.
“Levántate
tú que duermes y la luz de Cristo te alumbrará” (Ef 5, 14). A los Romanos Pablo les dice: En
todo esto tengan presente el tiempo en que vivimos, sepan que ya es hora de
despertarnos del sueño. Dejemos de hacer las obras propias de la oscuridad y
revistámonos de luz, como un soldado se reviste de armadura. Actuemos con
decencia, como en pleno día. No andemos en banquetes y borracheras, ni en
inmoralidades y vicios, ni en discordias y envidias. Al contrario, revístanse
ustedes del Señor Jesucristo, y no busquen satisfacer los malos deseos de la
naturaleza humana (Rom 13, 11-14).
Quien entra en la comunión con Cristo recibe de él la luz
y la verdad, y se implica en un nuevo estilo de vida, la vida en Cristo. Dejar
de hacer el mal y revestirse de Cristo mediante la práctica de las virtudes y
de los valores cristianos. Revestirse de luz es revestirse de Cristo; es tener
sus mismas entrañas de misericordia, humildad, mansedumbre, paciencia,
sencillez, amor (cfr Col 3, 12). “Viviendo
en la verdad, la justicia, la paz y la alegría en el Espíritu Santo”. “Buscando
todo lo que conduce a la paz y a la edificación mutua” (Rom 14, 19).
3.
La Luz y
el conocimiento de Dios
“No nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús: Pues el
mismo Dios que dijo: De las tinieblas
brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar
el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. (2Cor 4, 5-6). Irradiamos la luz de Cristo por medio de
la Evangelización. Sembrando la Palabra de Dios en el corazón de los hombres;
enseñándoles a vivir “el arte de vivir en comunión”; ayudándoles a crecer en la
fe mediante la recepción de los sacramentos y la práctica de las buenas obras.
Hasta que podamos decir con el Apóstol: “Ninguno
de nosotros vive para sí mismo. Sí vivimos para el Señor, vivimos; y si morimos
para el Señor, morimos, de manera que tanto en la vida como en la muerte del
Señor somos”. (Rom 14, 7ss). “Nada
tengo que no lo haya recibido de Dios” (2Cor 4, 7).
Nadie que tenga la Luz de Cristo en su corazón puede
vivir para sí mismo. “La llama del amor”, es el “fuego” que Cristo enciende en
el corazón de los que creen en Él y que le obedecen. Es “el fuego” que
quema nuestro pecado y que hace irradiar
la luz de Cristo en nuestra vida (cfr Lc 12, 49).
Oración. “Señor
Jesús, enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor; el fuego de la
Evangelización que tú has encendido en el mundo, para que los ciegos vean, los
sordos oigan, los mudos hablen y los cojos caminen”. “Ven Espíritu Santo
ilumina los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor,
envía Señor tu Espíritu, y será renovada la faz de la tierra”.
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