LA
REVELACIÓN DE LA VERDAD A LOS HOMBRES ES UN DON DE DIOS.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente
sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto
todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie
conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar''.
(Mt 11, 25-27)
María
en el canto del Magnificat nos dice: Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados
de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y
despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la
misericordia (Lc 1, 51- 54)
Jesús alaba, bendice y da
gracias al Padre porque se manifiesta en los pobres y no a los sabios, entendidos
y poderosos. Son los pobres de espíritu, aquellos que no poseen nada por eso
pueden poner su confianza en Dios y no en otros, y no en sí mismo, como tampoco
ponen su confianza en sus bienes. Pobres de espíritu son aquellos que reconocen
sus pecados y se arrepienten, y a la misma vez, reconocen que todo lo bueno que
poseen, viene como regalo de Dios, por eso
lo pueden compartir. La vida de los pobres de espíritu está cimentada en la Verdad.
El
profeta Jeremías lo declara diciendo: Así dice Yahveh: Maldito sea
aquel que fía en hombre, y hace de la carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en
su corazón. Pues es como el tamarisco en la Arabá, y no verá el bien cuando
viniere. Vive en los sitios quemados del desierto, en saladar inhabitable. Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no
defraudará Yahveh su confianza. (Jer 17, 5- 7)
El apóstol
Pablo lo confirma diciendo: Pues conocéis la
generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se
hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza. (2 Cor 8, 9) La
pobreza de Jesús es la Encarnación, hacerse uno de nosotros, y su riqueza es
ser el Hijo de Dios y el hermano universal. Así lo confirma en la carta a los
filipenses: “El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se
humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”. (Flp 2, 6-
8)
“Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar''. Jesús
se revela y se manifiesta a los que creen en su Nombre. A los que se convierten
a él, se arrepienten y reciben el perdón de los pecado y el don del Espíritu
Santo, a ellos les dice: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos. (Mt 5, 3) Estos son los que obedecen
y aman al Señor, por eso, se les manifiesta liberándolos, reconciliándolos,
haciendo de ellos hombres nuevos y promoviéndolos, para que den testimonio de
él (Col 1, 13- 14); Ef 2, 14; 2 de Cor 2, 17; Ef 4, 23- 24). Estos pueden
caminar en la verdad que los hace libres (Jn 8, 32). Son los que conocen al
Señor, porque lo aman y le sirven.
En
cambio, los sabios y los entendidos, viven, no en la verdad, sino, en
la mentira. Hace más de setenta años yo escuchaba: “¿Cuánto tienes, cuánto
vales”. El hombre vale por lo que tiene, lo que sabe y lo que hace, esa es la
mentira en la que vive una multitud de hombres y mujeres. La mentira confunde,
divide y manipula, es la fuerza del mal. Por un lado los que tienen y por otro lado
los que no tienen, a unos se les llama pobres o indios, y a otros se les llama
ricos.
Hay
división, hay envidia, hay odios, guerras y guerrillas. Soy testigo de todo eso
desde mi infancia, en la familia, en la escuela y en el pueblo. Recordemos a
Pablo decirnos: Lo que se siembra en la carne, cosecha corrupción, muerte
esterilidad, los frutos son malos. San Pedro nos dice: Desechad, toda malicia,
toda mentira y envidia, toda hipocresía y maledicencia (1 de Pe 2, 1) El árbol malo
da frutos malos (Mt 7, 18)
Y en la
carta a los gálatas Pablo nos dice: Ahora bien, las obras de la carne son
conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios,
discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. (Gál
5, 19- 22) Todo esto tiene su fuerza en la mentira. En esto no hay conocimiento
de Dios, hay que convertirse para poder conocer los frutos de la fe (Gál 5, 22-
24) Y poder comer de los frutos del Árbol de la vida que está en el Paraíso de
Dios (Apoc 2, 7)
Los
poderosos pueden ser los ricos de dinero o ricos de conocimientos. Pueden ser
obispos, sacerdotes y laicos. La riqueza, material o espiritual se lleva en la
mente y en el corazón. En la mente nos infla, en el corazón nos trasforma y nos
santifica. Hagamos lo que hizo Zaqueo: bajarse del árbol de su Monopolio para recibir
a Jesús en su Casa (Lc 19- 1- 10)
La
carta Magna de Jesús:
«Bienaventurados los pobres de
espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque
ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa
de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados
seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa. (Mt 5, 3- 11)
El que vive las Bienaventuranzas se
identifica con Cristo y reproduce su Imagen. Ha y se ha adentrado en la
Plenitud de Dios que es Cristo (Col 2, 9) El camino para entrar a esa Plenitud
es la conversión, Vive en Sinodalidad con Jesús y con su Comunidad. Y camina en
la verdad por eso puede vivir en comunión con los demás.
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