JESÚS NOS
ENSEÑÓ LA PARABÓLA DEL SEMBRADOR.
Iluminación: Aquel día,
salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto
a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la
ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un
sembrador a sembrar. (Mt 13, 1- 3)
Y al
sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se
las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y
brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol
se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos;
crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron
fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga.»
(Mt 13, 4- 9)
Cuatro
terrenos, tres no dieron fruto, sólo uno dio frutos. Pero, no son terrenos son
oyentes, muchos se quejan de que Jesús no sabía de agricultura, per0, si sabe
de espiritualidad, sabe que su Palabra es poderosa por eso la siembra en toda
clase de oyentes. Jesús no hace acepción de personas, Él siembra su Semilla en
buenos y en malos, en los ateos, en los brujos, en alcohólicos y prostitutas,
judíos y gentiles. Los de corazón duro, los que están llenos de piedras, los
que están llenos de maleza y los que cultivan su corazón para que no ser
estériles. Tres enemigos de la Semilla del Reino de Dios: el Maligno, la
carne y el mundo. Como ayuda para cultivar y proteger la Semilla en el
corazón del hombre, es el Espíritu Santo. No estamos solos, hay quien nos ayude
a cultivar la Semilla que es poderosa.
¿Porqué las
parábolas? San Juan nos dice porque mucha gente no quiere escuchar la
Palabra, se aleja y huye de la predicación de la Palabra. “El que cree en él,
no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el
Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y
los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues
todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean
censuradas sus obras. Pero el que obra la
verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas
según Dios.» (Jn 3, 18- 20) “Vino a los suyos y no lo recibieron
(Jn 1, 11)
El porqué de
las parábolas a la gente.
Y acercándose los discípulos
le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha
dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque
a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene
se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo
no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis,
pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el
corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no
sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se
conviertan, y yo los sane. (Mt 13, 12- 15)
San Pablo
nos dice algo de los mismo:
Os digo,
pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles,
según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y
excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza
de su cabeza los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al
libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas. Pero no
es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, (Ef 4, 17- 20)
Pero, al
escuchar la Palabra y obedecerla se puede dar frutos: “Si es que habéis oído
hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a
despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe
siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra
mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y
santidad de la verdad.” (Ef 4, 21- 24)
La explicación
de la parábola a los discípulos.
«Vosotros, pues, escuchad la
parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la
comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es
el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es
el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en
sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o
persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado
entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo
y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el
que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste
sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.» (Mt 13, 18-
23)
Los enemigos son el Maligno
que arrebata la Semilla para que no crean y se salven. La carne, las concupiscencias,
son las piedras o vicios desordenados, no hay conversión. La maleza o las
preocupaciones que ofrece el mundo: el poder, placer y en tener (1nde Jn 2, 15)
Para nacer
hay que morir para luego resucitar.
En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. (Jn 12, 24) El que
muere al pecado nace para Dios para luego cultivar su fe como propiedad de Cristo.
“Porque
cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los
vuestros y mis pensamientos a los vuestros. Como descienden la lluvia y la
nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan
y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así
será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que
haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié. (Is 55,
9- 11) La Palabra dio fruto porque murió y luego resucitó para perdón de nuestros
pecados y para darnos vida eterna (Rm 5, 24)
Los frutos
de la Semilla del Reino.
Para dar
fruto hay que caminar en el Camino Angosto y entrar por la Puerta Estrecha que
es Cristo Crucificado para escuchar y obedecer su Palabra. Al pasar la Puerta
Estrecha se da el Nuevo Nacimiento, se recibe de manera gratuita el perdón, la
paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo. El primer fruto es el “Hombre
Nuevo” El Nacer de Dios. Para luego si hay alimento el recién nacido crezca. Su
alimento es la Palabra de Dios, es la leche del Evangelio (1 de Pe 2,2) Y la
Oración. Palabra y oración nos da el crecimiento. Después, la liturgia, especialmente
los Sacramentos de la Confesión y la Eucaristía, para luego practicar las virtudes
y comer del Árbol de la Vida que está en el Paraíso de Dios (Apoc 2, 7) Para
recibir el alimento hay que estar sentados a la Mesa del Señor (1 de Cor 10,
21) Y dejar de comer el aliento chatarra que el mundo ofrece, de esta manera le
damos muerte de hambre al Hombre Viejo.
El fruto de
la Semilla del Reino es el Amor, la Paz, el Gozo, la Justicia, la Pureza, la
Santidad, la Verdad, la Humildad, la Mansedumbre, la Paz, el Amor fraterno y la
Caridad para amar, seguir y servir a Cristo en la construcción de la Comunidad
fraterna, solidaria, misionera y servicial, es decir, en la Comunidad de Cristo,
en la que todos somos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. (Gál 5, 22- 23;
Col 3, 12; Ef 5,9; 2 de Pe 1, 5- 8)
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