ALGO PARA CONOCER SOBRE LA FE DE JESUCRISTO.
Iluminación: Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo. (Rm 10, 17) Quien la escucha y obedece entra en su vida.
La
Fe cristiana es un Alguien, es una Persona llamada Jesús, el Cristo.
La
fe es el don que Dios entregó a los hombres: Cristo Jesús. ( cfr Jn 3, 16) La
fe es una Vida, que es Cristo Jesús ( Jn 14, 6) La fe es un Poder que actúa en
nuestro corazón, Cristo Jesús. (Ef 3, 17; 6, 10) Todo fue creado por él y para
él. (Col 1, 15- 20)
¿Qué
nos ha traído la fe?
Nos
ha traído Luz, Vida, Poder y Amor: «Yo
soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que
tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12) “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (
Jn 10, 10) Poder para arrancar árboles y plantarlos en el mar. «Diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y
plántate en el mar”, y os obedecería». (Lc 17, 6) El verdadero fin de la fe: adentrarnos en
el ser de Dios, hacernos partícipes de su vida, plantarnos en el paraíso. Y,
desde luego, que la forma perfecta de este árbol plantado en el mar, nuestra
humanidad plantada en la Trinidad, es el árbol de la cruz. La fe nos da la
vida, la vida verdadera, la vida de Dios; así hay que entender la misteriosa
afirmación del profeta Habacuc: «el justo vivirá por su fe». (Habacuc 2,
4; Heb 10, 38)
La fe nos ha
traído amor y misericordia: En esto sabemos que le conocemos: en que
guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus
mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. (1 de Jn 2, 2- 4) El
que ama a Dios guarda sus Mandamientos y guarda su Palabra (cfr Jn 14, 21. 23)
Donde hay fe hay misericordia: «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a
vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os
maldigan, rogad por los que os difamen. (Lc 6, 27- 28)
La fe
cristiana hace referencia solamente a Dios.
La fe católica
es Trinitaria, es Cristo céntrica y Neomatológica, es Eclesiológica, Mariana, Pascual
y Antropológica. Por la fe pasamos de la muerte a la Vida, del hombre viejo al
hombre nuevo. de la esclavitud a la libertad, del pecado a la gracia; por a fe
somos perdonados de nuestros pecados y recibimos el don del Espíritu Santo que
nos convierte en hijos de Dios, incorporados y revestidos de Cristo. ( Rm 5, 1;
Gál 3, 26- 27)
La fe pide
romper con el pecado ara participar de la naturaleza de Dios (2 Pe 1, 4b) La fe
nace, crece y madura en comunión con Cristo, siguiendo sus huellas, amándolo y sirviéndolo.
(cfr Lc 9, 23) Si los Apóstoles le piden a Jesús que les aumente la fe,
sabiendo que la fe es un don de Dios, está confesando que Jesús es Dios, de
quien viene el don y el crecimiento. Crecer en la fe es crecer en amor y en las
virtudes cristianas, para así poder llenarnos de Cristo (cfr Rm 13 13- 14)
Crecer en la fe es fortalecerse con el vigor y el poder de Dios manifestado en
Cristo (Ef 6, 10)
Los tres
testigos de la fe: El Espíritu, el agua y la sangre.
Queridos hijos: ¿Quién es el que vence al mundo? Sólo
el que cree que Jesús es el Hijo de Dios. Jesucristo es el que vino por medio
del agua y de la sangre; él vino, no sólo con agua, sino con agua y con sangre.
Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Así
pues, los testigos son tres: el Espíritu, el agua y la sangre. Y los tres están
de acuerdo. (1 de Jn 5, 5s
El primer testigo: El Espíritu que nos lleva a
la Verdad plena (Jn 16, 13) La Verdad plena es “Cristo crucificado y resucitado”.
Nos conduce a Cristo para que creamos en él y nos salve. Por
consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque
la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del
pecado y de la muerte. (Rm 8, 1- 2) “En efecto, todos los que son guiados por
el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de
esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos
adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rm 8, 14- 15)
El segundo testigo: El agua del bautismo. Que nos lava, limpia y purifica
de los pecados que llevan a la muerte (Rm 6, 23) Juan nos dijo: «El que no nace del agua y del Espíritu Santo
no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn. 3, 5). Pablo le dice a Tito: Mas cuando
se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos
salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su
misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu
Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro
Salvador, (Tito 3, 4- 6)
El tercer testigo: la sangre. Ser testigos de la
pasión de Cristo. Las pruebas son la señal que estamos siguiendo a Cristo. Considerad
como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo
que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero
la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e
íntegros sin que dejéis nada que desear. (Snt 1, 2- 3- 4) El don de la fe es
don y es lucha: hay pruebas y hay tentaciones. Con el Poder de la fe podemos a
los enemigos de la fe: el mundo, el maligno y la carne, con todos sus aliados.
Jesús nos recomienda vigilar ora y luchar para no caer en tentación (Mt 26, 41)
Pablo nos niña a uchar usando las armas de Dios:
Porque nuestra lucha no es contra la carne y la
sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los
Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en
las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el
día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. (Ef 6, 12- 13)
El fruto de la fe es el mismo que el fruto del Espíritu.
En cambio, el fruto del Espíritu es
amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús,
han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. (Gál 5, 22- 24)
Si queremos dar fruto, la clave es no
bajarnos de la Cruz, del Árbol de la Vida que está en el Paraíso de Dios (Apoc
2, 7) Permanecer en el Amor, equivale a permanecer en la Fe de Cristo. Permanecer
para no secarse y poder dar frutos de Vida eterna.
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