2- DESPERTAR LA CONCIENCIA ES UN DESAFÍO ACTUAL.

 DESPERTAR LA CONCIENCIA ES UN DESAFÍO ACTUAL.



Iluminación: Andas equivocado, no eres feliz, vuelve al Camino que lleva a la Casa de mi Padre. (Jesús de Nazaret)

Urge despertar la conciencia del hombre. 

Despertar, significa sacudirlo, para que se inicie en su proceso de realización humana y cristiana. Ayudarlo, dándole la luz de la verdad, a tomar la decisión de salir de la mediocridad, de la superficialidad; de una situación de desgracia, de no salvación, para que se transforme en un ser original, responsable, libre y capaz de amar. La decisión es personal… no es tan rápida como se quisiera, tiene que atravesar por procesos que no se pueden quemar. La mente y la voluntad atrofiada… las ataduras del corazón…las heridas de la vida… la ceguera espiritual y la dureza del corazón… eso y más, son barreras o demonios que llenan de miedo, de impotencia que no pocas veces hacen decir: ¿Para qué? Ya no tengo remedio, soy un caso echado a perder. Pareciera que solo un milagro pudiera salvarlo, pero, hasta los milagros piden una respuesta, y ésta puede darse cuando Dios irrumpe en la vida del hombre para ayudarlo a encontrarse consigo mismo. Mi experiencia personal lo afirma cuando me encontraba en situaciones realmente críticas, algo o alguien me cuestionó, me hizo pensar y sentir; y, comenzó un cambio en la manera de pensar, de sentir y de vivir. El milagro se realiza cuando el hombre se reconoce vacío: No soy feliz; me he equivocado; soy el culpable por lo que me pasa; por la vida que llevo no puedo experimentar el amor de Dios; estoy necesitado de ayuda… ayuda que sólo puede venir de Dios.

1.    El Encuentro con el Señor.

Leamos la parábola del hijo pródigo y nos daremos cuenta que el proceso que vivió lo hizo pasar por estas etapas: se alejó de la casa paterna, derrochó sus bienes de fortuna; tuvo necesidad; sintió hambre; cuidó cerdos; ni siquiera podía comerse las sobras de estos animales; hizo un alto en su vida; se encuentra consigo mismo; recordó la casa de su padre; toma la decisión de salir; se levanta; entra en sí; y se pone en camino de regreso (Lc 15, 11ss) Todos estos pasos pertenecen a la dinámica de la fe. Son parte de un proceso lento y doloroso, sus peores enemigos son su mente servil y su sentido de indignidad: “No soy digno de ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus criados”. ¿Cuánto tiempo le llevó vivir estas etapas del proceso? ¿Cuántas personas le ayudarían de una manera u otra? ¿Qué palabra escuchó que lo hizo cambiar de rumbo? ¿Habría alguien que lo confrontó con el estilo de vida que llevaba; reflexionó que su modo de ser y de actuar no respondía a los deseos y anhelos de su corazón de años atrás? Estas y otras preguntas son realidades, experiencias del camino que responden a una realidad que hará decir al hombre: “No soy feliz; he fallado; tengo una necesidad; estoy necesitado de ayuda. Todo esto es el “clamor que brota del corazón humano y que sube al Cielo, donde Dios responde: “¿Qué quieres que haga por ti?”, “¿En qué puedo ayudarte?”, “¿Qué necesitas de mí?”. Recuerdo el día que encontré en la Biblia estas palabras de Jesús: “Vengo para que tengas vida y la tengas en abundancia” (Jn 10, 10) Confronté mi realidad con lo que Jesús ofrece, y nació en mi la esperanza de poseer esa vida en abundancia.

El encuentro con el Señor es liberador y gozoso porque nos quita las cargas y nos da la hermosa experiencia de su amor (Mt 11, 28s). Al llegar a casa, es Cristo quien sale al encuentro del que regresa; encuentro entre la miseria del pecador y la ternura y la misericordia de quien lo acoge (Mt 11, 28- 29). Para quien llegó a tocar fondo y conoció la miseria, ahora después de su encuentro; después de haber experimentado lo bueno que es el Señor; después de romper ataduras, dejar lo mundano para hacer la voluntad de Aquel que lo ama hasta el extremo (Jn 13, 1; Gál 2, 19- 20); esta experiencia, es sencillamente una fiesta. Ahora si es posible la conversión; ahora es posible hacerlo sin pujidos, sin tristezas, sin reclamos. Ahora se camina, ya no se arrastra; ahora se piensa y se decide a la luz de la Palabra que es “espíritu y vida”. Se ha retomado el camino; camino lleno de experiencias. Ahora se puede tomar la decisión de caminar con Jesús para vivir “la aventura de la fe”.

2.    Los nuevos ángeles de carne y hueso.

En mi experiencia personal, con un agradecimiento profundo a mi Señor que me hizo volver al “Rebaño”, a la “Familia” a la “Comunidad”, pienso, mirando hacia atrás en las personas, hombres y mujeres que yo ni siquiera conocía y que nunca volví a encontrarme con ellas. Pero, en su momento me dieron una palabra que me sacudió, que me puso a pensar, que me llevó a tomar conciencia de mi realidad existencial. Sus palabras fueron “luz” que iluminaron mis tinieblas; fuego que chamuscaba; espada que cortaba. Recuerdo a una hermosa joven de color que me decía en el momento que compraba una botella de licor: “yo no gastaría mi dinero en eso”. “Yo prefiero vivir mejor y comer mejor”, “Yo mejor gastaría mi dinero en otra cosa”. En otra ocasión en un centro nocturno, después de que había dado una espléndida propina, una bella señora de apariencia muy culta me dijo: “No se moleste por lo que le voy a decir, pero, creo que éste no un lugar para usted”. “usted no pertenece a este ambiente”. ¿Cuál será mi lugar o mi ambiente? Le respondí: “No lo sé”, me dijo ella: “pero, sé que esto no es lo suyo”. Después de mi encuentro con el Señor comprendí que mi lugar era “Mi comunidad cristiana”, “Lo mío: mi ambiente y mi vida, era Cristo”

Otra mujer que visitaba mi casa para darme testimonio de su experiencia de encuentro con Cristo en un retiro espiritual al que había ido el fin de semana, yo bajo los efectos del alcohol, la invitaba a ir a la cama, me respondió: “¿No sabe usted que su cuerpo es cuerpo de Cristo?”. “Lea su Biblia”. “Usted debe huir de la fornicación, yo, ya lo hice y soy feliz”. Palabras que me atravesaron y llegaron hasta el fondo de mi conciencia. Personas que veces me dieron una palabra, veces un testimonio de vida, pero siempre me dieron tema para reflexionar mi vida. ¿Quiénes eran estas personas? Hombres y mujeres; personas algunas pobres, otras cultas, algunos negros, otros blancos. De algunas, no sé si serían católicas o evangélicas. Hoy creo que eran profetas de Cristo; ángeles de carne y hueso, verdaderos enviados del Señor Jesucristo que me invitaba a volver a casa… y volví… Gracias Señor, por hacerme volver… 

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