EL
VINO NUEVO SE ECHA EN PELLEJOS NUEVOS.
Ni
tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos
revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el
vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.» (Mt 9,
17).
El vino de
Jesús es el Espíritu Santo que viene de la Fe, lo que pide para echarlo un
corazón nuevo, limpio que se haya lavado en la sangre de Cristo (Heb 9, 14) La
ley no pudo dar Espíritu Santo. Éste
corresponde al Mesías, tal como lo dice el profeta Isaías:
“El espíritu
del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar
la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a
pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar
año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos
los que lloran (Isaías[um1] ”. (61, 1-
2)
Jesús en su bautismo fue
Ungido con el Espíritu Santo (Lc 3, 16) Para luego ser conducido por el
Espíritu para preparar su Misión. Después de vencer al demonio tres veces se
confirma como el Mesías de Dios para iniciar su Misión. Apropiándose del texto
de Isaías:
“El Espíritu del Señor está
sobre mí, me ha ungido para anunciar a los pobres la buena Nueva…” (Lc 4, 18)
Es Mesías para los judíos, para los griegos es Cristo y para los de habla
hispana es Ungido para ser sacerdote, profeta y rey y realizar la Obra del
Padre. La salvación de los hombres.
Jesús es el Hijo de Dios, es
Mesías y Cristo (Mt 16, 16) Tiene poder sobre el pecado, la muerte, los
demonios y sobre la naturaleza. Por eso puede predicar su Palabra, hacer
milagros y exorcismos, para así plantar el Reino de Dios en el corazón de los
hombres. Por encima de todos los deseos del corazón de Jesús, estaba el plantar
el Reino de su Padre en el corazón de los hombres y de las culturas. Un Reino
de Amor, de Paz y de Justicia (Rm 14, 17) Para eso nos ha liberado de la
esclavitud de la ley y nos ha traído el don del Espíritu Santo (cfr Gál 4, 4-
6).
El Espíritu Santo llega a
nosotros en la escucha y obediencia de la Palabra de Dios. Es el don de Cristo
a los que creen en su nombre, confían en él, lo obedecen y lo aman. Su trabajo
es hacer que el mundo crea en Jesús para que creyendo se salve. “Todo el que es
conducido por el Espíritu Santo se hace hijo de Dios (Rm 8, 14) “Da testimonio
de Cristo en nuestra vida” y da testimonio de que ya somos hijos de Dios, y si
hijos, también coherederos con Cristo de la herencia de Dios, (Rm 8, 16,17)
Dios es nuestra herencia, si hemos creído en Cristo y permanecemos en su Gracia
(Jn 15, 9)
El Espíritu Santo es el
espíritu de la Verdad, el espíritu de Cristo resucitado que nos hace libres del
pecado para que podamos amar y servir a Dios y a los hombres. “Nos hace libres,
con la libertad de los hijos de Dios” (Gál 5, 1) Sin confusión y sin mezcla
entre libertad y libertinaje. (Gál 5, 13) El libertinaje nos lleva a vivir en
la carne que es corrupción. En cambio, el Espíritu Santo nos lleva a la Vida
eterna. (cfr Gál 6, 7-8).
El que camina en la Verdad se
hace cristiano, hijo de Dios, un hombre libre, sincero, honesto e íntegro, un
ser capaz de amar y servir. Un verdadero discípulo de Cristo, disponible para
hacer siempre la “Voluntad de Dios” que es revestirse en Justicia y Santidad (Ef
4, 24), y entrar y caminar en el Reino de Dios (Mt 6, 9-12) Esa es la Voluntad
de Dios nuestra liberación, nuestra reconciliación y nuestra santificación,
siendo conducidos por el Espíritu de Dios (cfr 16, 8- 10) La Verdad nos hace
libres de todo pecado para que hagamos el bien y rechacemos el mal (Jn 8, 32;
Rm 12, 9)
San Irineo nos dijo que Jesús
y el Espíritu Santo son las manos de Dios para realizar la salvación de los
hombres. Jesús el hombre libre lleno del Espíritu Santo que se ofrece a Dios
para realizar la Obra de la salvación, el Espíritu Santo lo actualiza en
nuestra vida, hoy día, la Obra redentora realizada por Jesús. Ambos, el Verbo
del Padre y el Espíritu Santo son la Gracia que nos trae por la fe sincera para
que nuestra salvación sea un don gratuito e inmerecido, pero no barato. Hay que
creer y convertirse.
Para recibir el Vino Nuevo
hay que creer en Jesús para que nuestros pecados sean perdonados en virtud de
la sangre de Cristo (Ef 1, 7) Hay que pasar de la ley a la fe, es decir a
Cristo. Escuchemos la Palabra de Dios hablarnos de esto:
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es
suave y mi carga ligera.» (Mt 11,28- 30) La carga de la ley es pesada y el yugo
de Jesús es liviano, es el Amor. Para echar el vino nuevo hay que limpiar el
odre, hay que ser hombre nuevo y pasar de ser hombre viejo a ser una Nueva creación
( 2 de Cor 5, 17; Ef 4, 23- 24)
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