UNIDOS EN ORACIÓN COMO FAMILIA DIGAMOS EL PADRE NUESTRO

 

UNIDOS EN ORACIÓN COMO FAMILIA DIGAMOS EL PADRE NUESTRO.



Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos". Entonces Jesús les dijo: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación". (Lc 11, 1-4)

Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.

El Padre nuestro en Mateo es un poco más larga que en Lucas. Tiene dos peticiones de más: Empieza diciendo Padre Nuestro. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Y no nos dejes caer en Tentación. ¿Por qué el discípulo le pide a Jesús esta petición? Porque lo ven y lo veían en oración, dicen que de ver dan ganas. Jesús les va dejar a sus discípulos la “oración predilecta”: El Padre Nuestro, la Oración dominical.

Dios es Padre de muchos, de muchísimos, de todos aquellos que han sido elegidos desde antes de la creación del mundo para estar en su presencia, santos e inmaculados en el amor (Ef 1, 4) De aquellos que por la fe crearán en su Hijo Jesucristo (Rm 8, 14) ¿Quiénes pueden rezar el Padre Nuestro? Todos aquellos que tengan el Espíritu de Cristo, el Espíritu de la Resurrección.

Decir que Dios es Padre Nuestro es aceptar que Él tiene una Familia, una Comunidad en la que todos somos hijos de Dios y por o tanto, también somos hermanos. Esta es la Voluntad de Dios hacer de todos los hombres formen una sola Familia, unidos por el Amor. La oración en Mateo nos habla de siete peticiones mientras en Lucas solo son cinco. Las tres primeras peticiones las podemos sintetizar en una sola petición: “Hágase tu voluntad”. ¿Cuál es la Voluntad de Dios? Jesús la convirtió en su alimento favorito (Jn 4, 34) La Santificación de los hombres y que venga el Reino de los Cielos. “Sed santos como vuestro Padre celestial es Santo” (cf Lc 6, 36; 1de Pe 1, 15) El Reino lo trae Jesús, Él es el Reino y para entrar en él hay que creer y convertirse (Mt 4, 17; Mc 1, 15) Un Reino de amor, de paz y de justicia (Rm 14, 23) Un Reino que Jesús sembró en el corazón de los hombres y de las culturas, con la predicación de su Palabra; con su personalidad y con sus milagros y exorcismos. La Palabra es la semilla del Reino. El que la escucha y la obedece entra en el Reino. (cf Mc 16, 16) Ha pasado de la muerte a la Vida (cf Ef 4, 23- 24; Col 1, 13- 14) Y comienza a verse los frutos: la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) La Santificación y el Reino caminan agarrados de la mano. No lo separen porque se nos termina la Fe. No se queden fuera.

La segunda parte del Padre nuestro tiene cuatro peticiones según Mateo: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Esta hace referencia en primer lugar a la tortilla, a la arepa, que nadie pase hambre; que todos tengan el alimento necesario de acuerdo a la dignidad como seres humanos que somos todos. El segundo lugar que no nos falte el “Pan bajado del Cielo, la Eucaristía.”

“y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende”. Perdonar para reconciliarnos con Dios y con los que hemos ofendido o que nos han ofendido. La medida del perdón que recibimos es la medida del perdón que damos. ¿Cómo pedir perdón a Dios si nosotros nos negamos a perdonar a los demás? “Sean misericordiosos como vuestro Padre celestial es Misericordioso y Compasivo ( cf Lc 6, 36) Personar es amar, y el que ama nace de Dios.  

“y no nos dejes caer en tentación". Jesús nos recomienda a vigilad y orad para no caer en tentación (My 26, 41) ¿Somos débiles y frágiles? Hagamos oración para que seamos fortalecidos con la energía de su poder (Ef 6, 10) Una vida sin oración nos lleva a vivir en la “carne” y llevar una vida mundana y pagana, vida de pecado. (cf Gál 5, 16) La oración no se pierde, bueno la que se puede perder es la que no se hace por miedo, por falta de fe, o la que se hace dientes para fuera: “Mi pueblo me honra con sus labios, pero su corazón no me pertenece” (Mt 15, 8) Ofrezcamos a Dios un sacrificio de alabanza, que nazca desde nuestro corazón (Hb 13, 15) Que nuestra oración sea íntima, cálida y extensa que nazca de un corazón contrito, arrepentido o lavado en la sangre de Cristo (Slm 50, 19; Hb 9, 14)

“Y líbranos del Malo”. «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.» (Lc 22, 31- 32) Satanás es el enemigo de Jesús y de nosotros, con al fuerza de la Oración y revistiéndonos de Cristo podemos vencerlo. Escuchemos a un Testigo decirnos: Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. (1 de Pe 5, 8-9)

El mejor medio para exorcisar el Malo es el cultivo de las virtudes cristianas para despojarnos del traje de tinieblas para revestirnos con el traje de la Luz, revestirse de Jesucristo (Em 13, 14) Unida a la recomendación de Jesús: Orad siembre, en todas partes y por cualquier circunstancia. Y por último:  Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros. (1 de Pe 5, 6- 7)

 

 

 

 

 

 

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