HE AQUÍ QUE YO ENVÍO A MI MENSAJERO DELANTE DE TI.

 

HE AQUÍ QUE YO ENVÍO A MI MENSAJERO DELANTE DE TI.



Introducción al Tema: Esto dice el Señor: "He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos. (Ml 3, 1-4. 23-24)

¿Cómo ofrecer al Señor nuestras ofendas? Sin justicia y sin obediencia nuestro culto será vano y vacío. Así lo ha revelado el Espíritu Santo por medio de los profetas de Dios y por medio del mismo Jesucristo: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21. 23)

Los profetas de Dios predican la conversión a Dios, a la Familia, a la Comunidad y al hombre. Sin conversión no hay Navidad en nuestros corazones ni habrá Epifanía. Escuchemos a uno de los profetas decirnos:

 

Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos[um1] , limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mí vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. (Is 1, 15- 19)

El Mensaje de Juan el Bautista. ¿Quién podrá soportar el día de su venida?

El Bautista tiene el espíritu y el poder de Elías por eso su Palabra es fuego y legía, purifica y lava los corazones de los pecados que llevan a la muerte (Cfr Heb 9, 14) Y poder así, ser Testigos de Cristo Jesús; testigos de su amor, de su misericordia, de su perdón y de su paz. Sin la palabra del Bautista nuestro corazón está vacío de amor y de Dios. El Amor de Dios y el Espíritu Santo son inseparables (Rm 5, 5) Es el Fuego derramado en nuestros corazones en virtud de Cristo que ha venido a encender ese Fuego en el corazón de los hombres (cfr Lc 12, 49-50)

El Espíritu que estaba en Elías es el mismo que estaba en todos los Profetas de Dios, como Juan el Bautista. En Jesucristo, en María, en los Apóstoles y está en nosotros. Ellos fueron fieles y dóciles a las mociones del Espíritu Santo, nosotros, no siempre lo hacemos o casi nunca. La acción del Espíritu nos hace ser hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y servidores del Reino de Dios. Fieles a Jesucristo, a su Mensaje y a su Obra para vivir en Unidad con Dios y con la Iglesia.

El relato evangélico

Lc 1, 57-66

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.



A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: "No. Su nombre será Juan". Ellos le decían: "Pero si ninguno de tus parientes se llama así".



Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre". Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.



Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: "¿Qué va a ser de este niño?" Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

Juan es su nombre. Para los judíos el nombre era de vital importancia, significa la misión con la que trae en su nacimiento- Juan significa; “Dios ha mostrado su Gracia”. Está llamado a ser generoso, misericordioso, es un regalo de Dios para su Pueblo y para nosotros. el Nuevo Pueblo de Dios.

"¿Qué va a ser de este niño?”

Vivirá en el desierto, es la “Voz que clama en el desierto”. Es el Mensajero del Mesías, tumba monte para abrir brecha donde no hay camino, predica la conversión al estilo de los antiguos profetas. Bautiza a Cristo y lo señala como el Cordero de Dios, el que quita los pecados del Mundo. Para Juan Jesús es el salvador del que dice: No soy digno de desatar las correas de sus sandalias ( ) Cristo Jesús los bautizará con Espíritu Santo y con Fuego (Lc 3, 16) Juan es el Testigo de la Verdad que al final de su vida profetiza su muerte: “Conviene que yo disminuya para que Él crezca (Jn 3, 30)

Al nacer nosotros por el Nuevo Nacimiento a la Vida Nueva ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo vivir como pueblo elegido de Dios? Consideren el llamado a ser piedras vivas. 

Escuchemos a Pedro decirnos: Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que=habéis gustado que el Señor es bueno. Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. (1 de Pe 2, 1- 5)

 

Escuchemos a Pablo decirnos: Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual. (Rm 12, 1- 3)

 

Todos somos elegidos para realizar un servicio y colaborar en la salvación que Dios nos da en Jesucristo de manera gratuita e inmerecida, pero no es barata. El servicio al Reino es nuestra vocación. Un servicio que se ha de hacer con amor y con alegría, para servir a Dios y a los demás. Como testigos del Amor de Cristo: Ayudemos a otros a separar de sus vidas el pecado para que participen de la naturaleza de Dios (2 de pe 1, 4) Como servidores de la Palabra que tengamos el poder y el espíritu de Juan el Bautista.

 

 


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