El servilismo es fruto de la mentira.
Iluminismo:Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32)
La Verdad construye hombres haciéndolos amables, generosos y serviciales. En
cambio la mentira nos hace ser dependientes del “sistema”. Nos hace despreciar
lo real, lo sólido, lo que exige esfuerzos, pero que es útil porque construye
al hombre. En las sociedades civilizadas, servir es frecuentemente un placer y
no una obligación. Ser útil ennoblece y nos hace merecedores del reconocimiento
colectivo. Pero, ¿Qué es lo que vemos en nuestra cultura? Creo que en el
proceso de formación cultural, promovida por “maestros” populistas y
clientelistas, (padres, gobierno, educadores) ha llevado a millones de
compatriotas a pedir, pero no a dar, a esperarlo todo del Estado sin retribuir
nada a cambio. El resultado: una sociedad vulnerable y dependiente, que no
puede competir en el mundo real, ese mundo en el cual no vale de mucho la
altanería y lo que sí vale es la productividad.
No tengamos miedo a
servir, y no tengamos miedo dejar de ser serviles, acomplejados. Descubramos la
belleza de servir con sentido, con significado. Lo que hacemos es útil, al
desarrollo de la Patria y de la Sociedad en la medida que nuestro objetivo sea EL
BIEN COMÚN. El hombre se realiza en la medida que se haga un servidor de los
demás: familia, sociedad, Iglesia, barrio, etc. Servir, pero con dignidad. La
mentira no permite descubrir la dignidad de los demás, ni siquiera la propia.
Nuestro Señor Jesucristo
hace ya más de dos mil años instauró en la tierra una “revolución”, la única
capaz de cambiar el Mundo…la “revolución del servicio”. Escuchemos sus
palabras: “Ustedes me llaman a mí Maestro y Señor y en verdad lo Soy, Pues Yo
siendo Maestro Y Señor les he lavado a Ustedes los pies…hagan Ustedes lo mismo
(Jn. 13, 13s). Lavar pies es servir con espíritu evangélico, es decir, sin
envidias, sin odios, sin ventajas personales. Lavar pies es poner al servicio
de los demás nuestros talentos, que bien pueden ser intelectuales, materiales o
morales…Todo para que los demás vivan una mejor calidad de vida y para que la
auténtica dignidad brille en el rostro de cada ser humano. Qué bello sería ver
salir cada mañana hombres y mujeres con una cubeta de agua en una mano y una
toalla en la otra buscando a quien lavarle los pies. La clave del servicio es
la humildad: sólo los humildes aman, obedecen y sirven a Dios en sus hermanos.
Quien vive en la verdad es humilde y quien es humilde camina en la verdad.
2. Hablemos primero de lo que no
construye.
El espíritu de servilismo
no realiza, no construye… por el contrario es enfermizo, sus manifestaciones
muestran una, no proyección, una no realización. Sus frutos los podemos ver y
analizar sin mucha dificultad. ¿Cuáles son sus frutos? En todo lo que hacemos en la vida hay una
recompensa, el tiempo se encarga de ayudarnos a descubrir si el fruto es bueno
o es malo. En el estudio, en el
matrimonio, en el trabajo, en todas nuestras decisiones…después de años de
servir en verdad y con verdad… experimento la satisfacción y la alegría llenan
el corazón al haber trabajado y por haber gastado las energías a favor de
otros, de la sociedad, de mi País. Lo contrario, el no hacer nada o hacerlo sin
sentido, lleva a experimentar el “Vacío Existencial”, es frustración, es no
realización.
3. La mentira hace fuerte a la soberbia
del hombre.
La mentira es la fuerza
del mal o del pecado. Está presente en cada uno de los pecados capitales.
Pensemos por ejemplo en la crítica; ésta lleva una porción de egoísmo, otra
porción de odio y una más de envidia. En cada una de estas porciones hay una
porción más de mentira que las hace más fuertes y dañinas. Al mismo tiempo
podemos afirmar que el más grande enemigo de la realización humana es la
soberbia, llamada también orgullo. El soberbio dice: “no amaré, no serviré y no
obedeceré”. Al unirse el soberbio con la avaricia se genera en su corazón el
“individualismo” que reza: “estando yo bien, los demás allá ellos”. Este hombre
piensa para sí mismo: “no necesito a los demás, puedo vivir sin ellos. él, útil
es el que le sirve, tanto como instrumento de trabajo o como instrumento de
placer. El otro vale por lo que tiene, por eso, juzga según las apariencias.
Sus juicios siempre son despectivos, cargados de egoísmo, de envidia y de odio.
La Sagrada Escritura al hablarnos del
camino ancho, está haciendo referencia al camino de la mentira, del odio y de
la injusticia, camino que lleva a la muerte y no son pocos los que andan en él
(cfr Mt 7, 13). El discípulo de Jesucristo ha de estar atento a los ataques de
la mentira, sus armas favoritas son la confusión, la parálisis y la
frustración; su objetivo es el impedir que la obra de Dios se realice en cada
ser humano. A la misma vez, nunca
olvidar lo que la Escritura dice acerca del verdadero discípulo: “sus raíces
han de estar siempre en el agua”, es decir, en Dios para dar fruto a su tiempo.
Una mirada contemplativa al salmo primero nos comprueba lo anterior.
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento. Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos; porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal (Salmo
1. 1- 1-6).
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