EL AMOR HA
SIDO DERRAMADO EN NUESTROS CORAZONES. (Rm 5, 5)
Iluminación: Amor con amor se paga. Así como Cristo nos amó, amémosle también nosotros a Él, a
su
Persona, a su Palabra, a su Oración y a su Obra para que podamos servirle con
amor y con alegría.
Leamos tres
textos de san Pablo:
En efecto, yo por la ley he
muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado y no
vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en
la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo
por mí. (Gál 2, 19- 20)
Sed, pues, imitadores de
Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó
por nosotros como oblación y víctima de suave aroma. (Ef 5, 1-2)
Maridos,
amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo
por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud
de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha
ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. (Ef 5, 25- 27)
Dos enemigos
de la Vida espiritual: la rutina y el activismo.
“Conozco tu conducta: tus
fatigas y paciencia; y que no puedes soportar a los malvados y que pusiste a
prueba a los que se llaman apóstoles sin serlo y descubriste su engaño. Tienes
paciencia: y has sufrido por mi nombre sin desfallecer. Pero tengo contra ti
que has perdido tu amor de antes. Date cuenta, pues, de dónde has caído,
arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera. Si no, iré donde ti y cambiaré de
su lugar tu candelero, si no te arrepientes.” (Apoc 2, 2- 5)
Pero tengo
contra ti que has perdido tu amor de antes.
La rutina es un demonio que
merma y acaba con la Vida espiritual. Viene del aburrimiento, que a su vez
viene del “vacío existencial” que viene del engaño, de la parálisis y de la frustración,
tres verdaderos demonios. La rutina viene de la costumbre, se acaba la
admiración y el entusiasmo. Me aburro en la oración, en la escucha de la
Palabra y en el trabajo, aparece entonces la pereza, que es hija del Ego, que,
a su vez, viene de la “carne”, una vida mundana y pagana. Jesús nos llama al
arrepentimiento que es un momento de la conversión para volver al primer amor.
El activismo
viene de una vida sin oración y sin planeación.
“Conozco tu conducta: no eres
ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres
tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. Tú dices: «Soy rico;
me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un
desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo”. (Apoc 3, 15- 17)
El activismo nos saca del
Camino y nos lleva a los terrenos de la “carne”. Nos roba la paz interior, la alegría
y el amor. Trabajamos mucho para el Señor, pero sin armonía. No damos tiempo al
descanso, a la oración interior, a escuchar a los demás, no hay tiempo para la
Vida espiritual. Buscando entonces, razones para sentirnos bien, cayendo en el
relativismo, en el individualismo, en el conformismo y en totalitarismo.
Llegando hasta el desenfreno de las pasiones.
Yo a los que
amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y
arrepiéntete.
Mira que estoy a la puerta y
llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré
con él y él conmigo. (Apoc 3, 19- 20) “Arrepentíos,
pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados” (Hch 3, 19). Vuélvete
al amor a Dios y al amor al prójimo. “Arrepiéntete para que tus pecados sean perdonados
y recibamos el perdón y el amor juntamente con el Espíritu Santo que Dios nos
ha dado” (Rm 5, 1-5)
El amor nos
lleva a dar Testimonio de Cristo de Palabra y de Obra. Como el caso de Esteban.
Pero él, lleno del Espíritu
Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en
pie a la diestra de Dios; y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo
del hombre que está en pie a la diestra de Dios.» Entonces, gritando
fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; le
echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus
vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. (Hch 7, 55. 58)
Para dar testimonio de
Cristo, ya sea de Palabra o de Obra, hemos de estar llenos de Amor divino para
que el Espíritu Santo actúe en nosotros. Así lo dijo Jesús: “Él les contestó:
«A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre
con su autoridad,” sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá
sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y
hasta los confines de la tierra.» (Hch 1, 7-8)
El
Testimonio pide tener la Caridad Pastoral.
En esto consiste el amor: no
en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su
Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta
manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. (1 de Jn 4, 10- 11) El
que ama a Dios y a su prójimo guarda los Mandamientos de la Ley de Dios (cfr Jn
14, 21) y guarda su Palabra (Jn 14, 23)
Posee la triple
disponibilidad de hacer la Voluntad de Dios siempre y en cualquier lugar;
disponibilidad de salir fuera de sí mismo para ir al encuentro de una persona
concreta para iluminarla con la luz del Evangelio; disponibilidad para dar la
vida por amor, para hacer los otros dos objetivos.
La Opción de
Jesús no fue por los pobres, sino por todos los hombres: pobres y ricos,
hombres y mujeres, judíos y gentiles, sabios y analfabetas. Jesús murió por amor
para hacer de todos uno solo, una Unidad. (Col 3, 11) Jesús nos enseñó con palabras y
con su Vida a amar a todos, sin hacer acepción de personas. También nos enseñó
a amar a nuestros enemigos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
(Lc 23, 34) Y nos dice a todos: “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a
vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os
maldigan, rogad por los que os difamen.” (Lc 6, 27- 28) Por eso y para eso nos
dejó el Mandamiento Regio: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos
a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a
los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor
los unos a los otros”. (Jn 13, 34- 35)
El Amor es
lo que nos hace vivir en comunión con Dios y con los demás para que podamos dar
fruto en abundancia. (Jn 15, 5)
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