El AYUNO: CONTENER EL PROPIO YO PARA
DEJAR ESPACIO A DIOS.
Objetivo. Iluminar a los
fieles a los fieles de la comunidad sobre la importancia del ayuno para que se
convierta en una práctica de la espiritualidad.
Iluminación. "Jesús, después de
ayunar cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre". “Vigilad y
orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41).
Del Papa Benedicto XVI
1.
¿Qué es la cuaresma?
La Cuaresma es el
tiempo privilegiado de la peregrinación hacia Aquél que es la fuente de la
misericordia. Es un tiempo dedicado a Dios para bien de toda la Iglesia.
2.
Las prácticas de piedad.
“Cuídense
de no practicar las obras de justicia delante de los hombres para ser vistos
por ellos” (Mt 6, 1) Por tanto, cuando des limosna…” “Y cuando oren no sean
como los hipócritas” (Mt 6, 5) “Cuando ayunen, no pongan cara triste…” (Mt
6,16).
Al
comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de
preparación espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas
penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor: la oración, el ayuno y la limosna, para
disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo, experimentar el poder
de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, "ahuyenta los
pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los
tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos".
3.
El sentido del ayuno (Mc 2, 18ss)
"En
mi tradicional Mensaje cuaresmal, este año deseo detenerme a
reflexionar especialmente sobre el valor y el sentido del ayuno. En efecto, la
Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto
antes de emprender su misión pública. Leemos en el Evangelio: "Jesús fue
llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después
de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió
hambre". Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley, o que
Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb, Jesús orando y ayunando se
preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento
con el tentador.
4.
El ayuno, fuerza para refrenar el pecado.
"Podemos
preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos,
privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las
Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una
gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la
historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a
ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al
hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: "De cualquier árbol
del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio". Comentando
la orden divina, San Basilio observa que "el
ayuno ya existía en el paraíso", y "la primera orden en este
sentido fue dada a Adán". Por lo tanto, concluye: "El 'no debes
comer' es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia".
5.
El ayuno es un medio para fortalecer la amistad con Dios.
"Puesto
que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece
como un medio para recuperar la amistad con el Señor. Es lo que hizo Esdras
antes de su viaje de vuelta desde el exilio a la Tierra Prometida, invitando al
pueblo reunido a ayunar "para humillarnos -dijo-delante de nuestro
Dios". El Todopoderoso escuchó su oración y aseguró su favor y su
protección. Lo mismo hicieron los habitantes de Nínive que, sensibles al
llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su
sinceridad, un ayuno diciendo: "A ver si Dios se arrepiente y se
compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos". También en esa ocasión
Dios vio sus obras y les perdonó.
6.
El Verdadero ayuno (Is 58, 1ss).
"En
el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando
la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones
que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno,
repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la
voluntad del Padre celestial, que "ve en lo secreto y te recompensará".
Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días
pasados en el desierto, que "no solo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios". El
verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el "alimento
verdadero", que es hacer la voluntad del Padre. Si, por lo tanto, Adán
desobedeció la orden del Señor de "no comer del árbol de la ciencia del
bien y del mal", con el ayuno el
creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia.
7.
La unidad de tres: ayuno, oración y caridad.
"La
práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad
cristiana. También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz
de frenar el pecado, reprimir los deseos del "viejo Adán" y abrir en el
corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica
recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro
Crisólogo: "El ayuno es el alma de
la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora,
que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica
aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no
cierra los suyos al que le súplica".
8.
El ayuno y la aceptación de la voluntad de Dios.
"En
nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor
espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del
bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del
propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero
para los creyentes es, en primer lugar,
una "terapia" para curar todo lo que les impide conformarse a la
voluntad de Dios. En la Constitución apostólica "Pænitemini" de 1966,
el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el
contexto de la llamada a todo cristiano a no "vivir para sí mismo, sino
para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los
hermanos".
9.
El ayuno y la mortificación de las pasiones.
"La Cuaresma podría ser una buena ocasión
para retomar las normas
contenidas en la citada Constitución apostólica, valorizando el significado auténtico
y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a
mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo,
primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio.
"La
práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y
alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San
Agustín, que conocía bien sus propias inclinaciones negativas y las definía
"retorcidísima y enredadísima complicación de nudos", en su tratado
"La utilidad del ayuno", escribía: "Yo sufro, es verdad, para
que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea
agradable a sus ojos, para gustar su dulzura". Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una
disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de
salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el
hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el
hambre y la sed de Dios.
10. El ayuno y la
solidaridad cristiana.
"Al
mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que
viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en
guardia: "Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está
necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de
Dios?". Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen
Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre.
"Al
escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos
concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño.
Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los
hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la
Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asi mismo la
escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el
principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales,
y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se
había recogido. También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla,
especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.
11. El ayuno como arma
espiritual.
"Lo
que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica
ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible
apego desordenado a nosotros mismos”. Privarnos por voluntad propia del placer
del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a
controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original,
cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente,
un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: “Usemos de manera más sobria las
palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos
vigilantes, con mayor atención".
"Queridos
hermanos y hermanas, bien mirado, el ayuno tiene como último fin ayudarnos a
cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a
donarse totalmente a Dios. Que en cada familia y comunidad cristiana, por
tanto, se aproveche la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y
para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del
prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio
divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en
la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical.
"Con
esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la
Cuaresma. Que nos acompañe la Bienaventurada Virgen María, Causa nuestra
alegría, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud
del pecado para que se convierta cada vez más en "tabernáculo viviente de
Dios". Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y
cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto
de corazón a todos la Bendición Apostólica".
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