DESPERTAR LA CONCIENCIA ES UN DESAFÍO ACTUAL.
Iluminación: Andas equivocado, no eres feliz, vuelve al Camino que lleva a la Casa de mi Padre. (Jesús de Nazaret)
Urge despertar la conciencia del hombre.
Despertar, significa sacudirlo, para que se inicie en su
proceso de realización humana y cristiana. Ayudarlo, dándole la luz de la
verdad, a tomar la decisión de salir de la mediocridad, de la superficialidad;
de una situación de desgracia, de no salvación, para que se transforme en un
ser original, responsable, libre y capaz de amar. La decisión es personal… no
es tan rápida como se quisiera, tiene que atravesar por procesos que no se
pueden quemar. La mente y la voluntad atrofiada… las ataduras del corazón…las
heridas de la vida… la ceguera espiritual y la dureza del corazón… eso y más,
son barreras o demonios que llenan de miedo, de impotencia que no pocas veces
hacen decir: ¿Para qué? Ya no tengo remedio, soy un caso echado a perder.
Pareciera que solo un milagro pudiera salvarlo, pero, hasta los milagros piden
una respuesta, y ésta puede darse cuando Dios irrumpe en la vida del hombre
para ayudarlo a encontrarse consigo mismo. Mi experiencia personal lo afirma cuando
me encontraba en situaciones realmente críticas, algo o alguien me cuestionó,
me hizo pensar y sentir; y, comenzó un cambio en la manera de pensar, de sentir
y de vivir. El milagro se realiza cuando el hombre se reconoce vacío: No soy
feliz; me he equivocado; soy el culpable por lo que me pasa; por la vida que
llevo no puedo experimentar el amor de Dios; estoy necesitado de ayuda… ayuda
que sólo puede venir de Dios.
1. El Encuentro con el Señor.
Leamos la parábola del
hijo pródigo y nos daremos cuenta que el proceso que vivió lo hizo pasar por
estas etapas: se alejó de la casa paterna, derrochó sus bienes de fortuna; tuvo
necesidad; sintió hambre; cuidó cerdos; ni siquiera podía comerse las sobras de
estos animales; hizo un alto en su vida; se encuentra consigo mismo; recordó la
casa de su padre; toma la decisión de salir; se levanta; entra en sí; y se pone
en camino de regreso (Lc 15, 11ss) Todos estos pasos pertenecen a la dinámica
de la fe. Son parte de un proceso lento y doloroso, sus peores enemigos son su
mente servil y su sentido de indignidad: “No soy digno de ser llamado hijo
tuyo, trátame como a uno de tus criados”. ¿Cuánto tiempo le llevó vivir estas
etapas del proceso? ¿Cuántas personas le ayudarían de una manera u otra? ¿Qué
palabra escuchó que lo hizo cambiar de rumbo? ¿Habría alguien que lo confrontó
con el estilo de vida que llevaba; reflexionó que su modo de ser y de actuar no
respondía a los deseos y anhelos de su corazón de años atrás? Estas y otras
preguntas son realidades, experiencias del camino que responden a una realidad
que hará decir al hombre: “No soy feliz; he fallado; tengo una necesidad; estoy
necesitado de ayuda. Todo esto es el “clamor que brota del corazón humano y que
sube al Cielo, donde Dios responde: “¿Qué quieres que haga por ti?”, “¿En qué
puedo ayudarte?”, “¿Qué necesitas de mí?”. Recuerdo el día que encontré en la
Biblia estas palabras de Jesús: “Vengo para que tengas vida y la tengas en
abundancia” (Jn 10, 10) Confronté mi realidad con lo que Jesús ofrece, y nació
en mi la esperanza de poseer esa vida en abundancia.
El encuentro con el Señor
es liberador y gozoso porque nos quita las cargas y nos da la hermosa
experiencia de su amor (Mt 11, 28s). Al llegar a casa, es Cristo quien sale al
encuentro del que regresa; encuentro entre la miseria del pecador y la ternura
y la misericordia de quien lo acoge (Mt 11, 28- 29). Para quien llegó a tocar
fondo y conoció la miseria, ahora después de su encuentro; después de haber
experimentado lo bueno que es el Señor; después de romper ataduras, dejar lo
mundano para hacer la voluntad de Aquel que lo ama hasta el extremo (Jn 13, 1;
Gál 2, 19- 20); esta experiencia, es sencillamente una fiesta. Ahora si es posible
la conversión; ahora es posible hacerlo sin pujidos, sin tristezas, sin
reclamos. Ahora se camina, ya no se arrastra; ahora se piensa y se decide a la
luz de la Palabra que es “espíritu y vida”. Se ha retomado el camino; camino
lleno de experiencias. Ahora se puede tomar la decisión de caminar con Jesús
para vivir “la aventura de la fe”.
2. Los nuevos ángeles de carne y hueso.
En mi experiencia
personal, con un agradecimiento profundo a mi Señor que me hizo volver al
“Rebaño”, a la “Familia” a la “Comunidad”, pienso, mirando hacia atrás en las
personas, hombres y mujeres que yo ni siquiera conocía y que nunca volví a
encontrarme con ellas. Pero, en su momento me dieron una palabra que me
sacudió, que me puso a pensar, que me llevó a tomar conciencia de mi realidad
existencial. Sus palabras fueron “luz” que iluminaron mis tinieblas; fuego que
chamuscaba; espada que cortaba. Recuerdo a una hermosa joven de color que me
decía en el momento que compraba una botella de licor: “yo no gastaría mi
dinero en eso”. “Yo prefiero vivir mejor y comer mejor”, “Yo mejor gastaría mi
dinero en otra cosa”. En otra ocasión en un centro nocturno, después de que
había dado una espléndida propina, una bella señora de apariencia muy culta me
dijo: “No se moleste por lo que le voy a decir, pero, creo que éste no un lugar
para usted”. “usted no pertenece a este ambiente”. ¿Cuál será mi lugar o mi
ambiente? Le respondí: “No lo sé”, me dijo ella: “pero, sé que esto no es lo
suyo”. Después de mi encuentro con el Señor comprendí que mi lugar era “Mi
comunidad cristiana”, “Lo mío: mi ambiente y mi vida, era Cristo”
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