PONED POR OBRA LA PALABRA Y NO OS CONTENTÉIS SÓLO CON OÍRLA

 

 

PONED POR OBRA LA PALABRA Y NO OS CONTENTÉIS SÓLO CON OÍRLA

 “Pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios viva y permanente. Pues toda carne es como hierba y todo su esplendor como flor de hierba; se seca la hierba y cae la flor; pero la Palabra del Señor permanece eternamente. Y esta es la Palabra: la Buena Nueva anunciada a vosotros”. (1 de Pe 1, 23- 25)

 

Jesús el Señor, en la parábola del sembrador,  habló de cuatro terrenos de los cuales sólo uno dio fruto (Mt 13, 4- 8) No basta con escuchar la Palabra de Dios hay que ponerla en obra, y edificar así la casa sobre roca (Mt 7, 24) La Palabra que se pone por obra realiza el Plan de Dios en nuestra vida: Rechaza el mal y hace el bien (Rm 12, 9) Nos guía como una brújula por los caminos de Dios como son la Justicia, la Verdad y la Rectitud (Ef 5, 9).

El fruto llamado a conocer es el Amor, tal como lo dice san Juan[D1] [D2] : “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. (Jn 15, 10) Amar a Dios y al hombre: amar aun a los enemigos y rezar por ellos. (Lc 6, 27) “El que ama a Dios y a su prójimo es el que le hace justicia a Dios y al hombre: “En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él”. (1 de Jn 2, 3- 6)

Para entrar en la Plenitud de Dios que es Cristo hemos de creer y convertirnos, sin esto, nos quedamos fuera escuchando la Palabra, pero, sin ponerla en práctica. “Porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente, y vosotros alcanzáis la plenitud en él, que es la Cabeza de todo Principado y de toda Potestad”. (Col 2, 9- 10) Para entrar en la Plenitud hay que nacer de nuevo, de lo Alto, de Dios.

Lo primero es escuchar la Palabra para quedar embarazados con la vida de Dios (cf Rm 10, 17) La Palabra es luz que ilumina nuestras tinieblas y reconocemos nuestros pecados, nos levanta y nos lleva al Juicio de Cristo, para ser perdonados de nuestros pecados y recibir el Espíritu Santo. Para luego ser conducidos por los caminos de la Rectitud. (cf Jn 16, 8ss)

Gracias al Nuevo Nacimiento Cristo Jesús nace, vive y crece en nuestro corazón, tal como lo dice el Apóstol: “Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios. (Ef 3, 17- 19)

Ahora somos Familia de Dios: Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.» Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.» (Lc 8, 20- 21) Ser Familia y vivir con el gozo del Señor: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.(Lc 11, 28) La escucha y la obediencia de la Palabra nos reviste de Cristo; nos llena de Él y nos revestimos de Luz (Rm 13, 13)

La Palabra nos lleva al desierto para que nos preparemos para una Misión. Al final del desierto, con la ayuda del Espíritu Santo y nuestras decisiones llegamos a un momento de gracia: “Hacer la Opción fundamental por Cristo Jesús”. Que es tomar la firme determinación de amar y seguir a Cristo, obedeciendo su Palabra, y a la vez, dándole la espalda al mundo, rompiendo con el pecado para participar de la naturaleza divina (2 de Pe 1, 4)

Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. (Snt 1, 22) Santiago nos recuerda las palabras de su Maestro: Pero Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo.». (Jn 5, 17) Trabaja sembrando la Palabra en nuestros corazones para liberarnos, reconciliarnos, hacernos hombres nuevos, servidores y misioneros de Cristo. La Obra que Jesús realizó en la Historia, redimiéndonos del pecado, el Espíritu Santo la actualiza en nuestra vida, por medio de la Palabra que nos lleva a la salvación y a la santificación por la fe (Rm 5, 1; 2 de Tim 3, 14- 16)

La fe que viene de la escucha de la Palabra es confianza y abandono en las manos de Dios. Es obediencia a su Palabra y a sus Mandamientos. Es pertenencia a Dios, amor y servicio a la causa del Reino de Dios. Lo que pide estar en Comunión con Cristo para dar frutos de vida eterna: “Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, pero permanezcan en mí como yo en ustedes. Una rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece unida a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí. Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada”. (Jn 15, 3- 5)

Recordemos las palabras del Apóstol: “Además, cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo”. (2 de Tes 3, 10- 11)

La vida en la fe pide escuchar y obedecer la palabra de Dios que nos ha dicho a todos: “Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase”. (Gn 2, 15) Lo mismo que nos dice Jeremías: Porque así dice Yahveh al hombre de Judá y a Jerusalén: - Cultivad el barbecho y no sembréis sobre cardos. (Jer 4, 3) En el Nuevo Testamento, Pablo nos dice: “Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro. Evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados”. (2 de Tm 2, 22- 23)

Dios quiere que todos seamos protagonistas de nuestra propia salvación uniéndonos con un mismo yugo con Jesús, para caminar y trabajar con él.

 



 

 

 

 

 

 


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