LO QUE TE HAGO AHORA NO LO ENTIENDES,
PERO, LO HARÁS MÁS TARDE.
Al atardecer del día de la
multiplicación de los panes, los discípulos de Jesús bajaron al lago, se
embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm. Ya había caído la noche y
Jesús todavía no los había alcanzado. Soplaba un viento fuerte y las aguas del
lago se iban encrespando. Cuando habían avanzado unos cinco o seis kilómetros,
vieron a Jesús caminando sobre las aguas, acercándose a la barca, y se
asustaron. Pero él les dijo: “Soy yo, no tengan miedo”. Ellos quisieron
recogerlo a bordo y rápidamente la barca tocó tierra en el lugar a donde se
dirigían. (Jn 6, 16-21)
¿Quién es el que camina sobre las aguas? Es Jesús, el
Hijo de Dios el que camina sobre las aguas en medio de la obscuridad y de la
tormenta. Caminar sobre el agua es vencer el mal con la Fuerza de Dios. Los
discípulos se llenaron de miedo, no por la tormenta, sino porque no entendían.
Jesús no era un fantasma, se identifica: “YO SOY”, no tengan miedo. Yo Soy es
el Nombre de Dios. Para entender primero hay que creer. Primero se cree y
después se entiende. La fe es confianza en aquel que me amó y se entregó por mí
(Gál 2, 19)
Nos dice en Juan 13 que después de la cena Jesús se
puso a lavar los pies a sus discípulos, al llegar a Pedro; éste le
dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago,
tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No me
lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte
conmigo.» Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y
la cabeza.» (Jn 13, 6, 9) No lo entiendes ahora, lo entenderás más tarde. Lavar
pies es símbolo del perdón que viene de la fe y que es Jesús el que perdona
porque él es el que ha muerto por nosotros. Si Pedro quiere lavar pies a otros,
primero tiene que dejarse lavar los pies por Jesús. Si Pedro y nosotros
queremos caminar sobre el agua, lo primero es creer en Jesús para que podamos
vencer el mal.
En el Evangelio de san Juan Jesús se apropia varias
veces del Nombre de Dios. “Yo Soy el Pan de Vida” (Jn 6, 35). “Yo Soy la Luz
del Mundo (Jn 8, 12
“En verdad,
en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy” (Jn 8, 58) “Yo Soy la puerta” (Jn 10, 7). “Yo Soy el
Bien Pastor” (Jn 10, 11). “Yo Soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 35) “Yo
soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6) Al apropiarse Jesús del Nombre de
Dios está diciendo que él es Dios, es Emanuel: Dios con nosotros, Dios entre
nosotros y Dios en favor de nosotros (Mt 1, 23) Su nombre de Jesús significa;
Dios salva, es el único Salvador (Mt 1, 21; Hch 4, 12) Es el que camina sobre
las aguas y camina sobre las nubes, puede hacer el bien sin medida, hasta dársenos
y entregarse por nosotros para darnos vida eterna.
¿Qué tenemos
que hacer para tener vida eterna? San
Juan nos da la respuesta: Y esta es la voluntad del que me ha enviado;
que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en
él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.» (Jn 6, 39- 40) Creer
en Jesús es aceptarlo como el Don y como el Hijo de Dios (Jn 3, 16) Es Nuestro
Redentor y nuestro Salvador (Gál 2, 19-20; Rm 4, 25) Es nuestro Maestro es
nuestro Señor (Mt 16, 16; Hch 2, 36) Creer en Jesús implica, confiar en él, obedecerlo
y amarlo, servirlo y seguirlo. El que cree en Jesús se convierte a él, guarda
sus Mandamientos y guarda su Palabra (Jn 14, 21. 23) Para san Lucas creer en
Jesús implica: “Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” (Lc 9, 23)
Por la fe estamos unidos con Jesús, y damos frutos de vida eterna: el Amor que
nos pide esfuerzos, renuncias y sacrificios.
Por la fe nos apropiamos de la vida eterna de la cual Cristo nos dijo: “Vengo
para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10) Quién tiene la vida
tiene la Luz y no camina en tinieblas (Jn 8, 12) Los hijos de la Luz son la
Bondad, la Verdad y la Justicia (Ef 5, 9) Los tres son inseparables, son el
fruto de la Comunión con Cristo (Jn 15, 4) y participamos de todo lo que él es,
porque nosotros le pertenecemos a él. Así que, no se gloríe nadie en los
hombres, pues todo es vuestro: ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida,
la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y
Cristo de Dios. (1 de Cor 3, 21- 23) Todo lo que viene de Dios es nuestro, si
nosotros somos de Cristo: le pertenecemos lo amamos y le servimos.
¿Qué es lo que viene de Dios? El
perdón, la paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo que son frutos de
la Redención de Cristo que al apropiarnos nos hacemos discípulos y apóstoles de
Jesús: ”Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en
el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (Mt 28, 18- 20) La Misión de
Cristo es la Misión de la Iglesia: Lavar pies, perdonar los pecados para
recibir Vida eterna. Todo porque el Espíritu que estaba en Jesús, está ahora en
la Iglesia.
Y les
dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El
que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son
las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios,
hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban
veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán
bien.» Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y
se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes,
colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la
acompañaban. (Mc 16, 15- 20)
Jesús resucitado,
el Hombre Nuevo, está siempre con su Iglesia, nunca la abandona, s una promesa
cumplida.
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