CON AMOR ETERNO TE HE AMADO Y TENGO
RESERVADA GRACIA PARA TI
Dios nos demuestra el amor que nos
tiene en el hecho de que, siendo todavía pecadores, murió Cristo por nosotros.
Así que con mayor razón, ahora que hemos sido justificados por su sangre, seremos
salvados por él de la cólera divina. (Rm 5, 8-9)
De lejos Yahveh se me apareció. Con
amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti. Volveré a
edificarte y serás reedificada, virgen de Israel; aún volverás a tener el
adorno de tus adufes, y saldrás a bailar entre gentes festivas.(Jer 31, 3- 4)
Con amor eterno te he amado, amor que no cambia es siempre el mismo. Amor que
se ha manifestado bendiciendo, nos hace participes de lo que él tiene y de lo que él es:
"Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes
de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el
amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de
su gracia con la que nos agració en el Amado. En él tenemos por medio de su
sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia
que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia,"(Ef 1,
3- 8)
La primera bendición: La elección
gratuita e inmerecida que no se compra ni se vende. Elección inalterable, está
allí, esperando que la descubras y te apropies de ella. Elección funcional,
tiene una misión. Tu vida tiene sentido, fuiste creado por amor, con amor y
para amar. Trabájala y cultívala (cf Gn 2, 15)
La segunda bendición: la Filiación,
destinados a ser hijos de Dios en Jesucristo por la acción del Espíritu Santo
en nuestros corazones. El Espíritu Santo nos hace ser hijos de Dios, hermanos
de Jesucristo, templos vivos del Espíritu Santo e hijos de la Iglesia.
La tercera bendición: la Redención
que hace referencia al sacrificio perfecto que Jesucristo ofreció al Padre como
precio para sacarnos del pozo de la muerte y llevarnos al reino del Hijo de su
amor (Col 1,13- 14) En virtud de la sangre de Cristo nuestros pecados son
perdonados y nos abre el camino para que venga a nosotros el Espíritu Santo, la
Gracia de Dios. Redimir significa vencer el mal y pagar el precio que de debía
por los pecados.
La cuarta bendición: La Santificación por la presencia y la acción del Espíritu
santo en nuestra vida El segundo Paráclito: abogado, maestro y consolador. Es
el que nos guía y conduce a la Iglesia a la Consumación de los siglos. Es el
que nos guía a Cristo (Rm 8, 14) El que nos ilumina la mente y la transforma
para que comprendamos la voluntad de Dios (Rm 12, 2) La Obra del Espíritu Santo
es hacer que el mundo crea en Jesús, para que creyendo se salve.
La fe católica es una fe
trinitaria, creemos en el Padre, en Hijo y en el Espíritu Santo, tres personas,
pero, un solo Dios: Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma
nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la
riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el
hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que,
arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál
es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la
total Plenitud de Dios.(Ef 3, 14- 19)
¿Cómo llenarnos de la Plenitud de
Dios? Por la fe y la conversión (Mt 4, 17) La conversión implica, ayudados por la
Gracia de Dios, a despojarnos del traje de tinieblas para revestirnos de
Jesucristo en Justicia y en Santidad (Ef 4, 23- 24; Rom 13. 12- 14) No basta
con creer, hay que convertirnos, sin la Fe quedamos vacíos de Dios y de su
Amor. “Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía,
fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según
Cristo. Porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente, y
vosotros alcanzáis la plenitud en él, que es la Cabeza de todo Principado y de
toda Potestad.” (Col 2, 8- 10)
¿Cuál es el camino que nos lleva a
la salvación? Por la fe en Jesucristo alcanzamos la justificación: El perdón de
los pecados y el don del Espíritu Santo. La fe nos lleva a la esperanza y ésta
nos lleva al amor. "y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos hijos de
Dios." (Rm 5, 5) El amor es la madre de todas las virtudes para que
luchemos contra el ego, la madre de todos los vicios. Por eso el Apóstol nos
dice: "Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal,
adhiriéndoos al bien;"(Rm 12, 9) "No te dejes vencer por el mal;
antes bien, vence al mal con el bien."(Rm 12, 21)
La clave para vencer el pecado es
la “Opción fundamental por Cristo” que significa: “Tomar la firme determinación
de seguir a Cristo, rompiendo con el mundo, con el maligno y con el pecado.”
Recordemos las palabra de san Juan: "Hijos míos, os escribo esto para que
no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a
Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no
sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero."(1 de Jn 2,
1-2) Hagamos nuestras las palabras de Pablo:
"Y por eso, para que no me
engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne,
un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres
veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te
basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo
gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la
fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en
las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo;
pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte."(2 de Cor 12, 7-
10)
Vivamos la oración del Padre
Nuestro: «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra
como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras
deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes
caer en tentación, mas líbranos del mal. (Mt 6, 9- 13)
Publicar un comentario