LA
VOZ DEL MENSAJERO ES LA PALABRA DE CRISTO.
“Consuelen,
consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen
al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su
servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor
castigo doble por todos sus pecados”.
(Isaías 40, 1ss)
Es
el momento para salir del exilio, la tierra de la servidumbre y de la esclavitud
de Babilonia para ponerse en camino de éxodo hacia la Tierra Prometida, Cristo
Jesús. Consuelen, consuelen a mi Pueblo, hablarle a su corazón que hay
convertirse par entrar al reino de Dios: Anímenlo, motívenlo, libérenlo, reconcílienlo,
sálvenlo y corríjanlo. Levanten su cabeza por que se acerca su Libertador.
Una
voz clama: “Preparen
el camino del Señor en el desierto,
construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios.
Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se
allane. Entonces se revelará la
gloria del Señor y todos los
hombres la verán”. Así ha hablado
la boca del Señor.
(Isaías 40, 3s)
En
el desierto del corazón se escucha la Palabra de Dios (Oseas 2, 16s) Los caminos
de Dios son todos los hombres y cada hombre llamado a la salvación: que los
valles se levanten y que las colinas se rebajen. Los emocionalismos y los
sentimentalismos que nos traen depresiones y angustias; que la soberbia, la
mentira, la envidia y el odio sean rebajados para que se manifieste el Señor y
podamos ver la salvación.
La
voz que clama en el desierto del corazón.
Se
entiende en un corazón que se ha convertido en un desierto: En un vacío de
Dios, sin Amor, con una mente embotada, con un corazón endurecido y una vida
arrastrada al margen de toda realización (cf Ef 4, 17-18) La voz del Mensajero
nos llama a la liberación, a la reconciliación, y pasar del hombre viejo al hombre
nuevo.
El
buen pastor que busca a la oveja perdida.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “¿Qué les parece? Si un
hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve
en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a
encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y
nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que
se pierda uno solo de estos pequeños”. Mt 18, 12-14
Si
tiene cien ovejas y se le pierde una, va y la busca hasta encontrarla. El
hombre es un buscador, busca razones para sentirse bien, busca su felicidad,
pero en el fondo lo que realmente busca es a Dios. Jeremías nos dice: “Si me
buscas de todo corazón me dejaré encontrar por ti (Jer 29, 13) A Dios lo
encontramos en el Amor, la Verdad, la Justicia, la Libertad y en la Santidad. Nunca
lo encontraremos en las tumbas vacías: en el alcohol, la droga, en el poder, en
el placer y en el tener. Nosotros no podemos encontrarlo, pero, Él nos encuentra
a nosotros. La clave es dejarse encontrarnos por Él.
¿Cómo
nos busca Dios?
La
iniciativa es de Dios que nos envió a su Hijo para salvarnos (Jn 3, 16) El Hijo
de Dios nació como hombre, se hizo un Niño en el seno de María su Madre. Luego
crece y empieza su Obra: Predica su Palabra, hace milagros, y exorcismos, luego
muere en la cruz y resucita para sembrar el Reino de Dios en el corazón de los
hombres. Y así cumple la Palabra del profeta Ezequiel: Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el
Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras
tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. (Ez 27,
12)
Con
la predicación de su Palabra abre nuestras timbas para que reconozcamos
nuestros pecados: Muere para sacarnos del pozo de la muerte y resucita para
llevarnos al Reino del Hijo de su Amor (Col 1, 13- 14) Y nos da Espíritu Santo.
Dejarse
encontrar es dejarse amar, perdonar, y dejarse cargar sobre sus hombros y aceptarlo
como nuestro Salvador y Redentor. Dejarse encontrar es aceptar que no somos
felices, que nos hemos equivocado, erramos en el blanco, pecamos: Es aceptar
que estamos necesitados de ayuda y que esa ayuda que estamos necesitados es
Cristo Jesús, que nos invita a pasar por la Puerta estrecha a la que nos lleva
e Camino angosto del desierto ( cfr Mt 7, 13- 14)
Dejarse
encontrar es dejarnos llevar al Nuevo Nacimiento que nos pide reconocer
nuestros huesos secos, arrepentirnos, hacer el propósito de enmienda para luego
entregarle la carga a Cristo Crucificado (cfr Mt 11, 28- 29) Entonces recibimos
y nos apropiamos de los frutos de la Redención: el perdón la paz, la resurrección
y el don del Espíritu Santo, estamos en Cristo somos una nueva Creación ( 2 de
Cor 5, 17)
¿Ahora
que tenemos que hacer?
Con
un corazón agradecido dar gracias al Señor por que nos hizo volver a la Casa
del Padre. Agradecidos y desprendernos de todo lo que es incompatible con el
Reino de Dios (cfr 1 de Pe 2, 1), y con un corazón humilde, someternos a la
Voluntad de Dios como María (Lc 1, 38) Para aceptar sus Mandamientos y su
Palabra como manifestación de Amor a Él y a nuestro prójimo, para así caminar
por el Camino de la Rectitud.
Lo
anterior nos capacita para hacer la hacer la “Opción Fundamental por Cristo” que
se hace cuando tenemos la doble certeza: Dios nos ama y nosotros también lo amamos.
Es un momento de Gracia y una respuesta generosa. Consiste en tomar la firme
determinación de seguir a Cristo, de hacer su Palabra Norma para nuestra vida,
y darle la espalda al mundo y romper con el pecado ( 1 de Jn 1, 8- 10; 2 de Pe
1, 4b: 2 de Tm 2, 22) Con la Opción Fundamental por Cristo le abrimos las puertas
del corazón al servicio a Cristo por amor.
La
Opción es el Tronco, las ramas son las actitudes y los las acciones son los
frutos. El tronco es Cristo y en Comunión con Él tenemos y somos Vida Nueva.
Para decir con Pablo: En efecto, yo por la ley he muerto a
la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo,
sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne,
la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.
(Gál 2, 19- 20)
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