LA MENTIRA COMO PODER DEL MAL.
Objetivo:
Mostrar que lo contrario a la verdad es la mentira, en ella no hay comunión ni
hay comunicación, sino, poder para confundir, engañar y destruir a los seres
humanos o desviarlos del camino de la rectitud.
La Gran Mentira. Madre y matriz de toda descomposición humana y social,
deshumaniza y despersonaliza, no comunica y no genera comunión. Quién vive en la mentira tiene una falseada
imagen de la “Realidad”. Sus criterios son mundanos y paganos. ¿Cuánto tienes? o
¿Cuánto gastas? Eso, es lo que vales. Es
una falacia que engaña a muchos que valoran al hombre por lo económico, por lo
externo. El hombre no vale por lo que tiene ni por lo que sabe ni por lo que
hace. “Es un ser valioso en sí mismo, vale por lo que es”.
La Iglesia nos dice: “En
el comienzo del pecado y de la caída del hombre hubo una mentira del Tentador
que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad”
(Catic 215) La Iglesia fiel a la enseñanza de la Escritura cree en la
existencia del Adversario, llamado también Diablo o Satanás a quien Jesús el
Señor llamó: “homicida y padre de toda mentira” (Jn 8, 44).
El
Catecismo nos dice: La mentira es una violación hecha a los demás. Atenta
contra ellos en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y
de toda decisión. Contiene en germen la división de los espíritus y de todos
los males que ésta suscita. La mentira es funesta para toda la sociedad: socava
la desconfianza entre hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales
(Catic 2486). Por lo anterior decimos que la mentira es fuerza desintegradora,
despersonalizadora y deshumanizadora, divide, confunde y sofoca toda
espiritualidad y destruye todo clase de comunión. Está a la base de todas las
esclavitudes.
La Biblia nos dice. La
Biblia dice que Dios aborrece la mentira: “Seis cosas aborrece el Señor, y aun
siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos
derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos,
los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y
el que siembra discordia entre los hermanos.” (Proverbios 6,16-19). Como
podemos ver a la luz de la escritura la mentira, la envidia y el odio son
inseparables.
“Dios
es luz y en él no hay mezcla de tinieblas” (1 Jn 1, 5) “No se mientan unos a
otros, háblense con la verdad” (Ef 4, 25). La mentira: Madre y matriz de todo
el desorden que vemos y conocemos en nuestros hogares, calles, pueblos, países,
regiones… fue el arma de Satanás para confundir a nuestros primeros padres y
llevarlos a romper el diálogo con Dios y desatar toda la descomposición
posterior (Gn 3, 1-6). Jesús cuando se refiere a la mentira nos ha dicho: “La
mentira tiene por padre al diablo” (Jn. 8, 47)
Los
estudiosos de la Biblia nos están diciendo que “Diablo” significa, el que
divide. Sus armas son de soberbia, de odio, de avaricia, de envidia, entre
otras muchas. El Diablo, a quien Jesús llama mentiroso y asesino, es la vez
padre de la mentira y del odio (cfrJn 8, 44). Es el enemigo que siembra la
cizaña en los dormidos (cfr Mt 13, 25). Pedro, el apóstol lo llama
“adversario”, que como león rugiente, busca a quien devorar (1Pe 5, 8s). Para
esto, primero confunde y paraliza a su víctima, la atrofia y esteriliza para
luego tragársela, es decir, usarla como instrumento a su servicio, cuando esto
sucede… ya no se puede responder a aquello para lo que se fue creado. Un
ejemplo de lo anterior lo encontramos en el profeta Jonás: “Al ser arrojado en
el mar, se lo tragó la ballena”; es decir, al que desobedece a Dios; al que le
da la espalda a su Creador, se hunde y se lo traga el animal grande: El Mal
(Jon 2, 1-2). Para lograr su objetivo, primero cansa, desgasta, aturde a sus víctimas
para luego tragárselas, es decir, para ponerlas a su servicio.
Pura
fachada bonita. La mentira puede presentarse como fachada
bonita, su campo de acción es la inteligencia del hombre; luego pasa a su
voluntad, y de ahí al corazón que será como el centro de distribución desde
donde alcanza a todas las dimensiones del hombre: mente, cuerpo, espíritu,
historia, familia y grupos sociales. La mentira enseña: “¿Cuánto tienes, cuánto
vales?”. Criterio mundano que divide a los hombres en clases sociales:
ciudadanos de primera, segunda o tercera. Una sociedad piramidal en la cual los
que tienen son los que pueden, los que saben y los que enseñan. Están por
encima de los que no tienen. Muchos son los que piensan que los conocimientos,
los trapos, los lujos, las cosas o las personas, son las que les da valor, como
sí todo eso fuera el fundamento de su dignidad. La mentira propone como caminos
para alcanzar la felicidad al dinero, al poder, al placer o a sus derivados.
Para los mentirosos no importa los medios usados para alcanzar su fin. El
tiempo nos ha dicho: fuimos engañados. De lo anterior podemos sacar una
enseñanza para la vida: ser fachada bonita, es lo mismo que vivir en las
apariencias, mostrando lo que no somos, realidad que nos lleva a los terrenos
de la fantasía, el engaño, la hipocresía, el desamor, la violencia. El hombre
puede tener todo, ser dueño de todo y no estar satisfecho de tener lo que
tiene, experimenta el vacío, la insatisfacción, y en no pocas veces, muchos han
recorrido al suicidio. Muchos, conducidos por la mentira, han terminado en el
escuadrón de la muerte: alcohólicos, drogadictos, prostitutos, asesinos,
sicarios, etc.
¿Cómo
descubrir la mentira en nuestra vida? Podemos pensar que
estamos bien, que no nos hace falta lo que Dios nos propone y no darnos cuenta
que llevamos cegueras que anulan la facultad de visión (Cfr Apoc 3,17). Hace
falta hacer un alto en la vida, darnos una mirada introspectiva y confrontar
nuestra vida a la luz de la verdad. Nos podemos preguntar: ¿Será cierto que soy
mejor o superior que los demás? ¿Será cierto que las cosas son el fundamento
del valor de mi persona? ¿Será cierto que tengo el derecho de estar por encima
de los demás? ¿Será cierto que soy inferior a los demás a quienes debo reconocer,
aceptar, respetar, reverenciar y servir? ¿Me doy cuenta que cuando pienso una
cosa y digo otra, estoy en la mentira? ¿Tengo conciencia que cuando hablo o
digo una cosa y vivo otra, estoy viviendo en la mentira? ¿Me habré dado cuenta
que cuando hablo de la caridad y de la igualdad social, pero derrocho en lujos
innecesarios estoy cometiendo un fraude a los pobres?
No
hay duda, cada vez, que enseño lo que no hago; cuando exijo a otros que hagan
lo que yo no estoy dispuesto a poner en práctica, estoy fuera de la verdad y
dentro de la mentira según la enseñanza de Jesús: “De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no
hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen” (cfr Mt 9,
4ss). Con toda certeza decimos que el divorcio que existe entre fe y vida es
fruto de la mentira, alma y poder de la discriminación, de los elitismos
sociales, del racismo, de la trata de personas, del consumismo… de toda
desigualdad social. “De lucha de clases.”
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