SUFRO
DOLORES DE PARTO POR VE A CRISTO FORMADO EN USTEDES.
¿Qué
es evangelizar? Es anunciar a Cristo Jesús, el único que puede salvar bajo las
estrellas del Cielo (Hechos 4, 12) Pablo evangeliza con su palabra y con su vida,
y lo hace con el poder del Espíritu Santo. Evangelizar para Pablo es sembrar el
poder de Dios en el corazón de los hombres para llamarlos a salir del reino de
la tinieblas para que entren en el reino de la Luz, (Col 1, 13- 14) y den los frutos de la Luz
que son la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) Para que entren en la
unidad y puedan crecer en el conocimiento del verdadero Dios hasta alcanzar la
estatura del hombre perfecto Cristo Jesús. (Ef 4,13) Para el Apóstol
evangelizar es dar a conocer el Plan de Dios: La elección, la filiación, la
redención y la santificación: Elegidos por amor, destinados a ser hijos de Dios, redimidos por Cristo y santificados por la acción del Espíritu Santo.
“Por
cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e
inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus
hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para
alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. En él
tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la
riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e
inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo
designio que en él se propuso de antemano”, (Ef 1, 4- 9) Cristo es el
Ministerio que estuvo oculto por siglo sy generaciones y que ha sido descubierto
en los últimos días.
“Ahora
me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de
Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha
nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje
completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones
y que ahora ha revelado a sus santos. A éstos Dios ha querido dar a conocer la
gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que
Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese
Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la
sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo: ésta es mi
tarea, en la que lucho denonadamente con la fuerza poderosa que él me da.
Quiero que tengáis noticia del empeñado combate que sostengo por vosotros y los
de Laodicea, y por todos los que no me conocen personalmente. Busco que tengan
ánimos y estén compactos en el amor mutuo, para conseguir la plena convicción
que da el comprender, y que capten el misterio de Dios. Este misterio es
Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer”. (Col.
1,24–2,3)
Pablo
presenta el Evangelio completo que nos lleva a participar de los frutos de la Redención
de Cristo: el perdón, paz, la resurrección y el don del Espíritu Santo que nos
guía y nos conduce tras las huellas de Jesús: del amor, la paz y el gozo, a la
madurez en Cristo: padeciendo, sufriendo y muriendo con Cristo, lo que
significa: participar de la Pasión de Cristo.
“Ahora
me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de
Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia”. Vivo y existo para anunciar
el mensaje completo: el Misterio de Cristo. Misterio que Dios ha tenido
escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. Los
santos son todos los bautizados que se han convertido a Cristo, se han
bautizado para recibir el perdón de los pecados y recibir el don del Espíritu
Santo (Hechos 2, 38) Dar a conocer a todos que Cristo es la “Esperanza de la
Gloria”. Para llevar a todos a la Fe de Jesucristo para que sean justificados
(Gál 2, 16) y lleguen a participar de la gloria de Cristo que es su Pasión.
Para
el Apóstol evangelizar es dar ánimo y fortalecer a los débiles en la fe y en el
amor para que no tengan miedo seguir a Cristo, porque no han recibido un espíritu
de miedo o de esclavitud, sino, de amor, fortaleza y dominio propio (2 de Ti 1,
6- 7) Para luchar con la fuerza del Espíritu y puedan comprender que en Cristo,
el Misterio de Dios, en él, se encuentran todos los tesoros de la sabiduría. “Al cual hizo Dios para nosotros
sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, (1 de Cor 1,
31)
Tú,
pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has
oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean
capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un
buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los
negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el
atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el
labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende
lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la inteligencia de todo. (2 de Tim
2,1. 7)
Capaces
de padecer y de sufrir con Cristo: “Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así
completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la
Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro”. ¡hijos míos!, por quienes
sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. (Gál
4, 19) El sacrificio de Cristo es perfecto, pero, él invita a la Iglesia a
participar de su Pasión. Para que dejemos una fe superficial, mediocre y llena
de tibieza, Jesús lo confirma al decirnos a todos los ministros de la Iglesia: “Remen
mar adentro” (Lc 5,4)
En
verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que
odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me
sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno
me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12, 24- 26)
Decía
a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre
haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien
se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del
hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos
ángeles. (Lc 9, 23- 26)
Los
que abrazan la Cruz de Jesús no son criticones ni se quejan ni se lamentan, no
juzgan y no critican a los pastores. ¿Qué hacen? Oran y sufren con Cristo, tal
como lo dice Pablo: “Os exhorto, pues,
hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una
víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no
os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación
de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. (Rm 12, 1- 2) Sólo de esta manera podemos
entrar en la voluntad de Dios, aceptarla y someternos a ella, y estar en conversión.
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