POR LA FE
EN JESUCRISTO PERTENECEMOS A LA NUEVA ALIANZA.
En aquel
tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer. Jesús fue a la casa del fariseo y se
sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que Jesús no hubiera cumplido con la
ceremonia de lavarse las manos antes de comer. Pero el Señor le dijo: “Ustedes,
los fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato; en cambio, el interior
de ustedes está lleno de robos y maldad. ¡Insensatos! ¿Acaso el que hizo lo
exterior no hizo también lo interior? Den más bien limosna de lo que tienen y
todo lo de ustedes quedará limpio”. (Lc 11, 37-41)
¿Cómo ser
lavados interiormente?
Por la
fe en Cristo Jesús somos perdonados de nuestros pecados y recibimos el Espíritu
Santo (Rm 5, 1; Ef 1, 7; Heb 9, 14) Pero Dios, rico en misericordia, por
el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos,
nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados - y con él
nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús. (Ef 2, 4-6) Somos
salvos por la muerte y resurrección de Jesucristo (Rm 4, 25). Pero, la fe sin
obras está muerta, requiere estar unida a la conversión (Mt 4, 17).
¿Quiénes son
los pequeños del Evangelio?
En aquel
tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo
y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se
las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo
me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre,
ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar. (Mt 11, 25- 27)
Son aquellos
y aquellas a los que Dios se les ha revelado por la fe en Jesucristo. Han
escuchado su Palabra y la han obedecido (Mt 7, 24) Los ha liberado. Los ha
reconciliado, los ha perdonado, los ha salvado y los ha santificado (Rm 8, 29-
30) Los ha bajado del árbol de su grandeza como a Zaqueo (Lc 19, 1-11) Como a
Pablo que lo bajo del caballo de su poder (Hch 9, 1ss) Como a Mateo que lo
levantó de su mesa de recaudador (Mc 2, ) Y que luego le abrieron el corazón a Jesús para ser
pobres, humildes y servidores.
El ser pobre
pide vivir de encuentros con Jesús.
«Venid a mí todos los que
estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros
mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt
11. 28- 30)
Ir a Jesús escuchando su Palabra de Verdad equivale a caminar por el camino estrecho con un corazón contrito y arrepentido como el publicano (Lc 18,13) Para pasar por la puerta estrecha que es Cristo Crucificado y dejar nuestra carga a los pies de la Cruz de Jesús. El encuentro con Jesús es liberador, nos quita la carga; es gozoso porque experimentamos la fuerza de la resurrección, nos da el perdón de nuestros pecados y el don del Espíritu Santo, nos justifica; y es glorioso, porque le pertenecemos y quedamos crucificados con él para resucitar con él, muriendo al pecado y viviendo para Dios. (cf Gál 5, 24) El encuentro con Cristo en la fe, nos introduce en la Nueva Alianza.
Cristiano
es el que, pasado del judaísmo a Cristo.
Hermanos: Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. Yo mismo, Pablo, les aseguro que, si se dejan circuncidar, Cristo no les servirá de nada. Y vuelvo a declarar que todo el que se deja circuncidar, queda obligado a cumplir toda la ley. Ustedes, los que pretenden alcanzar la justificación por medio de la ley, han perdido a Cristo, han rechazado la gracia. Nosotros, en cambio, movidos por el Espíritu Santo, esperamos ansiosamente la justificación por medio de la fe. Porque para los cristianos no vale nada estar o no estar circuncidado; lo único que vale es la fe, que actúa a través de la caridad. (Gal 5, 1-6)
La fe y la
caridad son los frutos de la Nueva Alianza.
Purificaos de la levadura
vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual,
Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura,
ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad.
(1 de Cor 5, 7- 8)
La Nueva Alianza, sellada con
la muerte y resurrección de Cristo Jesús nos ha comparado a precio de sangre,
somos del Señor, lo amamos y le servimos. Nos ha dejado el Culto Nuevo, la Eucaristía
y los otros Sacramentos. Nos ha dejado la Ley Nueva, la Ley del Amor y nos ha
dejado un Pueblo Nuevo, nacido de la Pascua de Cristo. Ahora podemos ofrecer
oraciones y sacrificios al Señor con una fe sincera y con un corazón limpio (Rm
12, 1; 1 de Tm 1, 5) Hemos pasado de la vieja Alianza a la Nueva Alianza, ya no
ofrecemos toros ni machos cabríos, sino que ofrecemos el Sacrificio de Cristo y
el nuestro, podemos ofrecer nuestro sacrificio vivo, santo y agradable a Dios
por amor y con amor. Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que nos ha dado (Rm 5, 5)
El Espíritu Santo es el signo
interior de la Nueva Alianza, es la ley del Amor. Al aceptar pertenecer a la
Nueva Alianza pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas
a la luz, de la aridez a las aguas vivas, somos hombres nuevos en Cristo Jesús.
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