PARA VIVIR LAS BIENAVENTURANZAS HAY
QUE HACERSE POBRES DE ESPÍRITU.
Busquen al Señor, ustedes los
humildes de la tierra, los que cumplen los mandamientos de Dios. Busquen la
justicia, busquen la humildad. Quizá puedan así quedar a cubierto el día de la
ira del Señor. "Aquel día, dice el Señor, yo dejaré en medio de ti, pueblo
mío, un puñado de gente pobre y humilde. Este resto de Israel confiará en el
nombre del Señor. No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su
boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que
nadie los moleste". Sof 2, 3; 3, 12-13
¿De quienes está hablando el profeta
Sofonías? Está hablando del “resto fiel” de los “pobres de Yaveh” los “Anawin.”
Siempre ha habido este resto fiel, no todos son infieles o idolatras, entre la
multitud había ese pequeño resto fiel a la Ley, a la Palabra de Dios y fiel a
su cultura religiosa. En la época de Josué nos dice: “Mi familia y yo nos
decidimos servir al Señor, “ustedes hagan lo que les da la gana” (cf Jos 24,
15)
El pequeño resto a lo largo de los
siglos y en medio de las potencias extranjeras encarnaron la “Esperanza
Mesiánica” Un día, el día del Mesías habrá una liberación espiritual que
terminará con el dominio y la opresión de las potencias extranjeras, es decir,
del pecado. El Mesías es Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre para liberar
a los hombres de la esclavitud de la Ley y para traeros al Espíritu Santo(Gál
4, 4- 6) En la época de Jesús el resto fiel estaba presente: En Zacarías y su
esposa Isabel, su hijo Juan Bautista, Simeón el anciano y la profetiza Ana,
María y sus padres, José y otros más. Fieles a la Ley y a sus tradiciones. El
arma favorita para el resto fiel era la “confianza en el Dios de las promesas,”
nos dice el Magnificat:
"Desplegó
la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó
a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó
de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose
de la misericordia - como había anunciado a nuestros padres - en favor de
Abraham y de su linaje por los siglos.»" (Lc 1, 51- 55) Prometió salvación
antiguamente y hoy lo está cumpliendo.
Jesús
mismo dice a sus discípulos: "«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro
Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. «Vended vuestros bienes y
dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los
cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón."(Lc 12, 32- 34)
¿Dónde
está hoy el pequeño rebaño, el resto fiel?
Allí
donde hay multitudes de creyentes, miles de obispos y sacerdotes, allí está el
resto fiel entre ellos, los que son verdaderos discípulos de Jesús. Recordemos
las palabras de Jesús: “No todo el que me diga Señor, Señor, entra en la Casa
de mi Padre, sino el que hace la voluntad de Dios” (cf Mt 7, 21) El Resto fiel
está dentro de la Iglesia, también puede estar fuera, en aquellas religiones
que buscan hacer la voluntad de Dios. Todos los que son fieles a la Ley natural
y a la ley revelada, guardan los mandamientos, guardan la Palabra y practican
el Bien. En el pequeño resto se cumple la Palabra de Dios: “Dónde dos o tres se
reúnen en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20) Son la Madre,
los hermanos y hermanas de Jesús porque: "Pero él les respondió: «Mi madre
y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.»"(Lc
8, 21)
Jesús, el
predicador del Padre nos presenta su “Carta Magna” “Las Bienaventuranzas.
Mateo nos presenta
ocho que son como una fotografía de Jesús y cada una de ellas son perfiles del
rostro de Cristo Jesús. No son normas ni decretos ni leyes, son evangelio que
se tiene que creer, vivir y encarnarlo, en la obediencia de su Palabra. Está
dirigida a los discípulos, a la gente, a la Iglesia y a toda la Humanidad. No son el opio para adormecer al pueblo, sólo
se pueden vivir después de haber hecho la “Opción por Jesucristo” Después de
haber tomado la firme determinación de conocerlo, amarlo y seguirlo, rompiendo
las ataduras del pecado y darle la espalda al mundo que ofrece poder, tener y
placer (1 de Jn 2, 15)
"«Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” (Mt 5, 3)
Pobres de espíritu son aquellos que no tienen nada por eso pueden confiar en
Dios. Pueden tener bienes materiales,
intelectuales y espirituales, pero no ponen su confianza en esto, sino en el
Señor. Pobres de espíritu son aquellos hombres y mujeres que se reconocen
pecadores y reconocen que todo lo bueno
que tienen y hacen lo recibieron como regalo para su propia realización y para
la de los demás, todo lo comporten.
“Bienaventurados
los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.” (Mt 5, 4) Manso es
aquel que cree que el amor es más fuerte que el odio, por eso no es violento ni
agresivo, es paciente, tolerante y servicial (1 de Cor 13, 4) Manso es aquel
que cree que Dios tiene poder para vencer el mal y para hacer todo el bien que
él quiera. Es aquel que cree que Dios tiene poder para darnos lo que le pidamos
y mucho más.
“Bienaventurados
los que lloran, porque ellos serán consolados.” (Mt 3, 5) Los que lloran por
sus pecados y por los pecados de la Iglesia. Su arrepentimiento es tan grande y
tan sincero que llegan hasta las lágrimas. Su conversión es verdadera, por eso
son íntegros y sinceros ante Dios. Su determinación de romper con el pecado es
firme, y él es fiel, es un verdadero luchador contra su pecado y el pecado de
otros.
Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. (Mt 3,
6) No basta con ser justos, es decir hombres y mujeres de bien, hemos de tener
hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, de poner en obediencia su Palabra y
realizar su Obra.
“Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mt 5, 7) El que es
pobre y limpio de corazón llega a ser misericordioso. Tiene la capacidad para
amar, para perdonar, disculpar y cargar las debilidades de los más débiles.
Misericordia quiero y no sacrificios, lo dice Oseas y lo dice Jesús. Sacrificios
para salvarse no valen porque ya hubo Alguien que lo hizo por todos. Dios es
Misericordia y quiere que seamos como él (Lc 6, 36)
“Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.”(Mt 5, 8) Limpios de corazón
son los redimidos que han sido perdonados de sus pecados en virtud de la sangre
de Cristo (Ef 1, 7) y han lavado sus corazones con la sangre de Cristo de los
pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14) El corazón limpio, fuente del amor, está
acompañado de la fe sincera y de una conciencia recta (1 de Tom 1, 5) Es de
aquel que está naciendo de Dios y muriendo al pecado (Gál 5, 24).
“Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mt 5,
9) Los pacíficos, lo que trabajan por la paz porque no son violentos ni
iracundos. No le dan lugar al diablo, buscan reconciliarse y se abren al amor.
No dividen y no confunden, ni aplastan ni matan, son pacientes, tolerantes y
serviciales (1 de Cor 13, 4)
Bienaventurados los perseguidos por causa de
la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. (Mt 5, 10) Le hacemos
justicia a Dios cuando creemos en Jesucristo y cuando amamos a los hermanos (1
de Jn 3, 23) Le hacemos Justicia a Jesucristo cuando elegimos el camino que él
nos propone: el Camino del Amor. Le hacemos justicia al hombre cuando lo
reconocemos como persona, como un alguien y no como un algo. Cuando lo
aceptamos como es y no como quisiéramos que fuera. Cuando lo respetamos de
pensamiento, de palabra y de obra. Cuando lo perdonamos y nos abrimos a
dialogar con él. Esto es amor.
“Bienaventurados
seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa.” (Mt 5, 11) Por Cristo y no como consecuencia de
nuestras malas acciones. ¿Qué hacer entonces? Jesús nos enseñó el camino:
“Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) Alegraos y
regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la
misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros."
Las
Bienaventuranzas se van encarnando en la Obediencia a la Palabra de Dios. Es el
camino del Amor a Dios y a los hombres. El que ama no peca, sino que abraza la
Voluntad de Dios. Como lo dice el profeta Miqueas: «Se te ha declarado, hombre, lo que es
bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la
piedad y caminar humildemente con tu Dios.» (6, 8)
Publicar un comentario