EL ENCUENTRO ENTRE LA MUJER CANANEA Y JESÚS DE NAZARET

 

EL ENCUENTRO ENTRE LA MUJER CANANEA Y JESÚS DE NAZARET

Iluminación. “Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”. (1 DE Ti 2, 3- 4)

Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»

Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija. (Mt 15, 21- 28)

 

Tiro y Sidón son dos ciudades es la costa del Mediterráneo. Dos ciudades paganas que fueron visitadas por Jesús en viaje de placer para conocer el mar. La fama de Jesús había llegado hasta allá. Habían rentado una casa o tal vez alguien los había invitado. Al pasearse por la ciudad, la gente reconoce al profeta de Nazaret y a su Grupo. En eso una mujer cananea, es decir, pagana, se le acera y comienza a gritarle a Jesús: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Le grita y le vuelve a gritar.

Pero él no le respondió palabra. Pareciera que se tapa los oídos para no escucharla y los ojos para no verla. Solo lo hace como si no la oyera. Pero Jesús sabe lo que va suceder. Los Discípulos se escandalizan y llenos de pena por lo que está pasando una mujer que grita detrás del ellos, algo vergonzoso, le dicen a Jesús: “Escúchala.” Concédele lo que te pide. A lo que Jesús les responde: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»

Ahora sigue los Movimientos de la fe: “Se acerca a Jesús, se postra ante Él y le entrega su verdad”: “Señor socórreme”. Jesús la escucha y pone a prueba su fe: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Los hijos son los del pueblo de Israel, el pueblo de Dios para quienes eran las promesas. Los perritos son los paganos, lo que no creían en el Dios de Israel, con desprecio los llamaban perros, Jesús los designa como perritos.

Ella acepta la verdad de Jesús, se humilla y responde: «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Esto descubre algo que será descubierto después de la Resurrección que Todos, judíos y gentiles son llamados a la salvación por la fe, con palabras del apóstol Pablo: “Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos”. (Col 3, 9- 11)

Entonces Jesús le respondió: “Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.” La mujer pasó la prueba, tocó el fondo de la fe, la humildad para descubrirnos la Misericordia de Dios que no hace acepción de personas (Hech 10, 34) Ama a todos, perdona a todos y salva a todos lo que creen en Él.

¿Dónde hay fe y dónde no hay fe? No hay fe, donde hay soberbia, el peor y más grande enemigo de la fe. La soberbia está a la raíz de todo pecado, y es la madre de todos los vicios. La fuerza de la soberbia es la mentira. En cambio, hay fe, donde hay humildad, el primer regalo que Dios da los que creen en Jesús es la Humildad, sin ella no hay Esperanza, como tampoco hay Amor. La humildad brota de la Verdad de Cristo y es inseparable de la fe, la esperanza y la caridad.

Recordemos la Verdad de Dios: “Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.” (1 de Tim 2, 3- 4) La enseñanza de la verdad, según Cristo, viene de la escucha de la Palabra (Rm 10, 17) Que nos lleva a la salvación por los Sacramentos, signos de Cristo y de la Iglesia. (Hch 2, 37- 38; Mc 16, 16: 1 de Cor 11, 25- 26; Jn 20, 23)

 

 

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