LA MENTIRA COMO PODER DEL MAL.

 

LA MENTIRA COMO PODER DEL MAL.



Objetivo: Mostrar que lo contrario a la verdad es la mentira, en ella no hay comunión ni hay comunicación, sino, poder para confundir, engañar y destruir a los seres humanos o desviarlos del camino de la rectitud.

Iluminación: “No os mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (Colosenses 3,9) “Por lo cual, dejada la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros (Efesios 4,25) Guarda tu lengua de mal, Y tus labios de hablar engaño” (Salmos 34, 13). De tus mandamientos he adquirido inteligencia: Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira” (Slm 119,104) “El que habla verdad, declara justicia; Más el testigo mentiroso, engaño”. (Proverbios 12,17).
 

La Gran Mentira. Madre y matriz de toda descomposición humana y social, deshumaniza y despersonaliza, no comunica y no genera comunión.  Quién vive en la mentira tiene una falseada imagen de la “Realidad”. Sus criterios son mundanos y paganos. ¿Cuánto tienes? o ¿Cuánto gastas?  Eso, es lo que vales. Es una falacia que engaña a muchos que valoran al hombre por lo económico, por lo externo. El hombre no vale por lo que tiene ni por lo que sabe ni por lo que hace. “Es un ser valioso en sí mismo, vale por lo que es”.

La Iglesia nos dice: “En el comienzo del pecado y de la caída del hombre hubo una mentira del Tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad” (Catic 215) La Iglesia fiel a la enseñanza de la Escritura cree en la existencia del Adversario, llamado también Diablo o Satanás a quien Jesús el Señor llamó: “homicida y padre de toda mentira” (Jn 8, 44).

El Catecismo nos dice: La mentira es una violación hecha a los demás. Atenta contra ellos en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y de toda decisión. Contiene en germen la división de los espíritus y de todos los males que ésta suscita. La mentira es funesta para toda la sociedad: socava la desconfianza entre hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales (Catic 2486). Por lo anterior decimos que la mentira es fuerza desintegradora, despersonalizadora y deshumanizadora, divide, confunde y sofoca toda espiritualidad y destruye todo clase de comunión. Está a la base de todas las esclavitudes.

La Biblia nos dice. La Biblia dice que Dios aborrece la mentira: “Seis cosas aborrece el Señor, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre los hermanos.” (Proverbios 6,16-19). Como podemos ver a la luz de la escritura la mentira, la envidia y el odio son inseparables.

 

“Dios es luz y en él no hay mezcla de tinieblas” (1 Jn 1, 5) “No se mientan unos a otros, háblense con la verdad” (Ef 4, 25). La mentira: Madre y matriz de todo el desorden que vemos y conocemos en nuestros hogares, calles, pueblos, países, regiones… fue el arma de Satanás para confundir a nuestros primeros padres y llevarlos a romper el diálogo con Dios y desatar toda la descomposición posterior (Gn 3, 1-6). Jesús cuando se refiere a la mentira nos ha dicho: “La mentira tiene por padre al diablo” (Jn. 8, 47)

Mentira, falsedad, engaño, hipocresía, envidia, son vacíos de vida, de luz, de verdad y de autenticidad que podemos llevar en nuestro interior; son ausencia de lo verdadero, de lo real, del amor y de todo lo noble, justo y bueno (Rm 12, 2); la mentira fue el arma de Satanás para confundir a nuestros primeros padres y llevarlos a romper el diálogo con Dios y desatar toda la descomposición posterior (Gn 3, 1-6).

Los estudiosos de la Biblia nos están diciendo que “Diablo” significa, el que divide. Sus armas son de soberbia, de odio, de avaricia, de envidia, entre otras muchas. El Diablo, a quien Jesús llama mentiroso y asesino, es la vez padre de la mentira y del odio (cfrJn 8, 44). Es el enemigo que siembra la cizaña en los dormidos (cfr Mt 13, 25). Pedro, el apóstol lo llama “adversario”, que como león rugiente, busca a quien devorar (1Pe 5, 8s). Para esto, primero confunde y paraliza a su víctima, la atrofia y esteriliza para luego tragársela, es decir, usarla como instrumento a su servicio, cuando esto sucede… ya no se puede responder a aquello para lo que se fue creado. Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el profeta Jonás: “Al ser arrojado en el mar, se lo tragó la ballena”; es decir, al que desobedece a Dios; al que le da la espalda a su Creador, se hunde y se lo traga el animal grande: El Mal (Jon 2, 1-2). Para lograr su objetivo, primero cansa, desgasta, aturde a sus víctimas para luego tragárselas, es decir, para ponerlas a su servicio.

Pura fachada bonita. La mentira puede presentarse como fachada bonita, su campo de acción es la inteligencia del hombre; luego pasa a su voluntad, y de ahí al corazón que será como el centro de distribución desde donde alcanza a todas las dimensiones del hombre: mente, cuerpo, espíritu, historia, familia y grupos sociales. La mentira enseña: “¿Cuánto tienes, cuánto vales?”. Criterio mundano que divide a los hombres en clases sociales: ciudadanos de primera, segunda o tercera. Una sociedad piramidal en la cual los que tienen son los que pueden, los que saben y los que enseñan. Están por encima de los que no tienen. Muchos son los que piensan que los conocimientos, los trapos, los lujos, las cosas o las personas, son las que les da valor, como sí todo eso fuera el fundamento de su dignidad. La mentira propone como caminos para alcanzar la felicidad al dinero, al poder, al placer o a sus derivados. Para los mentirosos no importa los medios usados para alcanzar su fin. El tiempo nos ha dicho: fuimos engañados. De lo anterior podemos sacar una enseñanza para la vida: ser fachada bonita, es lo mismo que vivir en las apariencias, mostrando lo que no somos, realidad que nos lleva a los terrenos de la fantasía, el engaño, la hipocresía, el desamor, la violencia. El hombre puede tener todo, ser dueño de todo y no estar satisfecho de tener lo que tiene, experimenta el vacío, la insatisfacción, y en no pocas veces, muchos han recorrido al suicidio. Muchos, conducidos por la mentira, han terminado en el escuadrón de la muerte: alcohólicos, drogadictos, prostitutos, asesinos, sicarios, etc.

 

¿Cómo descubrir la mentira en nuestra vida? Podemos pensar que estamos bien, que no nos hace falta lo que Dios nos propone y no darnos cuenta que llevamos cegueras que anulan la facultad de visión (Cfr Apoc 3,17). Hace falta hacer un alto en la vida, darnos una mirada introspectiva y confrontar nuestra vida a la luz de la verdad. Nos podemos preguntar: ¿Será cierto que soy mejor o superior que los demás? ¿Será cierto que las cosas son el fundamento del valor de mi persona? ¿Será cierto que tengo el derecho de estar por encima de los demás? ¿Será cierto que soy inferior a los demás a quienes debo reconocer, aceptar, respetar, reverenciar y servir? ¿Me doy cuenta que cuando pienso una cosa y digo otra, estoy en la mentira? ¿Tengo conciencia que cuando hablo o digo una cosa y vivo otra, estoy viviendo en la mentira? ¿Me habré dado cuenta que cuando hablo de la caridad y de la igualdad social, pero derrocho en lujos innecesarios estoy cometiendo un fraude a los pobres? 

No hay duda, cada vez, que enseño lo que no hago; cuando exijo a otros que hagan lo que yo no estoy dispuesto a poner en práctica, estoy fuera de la verdad y dentro de la mentira según la enseñanza de Jesús: “De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen” (cfr Mt 9, 4ss). Con toda certeza decimos que el divorcio que existe entre fe y vida es fruto de la mentira, alma y poder de la discriminación, de los elitismos sociales, del racismo, de la trata de personas, del consumismo… de toda desigualdad social. “De lucha de clases.”

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